Chucho Valdés retoma el mando de Irakere en festival de jazz en Cuba
Ernesto Márquez, especial para La Jornada, La Habana, 16 de diciembre Ť Los teatros Nacional y Amadeo Roldán se mantienen como las sedes principales de los espectáculos de gran formato del Festival Internacional de Jazz Plaza 2000. En el primero se presentó Chucho Valdés con Irakere y un All Star de jazzistas estadunidenses; mientras que en el segundo, el pianista Ramón Valle, el Habana Ensamble y Robertico Carcassés (hijo de Bobby). Los jams y descargas mañaneras se sucedían en campos de batalla más reducidos: el Jazz Café, La Zorra y el Cuervo, la Casa de Cultura Plaza y Salón Elegante, del Hotel Riviera.
La noche era una de esas en la que uno no sabe dónde ir y cuál el camino a seguir ante la contundencia de los programas. Otra vez a deshojar la margarita....
Nos encaminamos al Teatro Nacional y llegamos justo cuando se escuchaban los primeros acordes pianísticos de Chucho Valdés, quien con actitud de gran maestro retomaba el mando y dirección de Irakere.
Su enorme talla musical es reconocida por el público que le sigue como Mahoma a la Meca. Llegó decidido a realizar una especie de síntesis de proyecto, fusionando influencias del pasado pluscuamperfecto con ideas de futuro de indicativo. La ingenuidad campestre de ciertas músicas folclóricas con las técnicas seriales de avanzada se mezclaron con buen jazz, blues y elementos de rock.
Chucho lucía contento con su banda aun cuando hubo
algunos desajustes evidentes que se disculpaban por su involuntario retiro
de la hegemonía. Pero hubo también actitudes esperanzadas
para terminar la idea, esa que precisamente necesita un desarrollo pausado
y profundo, "por eso quiero parar de hacer tantas cosas", dijo al término
del encuentro.
Conexión secreta
Entre Nueva York y La Habana se dice que existe una conexión secreta de géneros, palabras y sensibilidades como las aportadas aquí por una cauda de jazzmen bepoperos como el trompetista Nicholas Payton, el saxofonista Antonio Hart, el pianista Ronnie Mathews, y el gran Kenny Barton.
La tropa neoyorquina hizo su entrada con entusiasmo contagioso. Juntos viajamos a lo largo de una hora de jazz intenso y rítmico. "Estamos aquí porque queremos ser sus hermanos", dijo el joven Nicholas Payton, un hombre que atacó con bravura los temas latinos para luego confesarse adorador del toque cubano.
Lo de ellos fue un concierto inolvidable como lo fue también el recital de Ramoncito Valle, émulo de Peruchín y Oscar Peterson, quien le dio sabor al caldo jazzístico con sustancia y energía un tanto modal pero consistente. Eso no se olvida como tampoco podrá olvidarse la espléndida actuación del Habana Ensamble que, con su influencia mambera, arrancó aplausos de gozo entre la concurrencia; ni la presencia y actuación del joven Carcassés que (hijo de tigre pintito) modeló un lenguaje de vanguardia con clase de guaguancó, demostrando con ello que la rumba es hermana carnal del jazz.
Música con dos palos
Una enorme curiosidad nos llevó a la casa de la cultura Plaza donde se presentó Giraldo Piloto y Clímax, joven músico, hijo de un legendario compositor (¿se acuerdan de Piloto y Vera?) y uno de los bateristas con mayor capacidad musical entre los palos. Siete u ocho composiciones de cortes jazzísticos y algunas concesiones al baile fue lo que hizo en menos de una hora. En su accionar bataquero, Giraldo extrajo con exquisitez y contundencia rítmica la esencia de los cuatro tambores y los tres platillos que componían su escueta batería.
El hombre se maneja entre la culta exactitud matemática de Max Roach y el desbordamienrto visceral de Guillermo Barreto (su tío). Su estilo es uno efectista y contundente, reconocido por el público que no aplaudía sino aullaba de contento.
Un polizón incómodo y unas chicas SPA
Antes, el cuarteto de Fidel Morales, músico cubano radicado en Panamá y llegado aquí como un polizón incómodo, expuso lo que llamaron el "tamborito-jazz", un algo que nunca cuajó debido a las ineficiencia y falta de carácter en el proyecto. El también baterista invitó a la cantante Idalia Valdés, hija de Amadito Valdés (el timbalero del Buena Vista Social Club) quien no demostró nada.
El sabor del sucedáneo
Si fuera menester subrayar un ambiente cálido, nada mejor que la fenomenal descarga que protagonizaran en el Salón Elegante (Hotel Riviera) Tony Pérez (Cuba ) y Antonio Hart (EU), quienes en compañía de músicos multinacionales dieron el cerrojazo a la tercera jornada del Plaza 2000 al ras del suelo y en contacto íntimo con el público.