SABADO 23 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Juan Arturo Brennan Ť
La tercera de Kalispherion
Después de dos presentaciones realizadas con intervalo de varios meses en el Auditorio Blas Galindo del CNA, el grupo de música, multimedia e interdisciplina Kalispherion se mudó al Teatro de las Artes del propio CNA para su tercera incursión en el complicado y fascinante ámbito de la retroalimentación entre la música y otras formas de expresión y comunicación. De entrada, la mudanza resultó muy saludable, porque después de luchar (con poco éxito, por cierto) contra las pobres condiciones que ofrece el BlasGa para el trabajo escénico de cualquier tipo, la presentación en el Teatro de las Artes fue mucho más satisfactoria debido al espacio mismo, a sus equipos y a sus instalaciones. Como consecuencia directa de ello, además de los resultados artísticos más coherentes, la dinámica teatral se aligeró mucho y los cambios y transformaciones ya no fueron el suplicio interminable de las ocasiones anteriores. Es importante señalar en este sentido que junto con la notable mejoría de la locación, se hizo evidente que los miembros de Kalispherion y sus artistas invitados supieron aprovechar bien las nuevas facilidades, cosa que se apreció en casi todas las obras presentadas en esta sesión. Una vez resueltos muchos de los problemas técnicos y logísticos que caracterizaron a las anteriores presentaciones de Kalispherion (grupo creado y dirigido por Marcelo Gaete), ahora es posible concentrarse más en el análisis de forma, contenido y presentación de sus espectáculos. Si bien es cierto que muchas cosas han mejorado en este sentido, también es un hecho que en algunos puntos del trabajo de Kalispherion sigue faltando una integración más sólida de los distintos medios convocados para la realización de cada obra. Como parte de ese posible análisis, va una escueta reseña de lo que pude apreciar en esta reciente presentación del grupo.
A la Sonata No. 1 para piano de Armando Luna Ponce (música de sólida estructura y buena factura) le quedó muy corta la animación cibernética que le acompañó. Sin pretender adjudicarle a Luna y su obra parámetros de solemnidad que seguramente no tiene, lo cierto es que las aventuras del pollito virtual parecían estar en un plano expresivo completamente ajeno a lo que salía del piano. La ya clásica obra Temazcal (hito indudable del posmodernismo sonoro mexicano) de Javier Álvarez fue acompañada por un video en el que se combinaban, en distintas proporciones, una secuencia de danza poco atractiva y una serie de imágenes vegetales sometidas a diversos procesos de transformación. Aquí tampoco funcionó muy bien la conexión entre música e imagen. Lo mismo ocurrió con otra buena pieza de música, Gravitación, de Alexis Aranda, que fue igualmente acompañada por un video de escaso interés visual y poca relación con la componente sonora. A partir de El reloj de arena, de Elik Álvarez, las cosas mejoraron notablemente. La historia periodístico-musical de un malogrado ciclista fue realizada en un ámbito escénico adecuadamente neo-expresionista y socarrón, con un buen complemento de las sonoridades y rangos extremos de las flautas de pico. A su vez, la Danza, de Marcelo Gaete, fue presentada con una buena componente de danza-teatro en la que se logró una adecuada vinculación e integración de la música con la glosa escénica de los tics, rituales e impulsos motrices usuales en el trabajo de ejecución musical. Más compleja que el resto de las piezas del programa, Panicdrome, de Ricardo Cortés, quizá enfatizó demasiado el elemento estrictamente anecdótico de su historia; a cambio, en esta pieza cuajó una buena relación entre las variantes dinámicas de la música, el video y la acción en vivo, elementos utilizados para narrar un breve e inquietante episodio de paranoia urbana del que cualquiera de nosotros pudiera ser protagonista. Desde el punto de vista estricto de la ejecución musical, lo mejor de la sesión fue sin duda la obra Jackdaw, de Wayne Siegel, sólida e inteligentemente interpretada en el clarinete bajo por Fernando Domínguez, con un sencillo pero muy efectivo complemento escénico de luces y sombras. Y después de una versión no del todo lograda (de nuevo, por el uso poco efectivo del video retroalimentado) de la Sequenza III de Luciano Berio, la presentación cerró con otra buena propuesta teatral para acompañar, con una buena carga de humor, sorpresa y liviandad de espíritu, a la obra Untitled 3 de Marcelo Gaete. Lo visto y oído en el Teatro de las Artes deja bien claro que se ha prosperado notablemente en lo que se refiere a la planeación, presentación y ejecución de estas sesiones de música, medios y escena, y de que a lo largo un natural proceso de refinamiento de sus propuestas de vinculación de la música con otras expresiones, Kalispherion ya ha establecido una importante presencia en el ámbito de la interdisciplina en México.