LUNES 18 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť El ingreso de los elementos sorprendió a clientes


Inspeccionan agentes federales seis bares en busca de droga

Ť Subprocurador de Procesos Penales de la PGR encabezó el operativo al que acudieron 70 policías y 20 agentes del MP

Gustavo Castillo García Ť "Te lo dije, cabrón; esto es por tu culpa. Yo estuviera bailando en otro lugar, pero no, tu necedad nos tiene aquí. Sí, güey, tú dijiste vamos al Rímel y uno aquí haciéndote caso", se recriminaban unos jóvenes, entre ellos dos menores, cuando se percataron de que agentes federales cayeron por sorpresa en uno de los seis discobares del DF que fueron inspeccionados la noche del sábado para buscar narcóticos.

Everardo Moreno Cruz, subprocurador A de Procedimientos Penales de la Procuraduría General de la República, encabezó a 70 policías y 20 agentes del Ministerio Público Federal, quienes llevaban dos perros para inspeccionar cada uno de los lugares.

Aunque no encontraron droga, los funcionarios consideraron que el operativo tuvo éxito, pues al final de cada revisión las protestas por el retraso de la diversión eran las menos, aunque no estuvieron exentos de ser despedidos con gritos de "šuleros... uleros!".

A medianoche un convoy de 28 camionetas partió de las instalaciones de los servicios periciales de la PGR hacia el sur de la ciudad.

El MartiniBar fue el primer sitio en ser inspeccionado. Ministerios públicos y agentes federales bajaron corriendo de las suburban y se introdujeron en el lugar. Los comensales se mostraron sorprendidos.

Los agentes que llevaban a los perros fueron los primeros en ingresar en el Sgarta, Lhooqui, Menage, Calígula y Rímel, este último en la colonia Guerrero.

El ingreso siempre fue sorpresivo, pero la tensión de los primeros instantes se diluía en cuanto uno de los comandantes de la Judicial, a través del equipo de sonido del lugar ,les decía: "Buenas noches. A nombre de la PGR solicitamos su cooperación, pues ante los altos índices de delincuencia en la ciudad se hace necesario realizar operativos en busca de estupefacientes o armas en los centros de diversión. Colaboren, por favor, para no retrasar más su diversión".

Los asistentes, tal vez por los efectos del alcohol o de la algarabía del momento, pedían a los fotógrafos que les tomaran una placa, alzaban las manos, se dejaban "basculear". En algunos sitios, cuando se daban cuenta de la presencia policial hasta les aplaudían, en otros se repetía el grito: "šuleros.. uleros...!".

En el Calígula, una chica rubia lucía un bikini con la bandera de Estados Unidos, su actuación fue interrumpida por los judiciales. Uno de los table dance más famosos del DF fue visitado en busca de droga.

La rubia se acercó a uno de sus compañeros, al parecer el gerente del lugar, y le dijo: "Y yo qué voy a contestar cuando me pregunten a qué me dedico?" El le respondió: "Pues a entretener a los clientes".

En el lugar, durante la inspección, se detectó que algunas personas portaban armas; con discreción, dos agentes y un comandante de la PJF hablaron con ellas y se dieron por enterados que traían los permisos correspondientes. Entre los policías se corrió la versión de que eran los escoltas del hijo de un gobernador y que por ello estaban armados.