DOMINGO 24 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť EL ECO Y LA SOMBRA

Como el poema

La poesía es el origen. Más inteligiblemente dicho, es el origen del lenguaje. Mejor aun, de lenguaje.

No hay quien, proponemos, no haya tenido una experiencia poética en su vida; en la infancia, por ejemplo, abundan, y en el amor. ƑDe dónde viene el lenguaje de los niños, de dónde el de los enamorados y, vayamos absurdamente más lejos, de dónde el de la sabiduría? No lo sabemos, pero quizá sepamos que sabemos que cuando niños, cuando enamorados, cuando sabedores de un saber, por elemental que éste sea, no ignoramos que estamos sabiendo ni tampoco que no importa el desde dónde, curiosamente, el origen mismo. Y no importa, también curiosamente, porque es lo único que importa. De otra manera dicho, no hay nada más excepto origen.

Si la poesía es origen de lenguaje, de todo lenguaje, cabe pensarla raíz oscura de toda comunicación, de todo discurso, todo sistema, todo método, toda coherencia. Y sin embargo la poesía lo suyo conlleva de incoherencia o, si se quiere, de novedad. Una incoherencia que de pronto, tan concentrada como inesperada como afortunada e inopinadamente encaja.

Dice el Bagavad Ghita algo así como: "Nadie muere, nadie mata, sólo es el ser que se da". Algo de muerte hay siempre en un poema, no nos meteremos en esta disquisición, mas la evidencia mayor de lo poético lo constituye la inmarcesible experiencia de que en ello el ser se da, se da per se y se da a la conciencia del experimentador.

No imaginamos, no está en nuestras capacidades, una persona siempre en esa situación. Pareciera que el estado del ser es más bien un pasaje, al menos para nosotros, los mortales. Pero pasar por ahí es de alguna manera siempre estar ahí; no sólo no se olvida, sino que su nostalgia es lancinante. De esa nostalgia, vasta, infinita, nacen las grandes obras.

En el encuentro del joven Dante con Beatriz ocasión hubo de deslumbramiento por esa maravilla que aquí está e inasible resulta, que tanto nos remite a una pérdida irreparable de lo más propio de nuestro propio ser como abre dolorosa la visión de un futuro probable, necesario, ineludible.

Es el llamado del origen, es el origen mismo presentándose afuera del sujeto y como diciéndole: soy tu propio interior, Ƒte has dado cuenta?

Si uno lee un buen poema, mejor si un poco más que bueno, contempla un cuadro, una coreografía, ve una de las películas denominadas, con justicia, "de arte", es imposible que la apertura de que hablamos no nazca en alguna parte del siempre vago yo que somos. No cómodamente rebase, como diría un amigo, nuestra cotidiana percepción. Eres menos y más de lo que crees, sugiero que nos dice: eres tu propio origen.

De dicciones como ésa no hay escapatoria.

Tendríamos que el ser de lo que es, de lo que sin dubitación alguna es (se da, se entrega), es el origen del lenguaje. Pero, Ƒqué es el lenguaje de uno, de quienquiera, sino un lenguaje que le habla, en el que ese uno a sí se habla? ƑQué es el lenguaje todo sino la comprensión de lo que somos?

Ser lo que somos es sólo acaso nuestra misión, para algunos amarga, para algunos feliz, en esta vida. Pero ser lo que somos atraviesa por una zona de indefinición en lo que lo poético nos nombra. De allí que en rigor no hayan lenguajes ni vidas acabadas, únicamente dando de sí lo más, mas mesuradamente, que pueden dar --como el poema.

Ť Ricardo Yáñez Ť