Lunes en la Ciencia, 18 de diciembre del 2000
Prejuicios históricos y empresariales en el avance científico
Fallas y virtudes de la evaluación por pares
Mauricio Schoijet
La evaluación por pares no está teóricamente fundamentada y su origen es poco claro. Opera básicamente por vía de suposiciones implícitas, según las cuales sería un procedimiento aséptico, objetivo, por el cual los más calificados juzgan en base a criterios objetivos, como podrían serlo la calidad de la información y del análisis, pertinencia, importancia dentro de un campo de conocimientos. Esta visión ignora la cuestión de que en los casos de los investigadores de mayor originalidad, justamente por esta característica no pueden tener pares. No toma en cuenta ni el peso de los prejuicios, ni la contaminación política e ideológica.
La evaluación por pares puede efectivamente funcionar como un mecanismo objetivo en ciertos casos, pero no en otros. Para entender el problema debemos partir de la consideración de que en general los fenómenos sociales no se presentan en forma pura, y de los antecedentes proporcionados por la historia, en casos en que no hubo evaluación por pares, pero sí discriminación política e ideológica contra determinados investigadores.
Debemos partir de las funciones sociales de la ciencia. Estas pueden ser ornamentales, instrumentales o críticas. La función crítica puede también tener efectos desestabilizadores contra empresas, instituciones, aparatos y prácticas, lo que puede afectar la configuración de fuerzas de clase en una sociedad o en una determinada coyuntura histórica.
Darwin y Wallace
Procederemos a dar ejemplos de episodios en la historia de esta ciencia crítica. El primero sería el surgimiento de la Teoría de la Evolución de las Especies, creada por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace. Estos presentaron un primer informe en 1858 en una sesión de la Linnaean Society (sociedad botánica así denominada en homenaje al gran botánico sueco del siglo XVIII Carolus Linneo). Este acontecimiento fue ninguneado por el presidente de esta sociedad en su informe anual. No por casualidad, puesto que un número considerable de miembros de la sociedad eran sacerdotes. El trabajo de Darwin y Wallace atacaba el marco teórico fijista, es decir, la teoría de que las especies habían permanecido sin cambios desde el momento de la creación, lo que desestabilizaba a las ideologías y burocracias religiosas, y con ello al poder del Estado, del que estas formaban y aún forman parte en la libre Gran Bretaña.
Es sabido que Darwin presentó sus ideas en su famoso libro. Si él y Wallace hubieran pretendido hacerlo en una hipotética revista publicada por esta sociedad, y hubieran sido sometidas a una evaluación por pares, seguramente lo hubieran rechazado.
Peligros de los plaguicidas
El segundo ejemplo se refiere al caso de Rachel Carson, una bióloga que operaba como investigadora independiente. Vivía de la publicación de trabajos de divulgación científica. Lo que hizo fue resumir y redactar en forma accesible resultados que existían en la forma de reportes técnicos de organismos oficiales del gobierno de Estados Unidos, acerca de los efectos adversos sobre la salud y la vida animal de los plaguicidas órgano-clorados. La publicación en 1962 de su libro La primavera silenciosa, tuvo un gran efecto en la formación de una conciencia ambiental. Obligó al gobierno a realizar una supervisión más estrecha sobre el uso de plaguicidas, que llevó a la prohibición del DDT, y con ello, a aumentar los gastos de las grandes empresas químicas que los producían para encontrar sustitutos. Al descubridor de los efectos insecticidas del DDT le dieron el Premio Nobel. Carson no recibió ningún galardón, pero sí fue objeto de ataques personales por los espadachines ideológicos de la industria química, que incluían a una asociación de químicos de la industria manufacturera. Por supuesto que si la autora hubiera presentado un artículo con un contenido similar al de su libro a una revista integrada por miembros de esta sociedad, lo hubieran rechazado.
Otros casos paradigmáticos de científicos ninguneados fueron los de la británica Alice Stewart, y el del radiólogo estadunidense Ernest Sternglass. Ambos publicaron sus trabajos más importantes en la década de 1950. La primera produjo un estudio ahora clásico sobre los efectos de administración prenatal de rayos X, por el que algunos cuestionaron su salud mental. Lo que se consideraba una dosis "segura" en su momento doblaba el riesgo de cáncer en niños. Fue una marginal que nunca tuvo un cargo académico de prestigio. Su independencia la pagó con la falta de un reconocimiento institucional. Sí pudo publicar en revistas prestigiadas, como en The Lancet y en el British Medical Journal. Asimismo cuestionó un estudio oficial sobre efectos de la radiación en los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. De acuerdo con ella estos estudios, iniciados cinco años después del bombardeo, no lo eran sobre una muestra representativa de la población afectada, ya que muchos de los que sobrevivieron habrían muerto por heridas u otras causas. Hubo una campaña internacional para desacreditarla. En 1986 recibió el Right Livelihood Award, conocido en Europa como Nobel alternativo, que es entregado por el Parlamento sueco el día anterior a la entrega del Nobel. La embajada británica en Estocolmo ni se molestó en enviar un automóvil a recogerla al aeropuerto. (Tara O'Toole, reseña de la biografía de Stewart por Gayle Greene, en el Bulletin of Atomic Scientists, de julio-agosto de este año)
Mortalidad infantil y ensayos nucleares
Sternglass, por su parte, denunció a partir de 1953 los efectos de los ensayos nucleares en la atmósfera sobre la mortalidad infantil. Tampoco divulgó su trabajo en una publicación científica, sino en la revista Esquire, es decir, una revista de interés general. Los organismos oficiales, como la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos, trataron de desacreditarlo y de sofocar la discusión pública de sus tesis.
Los trabajos de Carson, Stewart y Sternglass alertaron a millones sobre los peligros de los plaguicidas y de la radiación, y con ello probablemente contribuyeron tanto a la protección del ambiente natural -en el caso de la primera-, y a salvar millones de vidas. Con ello afectaron negativamente no sólo la imagen sino las operaciones de la industria química, las posibilidades de la industria nuclear y la política belicista del gobierno de Estados Unidos. El hecho de que Stewart sí pudo publicar en publicaciones académicas muestra que la evaluación por pares no es un mecanismo totalmente efectivo como filtro favorable a las prácticas dominantes, pero el que no obtuviera ni un cargo académico ni un reconocimiento conmensurable con sus méritos muestra que hay otros dispositivos que producen efectos similares.
Y ya que estamos en México, y que se habla de abrir archivos para aclarar la masacre de Tlatelolco, proponemos que se investiguen las causas nunca aclaradas de la clausura del Instituto Nacional de Investigaciones en Recursos Bióticos, realizada en 1988 por el gobierno de Miguel de la Madrid -mediante el decreto firmado por el entonces secretario de Programación y Presupuesto, Pedro Aspe Armella, el 11 de octubre y publicado el 30 de noviembre-, porque tal vez el trabajo de la toxicóloga Lilia Albert y su equipo acerca de los efectos de los plaguicidas en el Valle de Culiacán pudiera haber tenido alguna influencia en este episodio, pues tal vez pudo haber molestado a los grandes agricultores capitalistas de esa área, que tal vez tenían más interés en sus ganancias que en la salud de los trabajadores agrícolas y de los consumidores.
El autor es profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco y acaba ser aceptado en la Academia Mexicana de Ciencias