Ť Despidió el año en el Hard Rock Live, el viernes
El concierto de Café Tacuba, un viaje del aplatanamiento a la lucidez
Jorge Caballero Ť Y el Café Tacuba despidió
el año con un concierto íntimo/irregular/complaciente la
noche del viernes en el Hard Rock Live. Un viaje musical contemporáneo/tradicional/posmo
que incluyó sus temas emblemáticos, sus exitosos covers metamorfoseados,
momentos de aplatanamiento y lucidez y hasta homenaje rascuache/macuarro/nacionalista
con la rolita que entre otras cosas dice: "...tu mi chiquitita finges no
mirarme, ponte muy contenta porque estoy aquí". Pero igual sus fanáticos
y seguidores, entre los que se podían ver a una gran cantidad de
gente en edad productiva de esos que van a cualquier concierto, desbordaron
el inmueble y festejó absolutamente todo lo que presentó
Rubén y companía.
El concierto devino en posada/verbena. Comenzó
puntual. Momentos antes los revendedores se hacían presentes: "Les
sobran o les faltan boletos". Un sonoro griterío, que se escuchó
hasta afuera del inmueble, provocó que la gente apurara su entrada
y preludió un festejo incondicional. La banda salió entonando
Ingrata. El coro del respetable superó ampliamente el sonido de
los amplificadores; todo mundo se contoneó.
El juego de luces del escenario: a veces saturado, otras adecuado y otras más innecesario se convirtió en parte fundamental del festejo. Los monitores transmitieron su imagen, no sólo subjetiva, sino una ojetísimamente estática; únicamente tres cambios de planos en las dos horas de concierto. Los meseros batallarón para apurar las bebidas en las mesas. El antro de Polanco estaba hasta su madre.
De María a Rarotonga
El G-3, nuevo alter ego del vocalista Rubén para el próximo año, según trascendió, apareció con una discreta mohawk y al ver la entrega que rayó en devoción alzó los brazos al cielo; mientras la desenfrenada energía de los chicos hizo que lanzaran todo tipo de piropos a Meme, Joselo, Quique y a G-3, amorosos, lascivos y procaces: "¡ahh, papito lindo"; "¡es mi novio!"; "¡los amo! y por supuesto el "pinches culeros". El slam dance era general.
G-3 homenajeó a Jorge Reyes haciendo toque nahuaque (música palmeando su cuerpo) cuando el concierto contempló un bloque de great hits que comenzó con María; No controles, donde las luces estroboscópicas acentuaron el desmadre del mosh pit; Alarma donde el vocalista deleitó al público con su baile característico. También llegó Locomotora y los saludos de la banda: "Buenas noches"; y otras palabras ininteligibles por el alboroto que causó la interpelación.
Quique fue iluminado por una cortina de luz verde, imprime los primeros acordes de Las batallas, el coro rápidamente se vuelve majestuoso; G-3, Quique y Joselo performean el escenario bailando sincrónicamente; esta rola la hilvanaron/hilaron/trenzaron con Rarotonga; Rubén, o sea G-3, rindió tributo a sus conciertos del LUCC y bailó con esos pasos frescos/iniciáticos/energéticos del otrora Pinche Juan.
Los peregrinos alternos y sus pastorcitos
Pero llegó el momento de aplatanamiento, iniciado con No me hubieras dejado, las palmas lo acompañan. "Parece que estamos en una posada de peregrinos alternos con muchos pastorcitos"; ironiza una reportera. La gente antes prendida comenzó a platicar, a ir al baño y por las cervezas; pues al no producir el efecto deseado en su música terminó por cansar a la gente. El padecimiento concluyó con la intervención de un violinista que se parecía al Doctor Fanatick para iniciar el son Ojalá que llueva café, la mejor canción de la noche, la increíble prolongación de la rola saldó la entrada.
El concierto continuó con una lista de hits: Las persianas, Chilanga banda y otras. Se despidieron pero el guión siguió intacto. Llegó el encore.
El festejo fue irreductible .