DOMINGO 24 DE DICIEMBRE DE 2000

Lecturas de poesía clásica
De Mesopotamia a la Edad Media

Porque leer nos hace aún mejores, más humanos, porque leer poesía --acto gemelo, en el espejo, del escuchar música-- es un regalo supremo, porque esta noche es Navidad y porque ha aparecido una novedad bibliográfica sumamente entusiasmante, ofrecemos a nuestros lectores una porción de tal libro, que es el tomo uno de Lecturas de poesía clásica, selección, presentación y notas de Francisco Serrano, coeditado por CIDCLI y el CNCA y que reúne ejemplos de escritura De Mesopotamia a la Edad Media. En su recopilación de los primeros clásicos, los de la antigüedad más remota, en este volumen se recurre a las traducciones realizadas por Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Ezra Pound, Guillermo Rousset Banda, José Juan Tablada y Gabriel Zaid, entre otros. Como toda antología, no puede satisfacer a todos (por ejemplo, los fragmentos que selecciona de El Cantar de los Cantares omite versos tan bellos como estos: "Son tus labios/ un panal que destila miel/ hay miel y leche bajo tu lengua") pero sí --atributos de las antologías-- escancian un sistema de vasos comunicantes con el cielo, con la verdad suprema que constituye el acto poético. Poesía de Mesopotamia, Egipto, India, Israel, Grecia, Roma, China, Japón, Persia, Islam, de la América antigua (mayas, nahuas, quechuas), del medievo irlandés, inglés, francés, alemán y español. Poesía vieja siempre nueva, vencedora del Tiempo, portadora de la Belleza, la más alta forma de conversación humana. Este primer tomo se antoja --y ojalá se distribuya correcta y masivamente-- como una invitación/iniciación, un enamoramiento con el placer de la lectura. A nuestra vez, realizamos la arbitraria selección --que aquí presentamos-- de este primer tomo. Vale advertir que no todos los poemas de este libro son breves; son razones de diseño las que propician en este espacio versos cortos. Que sea enorme la felicidad. (Pablo Espinosa)

 
Doy mi vida 
  
Mosé ibn Ezra 
(c. 1055-c. 1138) 
Doy mi vida por estas bellas 
muchachas: 
sus cabellos son negros como 
la noche 
y su rostro blanco como la 
luna, 
cuando tocan la flauta 
o la cítara en sus pechos, 
parecen madres que 
amamantan a sus hijos. 
 
 
Sabiduría de Amen-En-Ope 
  
Anónimo (siglo VIII a. C.) 
  
fragmentos
 
No lances tu corazón en busca 
de riquezas; 
el hombre que sólo busca el 
dinero es un loco. 
No pongas tu corazón en las 
cosas de afuera. 
Cada cosa tiene su hora y cada 
acto su momento. 
No quieras tener más 
si tienes lo necesario. 
No quieras robar por dinero 
ni te entristezcas si eres pobre. 
No quieras emborracharte 
ni tener amigos más grandes 
que tú. 
Sé amigo de tus iguales 
y si ves a uno más viejo 
síguelo con reverencia. 
El brazo no se rompe 
si se queda desnudo, 
ni la espalda se quiebra 
si se inclina. 
Un piloto que va viendo a lo 
lejos 
no verá que naufrague su 
nave... 
Llénate de estos consejos 
y guárdalos en tu pecho. 
 
 (De un papiro conservado en el Museo Británico) 
 
 
Cinco poemas de Anacreonte 
  
(c. 530 a. C.) 
  
Muchacha de ojos de niña 
 
  Muchacha de ojos de niña, 
te busco y no te das cuenta 
y ni siquiera sospechas 
que de mi alma tienes las 
riendas. 
  
 
  El baño 
 
Vengo del río; todo 
lo traigo reluciente. 
  
 
Amor 
 
Quisiera hacer odas de guerra 
pero sólo el amor resuena 
en mi lira de siete cuerdas. 
  
  
Ventajas 
 
Yo escribo como puedo mis 
poemas, 
Adriana. 
Yo escribo. 
Tú eres joven. 
 
 
Convicción 
  
Quien quiera luchar, que luche: 
se puede. 
 
 
 
Tres poemas de Safo 
  
(c. 600 a. C.) 
  
Como la flor 
 
 Soy el jacinto que en el monte 
pisan. 
La flor purpúrea que en la 
tierra sangra. 
  
  
Soledad 
  
Se fue la luna. 
Se pusieron las Pléyades. 
Es medianoche. 
Pasa el tiempo. 
Estoy sola. 
  
 
  La manzana 
  
Como la roja manzana 
colgada de la alta rama 
los recolectores la olvidaron. 
No, no la olvidaron: 
es que no pudieron alcanzarla 
  
(Safo es la más célebre de las poetisas griegas; escribió muchos libros de cantos líricos) 
 
 
Canto matutino al sol 
  
Anónimo (c. 1500 a. C) 
  
Los dioses extienden sus 
manos hacia ti, 
tu madre Nut te ha dado a luz. 
¡Qué hermoso eres, Sol 
halcón! 
 
Himno a la Luna 
  
Anónimo (c.650 -- 600 a. C.) 
  
¡Sin, Luna gloriosa, 
única que haces lucir las cosas 
y al mundo otorgas tu luz! 
Guías al hombre en la 
oscuridad, 
brillas en el cielo como una 
antorcha. 
Cuando los hombres te miran 
se llenan de felicidad. 
Igualas en esplendor al sol 
que es tu hermano mayor. 
Ante tu luz se reúnen todos 
y esperan en la noche 
encontrar paz y verdad. 
Concédeme mi deseo, 
Sin-Luna gloriosa. 
 
 
Sobre el tiempo 
  
Píndaro (518 - 438 a. C.) 
  
El tiempo es el que afirma, 
mejor que nada, 
la fama de los justos. 
 
 
El médico 
  
Niacarco (c. siglo I d. C.) 
  
Ayer vino el doctor a dar 
una consulta a la 
estatua de Zeus. 
Y aunque era Zeus, y de puro 
mármol, hoy 
enterramos a la 
pobre estatua. 
 
 
Otro canto de amor de Sumeria 
  
Anónimo (c. 2000 a.C.) 
  
Ella dio a luz y él es puro, 
ella dio a luz y él es bello. 
Dulce vino hecho de dátiles, 
vino de dulce sabor. 
Su beso es dulce de dátiles, 
vino de dulce sabor. 
El me amó y se dio a mí, 
él me amó, él me amó. 
  
(Este poema fue hallado en la ciudad de Nippur en una tablilla rota) 
 
 
A mi amor lejano 
  
Li Po (701-762) 
  
Cuando estabas conmigo, 
las flores llenaban la casa. 
Al irte, dejaste la cama vacía. 
La colcha bordada, doblada, 
permanece intacta. 
Tres años transcurrieron ya, 
pero tu fragancia no se disipa. 
¿Dónde estás, amor mío? 
Te añoro, y de los árboles caen 
hojas amarillas. 
Lloro, y sobre el verde musgo 
brilla el rocío. 
 
 
Sólo venimos a soñar 
  
Tochihuitzin (siglos XIV-XV) 
  
Sólo venimos a dormir, 
sólo venimos a soñar: 
no es verdad, no es verdad 
que venimos a vivir en la tierra. 
En yerba de primavera 
venimos a convertirnos: 
llegan a reverdecer, 
llegan a abrir sus corolas 
nuestros corazones, 
es una flor nuestro cuerpo: 
da algunas flores y se seca.