Espejo en Estados Unidos
México, D.F. miércoles 20 de diciembre de 2000
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Editorial
 

MISION CUMPLIDA

SOLBolivia ganó una importante batalla en la guerra contra el narcotráfico. El presidente Hugo Bánzer anunció ayer que desde 1997, año en que inició un plan para sacar a su país del circuito del tráfico de drogas, se han erradicado 40 mil, de las casi 43 mil hectáreas de hoja de coca.

Con el anuncio Bánzer se ganó el beneplácito de Estados Unidos, principal interesado en acabar con la producción de la hoja de coca, sobre todo porque se impidió que Bolivia produjera en este año, según la cifras oficiales, 240 toneladas de cocaína, de las cuales la gran mayoría hubiera terminado en territorio estadunidense, donde se registra la mayor demanda de la sustancia en el mundo.

El anuncio es una señal positiva que debe servir de ejemplo a otros países de la región como Colombia y Perú que, a pesar de los esfuerzos, no han logrado los resultados deseados. 

Pero en esto hay una segunda lectura que no debe pasar inadvertida. Gran parte de los cocaleros bolivianos distan mucho de ser narcotraficantes, ya que el cultivo de la hoja de coca es una herencia cultural de diversos grupos indios de la región. La resistencia campesina encabezada por el líder de los cocaleros y diputado, Evo Morales, exige un merecido respeto a las tradiciones que por decreto les están siendo arrebatadas. 

Sin tomar en cuenta la postura de los campesinos y por razones ajenas a su realidad, su cultura, se les ha obligado a dejar de cultivar la hoja que los identifica, que de algún modo los ha mantenido unidos por generaciones. 

En este sentido, cabe cuestionar el lugar que tendrán los cocaleros de llegar a la meta de ¨coca cero¨ que pretende eliminar todo vestigio de los cultivos considerados ¨excedentarios¨ de la hoja. 

De ser así, dejarán de llamarse cocaleros, perderán parte de su identidad cultural y, con suerte, se les incluirá en un programa de cultivo alternativo impuesto que responda a demandas --por así decirlo-- más sanas.

Los logros anunciados por Hugo Bázner merecen el justo reconocimiento en tanto que son un importante avance en la lucha internacional contra las drogas, pero, como en todo proyecto que involucre a terceros, no se puede pasar por encima de los pueblos indios, transgredir sus tradiciones, por ganarse la venia de Estados Unidos. Enhorabuena.
 

 

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