LUNES 18 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť José Cueli Ť
šQue no puede ser!
Los borreguitos de Carranco salían por la puerta de toriles, querían galopar y no podían; querían trotar y no podían; querían caminar y no podían. Parecía que sus patas se habían clavado en el redondel y una mano fría y descarnada los sujetaba con fuerza invencible. De hinojos, inmóviles, se arrastraban como reptiles, deformes, horrorosos.
Los toreros seguían con paso lento a los borreguillos, a los que les flaqueaban las patas y ligeros temblores agitaban sus contraídos músculos, antes de rodar por la arena, desplomados, arrojando por el hocico cubierto de espuma, caños de sangre. Muertos de fatiga, regateaban las embestidas y los toreros -Finito de Córdoba, San Román y Jerónimo- se les encimaban. šVer para creer!
Los toreros llamaban a grandes voces a los borreguillos y únicamente el eco de la mole de cemento les contestaba. En la más espantosa desesperación, los aficionados relinchaban con una fuerza que hacía estremecer el coso, en discordante estrépito de mil acentos, mienta madres, roncas blasfemias, gritos vengativos y maldiciones de desesperación por la impotencia de ver que los toros desaparecieron de la Plaza México.
Los toreros oían el rumor sordo de los tendidos, casi vacíos, como el zumbido de un enjambre de abejas. Citaban a los borreguillos como si fueran toros enteros, entre gesticulaciones sobreactuadas de presunto temor, presagio de muerte y viajes a regiones desconocidas y misteriosas šsí, cómo no! y claro, los toreros suponían que dominaban a los borreguillos que salían al redondel ya dominados por esa mano invisible que los dejaba inmóviles con visiones terribles, sintiendo que eran lanzados al vacío y caían como en un sueño, sin caer nunca. Mientras los toreros hacían como que hacían y que gracias a sus dominadoras telas rojas, los borreguillos se entregaban a su mando, pese a que torear, eso que se llama torear, era imposible con borreguillos que no embestían. Aunque fueron rescatables, unas verónicas de alhelí de Finito de Córdoba.
ƑDónde quedaste toro famoso? Como si en las múltiples corridas de los últimos años con chivines bobalicones, ese ardor brutal no pudieran apagar tu ardor brutal. Hoy, toro bravo, atrevido y enamorado del sol, irrumpes en el recuerdo burlándote de esa caricatura de borrego que vive de tu prestigio. ƑEn dónde quedaste šoh toro! arrinconado y melancólico, en el fondo del redondel?
Y con la venia del lector, este crónico se va de vacaciones y regresa el mes que entra.