Ť El viejo topo de la CIA pasea ante las narices del Pentágono
Vladimiro Montesinos estaría en la isla de Aruba
Ť Clandestino y ayudado por traficantes de armas, el ex asesor de Fujimori
Carlos Fazio
Aruba, una pequeña isla de las Antillas cuya población
total no alcanzaría para llenar el Estadio Azteca, sería
el nuevo refugio de Vladimiro Montesinos, viejo topo de la CIA y
ex asesor de inteligencia de Alberto Fujimori, quien se fugó de
Perú el 29 de octubre.
Desde que se sumió en la clandestinidad en Lima
a su regreso desde Panamá --lo que precipitó la caída
de su ex socio de tropelías Alberto Fujimori, quien renunció
y luego fue destituido por el Congreso por "incapacidad moral" y ahora
está autoexiliado en Ja-pón--, Montesinos ha sido acusado
de todos los males de Perú.
Se presume que en 10 años logró acumular una fortuna de mil mi-llones de dólares, producto del tráfico de armas y de drogas, lavado de dinero, el cobro de extorsiones a empresarios y comisiones vinculadas con las privatizaciones neoliberales de la era Fujimori.
Una comisión del Congreso pe-ruano investiga las cuentas bancarias de Montesinos en Suiza, Lu-xemburgo, Nueva York, Gran Caimán y Uruguay, al tiempo que el FBI sigue la pista de una red de empresas armamentistas con sede en Miami, propiedad de amigos peruanos del ex hombre fuerte del presidencial Palacio de Pizarro.
Algunas piezas del rompecabezas comienzan a encontrar acomodo, pero siguen sin aparecer las vinculadas con la conexión estadunidense del Rasputín de Fujimori. Miembros de la comisión legislativa que investiga las an-danzas de Montesinos afirman que "lo peor está por descubrirse", lo que podría desentrañar las razones por las cuales Fujimori se volvió tan dependiente de su ex asesor.
La doble moral de EU
Pero no se entiende bien la doble moral de Washington, que dice investigar a los socios de Montesinos en Miami y que lo liga con un presunto tráfico de armas a la guerrilla de las FARC colombianas, pero que no logra encontrarlo en la pequeñísima isla de Aruba, donde el Comando Sur del ejército de Estados Unidos ha ubicado uno de sus Puestos Avanzado de Operaciones, como parte fundamental del entramado estratégico continental del Plan Colombia, y cuya misión principal es apoyar operaciones aéreas de detección, monitoreo, rastreo y control de actividades ilegales de narcotráfico.
Según la versión difundida el domingo por el diario La República de Lima, el fugitivo Montesinos estaría escondido en una de las residencias que Claus Corpancho Kleinicke tiene en la isla de Aruba. Nacido en Lima, Corpancho es propietario de una de las más importantes proveedoras de armamento de la policía y las fuerzas armadas peruanas, Wotan International Sociedad Anónima, con filiales en Perú y Panamá.
Fichado por la Interpol y con antecedentes por tráfico de drogas en Alemania, integra un grupo de empresarios radicado en Miami que participó como intermediario en la venta de 18 aviones MIG-29, 14 unidades Sukhoi-25 y un complejo sistema de defensa antiaérea adquiridos por el gobierno peruano en 1996 a un costo de 762 millones de dólares.
La red de empresarios armamentistas (propietarios de al menos 17 firmas investigadas por el FBI) está integrada además por Enrique Benavides, los hermanos César Augusto y José Luis Crousillat, y el israelí Moshe Rothschild.
El grupo suministró material de combate a los militares peruanos durante la guerra con Ecuador. El pedido incluyó munición de origen chino, misiles búlgaros Igla y helicópteros soviéticos MI-17 y MI-8. Para el FBI, la conexión de las compañías de Benavides, Crousillat, Rothschild y Corpancho con Montesinos alimenta la sospecha de que habrían actuado ilegalmente en Florida, al fraguar facturas para evadir el pago de impuestos, o violando la prohibición de venta de equipos bélicos a gobiernos sudamericanos.
La reconstrucción de la fuga marítima de Montesinos indica que habría zarpado del puerto del Callao el 28 de octubre, a bordo del lujoso yate Carisma, para comenzar un periplo con eje en la isla Isabela, en el archipiélago ecuatoriano de las Galápagos y la isla de Cocos en Costa Rica.
Luego de un transbordo en alta mar a otro velero que lo habría llevado a tierra costarricense, Montesinos habría volado a Venezuela, alojándose en el hotel Avila de Caracas, y luego a Aruba, donde le estaría brindando protección su socio Claus Corpancho, quien ha hecho grandes inversiones en la isla antillana y es propietario de al menos un hotel, un restaurante y una enorme propiedad.
De acuerdo con George Heigold, gerente de Veleros del Sur, que lo recogió del Carisma en alta mar y lo transportó a Puntarenas, Costa Rica, Montesinos usó un pasaporte venezolano a nombre de Ma-nuel Antonio Rodríguez Pérez y lucía, como en la canción, "flaco, cansado, ojeroso y sin ilusiones".
"El señor estaba flaco, amainado, quemado por el sol y muy golpeadito (...) Se quejaba constantemente que le bajaba la presión y no tenía medicamentos", declaró Heigold al diario La Nación de Costa Rica.
Posible cortina de humo
Bajo el seudónimo de Rodríguez Pérez, el superespía Montesinos se habría hecho una cirugía reconstructiva en la nariz y los párpados, en el Instituto Diagnóstico de San Bernardino, en Caracas. La versión, difundida por el periódico El Nacional, señala que después de dos días de hospitalización se fue sin pagar la cuenta.
No obstante las aparentes evidencias que ha ido dejando tras de sí en su fuga el otrora todo poderoso asesor de inteligencia de Fujimori, hay quienes siguen pensando que podría tratarse de una operación psicosocial o una cortina de humo para que disminuya su búsqueda en el interior de Perú.
El "hombre de las mil caras ocultas", como se le conoce, es un experto en engaños y ha ido dejando "sembrada" gente, en todos los niveles, que le deben mucho. De hecho, mientras Fujimori "lo buscaba" hace un par de meses, él estaba escondido en la casa de un oficial de las fuerzas armadas en el distrito limeño de Surco, donde coordinaba con el entonces co-mandante general del ejército, general José Villanueva.
Tampoco hay que olvidar que Vladimiro Montesinos colaboró muchos años con la central de Langley, y que los jefes de la CIA no olvidan sus buenos oficios. Ello podría explicar, en parte, por qué el ex asesor presidencial, acusado entre otras cosas de narcotraficante, pueda pasar inadvertido en Aruba ante las narices de los expertos del Pentágono.