MIERCOLES 20 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Margo Glantz Ť
Armani y las amazonas
Hace dos semanas estuve en Nueva York, hacía frío. Visité varios museos, en el Guggenheim el italiano Giorgio Armani: las rampas y algunas salas interiores con modelos de este gran reformador, como antes lo fuera y quizá con la misma fuerza revolucionaria, la francesa Coco Chanel. En las salas interiores se exhibe a las amazonas, seis grandes pintoras rusas hasta ahora poco conocidas fuera de su país, allí largo tiempo canceladas; su obra se intentó borrar como se prohibieron los libros de grandes escritores, muchos asesinados por el estalinismo. Curiosa combinación, casi podría decirse que las vicisitudes de la moda -de las que escaparon esas artistas, aunque se exhiben un poco de manera lateral- es obviamente una de las más importantes manifestaciones de la cultura.
Efectivamente, sabemos bien que la austeridad rusa que respondía a una visión utópica no contemplaba el presente sino sobre todo el porvenir, fue avasallada por un deseo tiránico: lo inmediato y lo material, entre cuyas tiranías está la de la moda con todas sus secuelas, la prostitución en el Japón actual donde los jóvenes para vestir bien sus cuerpos los desnudan para otro tipo de consumo (me remito a varios reportajes y a las novelas -algunas filmadas- de Murakami Ruy) o la anorexia en muchas partes del mundo que suele acomodar los cuerpos a la falta de espesor del de las modelos (por ejemplo, Calista Flockhart, ''alias Aly McBeal'', protagonista de series muy populares, conocidas mundialmente por cablevisión y revistas femeninas).
Pero, šal grano!, ''Armani es el hombre -dice Martha J. Nelson (editora de Style Magazine)- que desterró para siempre el traje gris de franela, el pesado y tieso traje de franela gris. El diseñador que les enseñó a las mujeres que se podían vestir para la oficina sin parecerse a los hombres...", otro crítico agrega: ''El estilo de Armani es sorprendente. Resuelve el conflicto entre dignidad y sexo, entre vestimenta y poder. Produce una belleza estética que se adapta a la liberación de las minorías sexuales y sociales, adquiere importancia pública a través de la difusión de la cultura de masas, al tiempo que permanece abierto a lo imaginario y lo sensual; diseña mercancías narcisistas no determinadas solamente por la funcionalidad, sino también por modelos de identificación simbólica como los de género y estatus..."
Es evidente, esta exposición en el Guggenheim abre con un deslumbrante modelo colocado al pie de la rampa principal y se continúa en un salón -allí he visto a Malevich, a Giacometti, a Rauschenberg, a los surrealistas- en donde se agrupan numerosos trajes femeninos ocupando las dos mitades de la sala, y al entrar a ella, una ranura iluminada descubre un vestido en blanco y negro de seda con rayas horizontales: revela en su estricta línea una elegancia suprema.
ƑElegancia suprema? Sí, pero, Ƒqué significa? Armani es uno de los diseñadores más caros de la moderna costura, su ropa es usada por los millonarios (a pesar del Armani pret a porter y los anteojos de Emporio Armani) y los artistas de cine, uno de los ejemplos fundamentales, Richard Gere vestido por él en American Gigolo, o los recipientes de los óscares vestidos casi todos por este diseñador. La moda se instala en los museos, ya lo habíamos visto en el Metropolitan con sus salas dedicadas a los grandes diseñadores (šsituadas en el sótano!), las salas destinadas a la moda en el Albert y Victoria Museum, los museos especializados en París. Colocar a Armani en el centro de un museo como el Guggenheim y enviar a las amazonas rusas a las salas laterales implica un nuevo intento de clasificación, una nueva manera de jerarquizar las manifestaciones culturales: la moda ocupa el lugar principal como producto refinado de la sociedad de consumo y, además, Armani en particular revela los cambios fundamentales que han modificado el concepto de género.