LUNES 18 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť CIUDAD PERDIDA

Ť Miguel Angel Velázquez Ť

Ť Amenaza de desempleo en el GDF

Ť Seguirán los intocables del sindicato

El fin de este año en la capital de la República promete bastante movimiento y muchas reflexiones sobre lo que vendrá con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Pero si el movimiento y la reflexión son el horizonte para quienes están ahora al frente de la función pública en la ciudad de México, hay otros que miran su futuro inmediato en medio del complejo problema del desempleo.

En la bandeja del correo electrónico, un lector de este espacio, quien al mismo tiempo es un empleado de confianza del gobierno central, asegura que los trabajadores llamados de "confianza" sufren ahora una especie de "trato vengativo" por parte de los nuevos funcionarios.

Dice que se les está exigiendo presentar sus renuncias con fecha 5 de diciembre sin darles derecho a pago por vacaciones, y explica también cómo quienes ahora están a cargo llegan a pedir las renuncias "sin ningún oficio y sin la intervención de la contraloría".

La situación para estos trabajadores no es suficientemente clara. Al parecer no existe ningún tipo de evaluación sobre su trabajo ni se presenta tampoco alguna opción que les permita finalizar el año con una situación menos difícil que el desempleo.

En el esquema estructural que define la organización de los puestos de trabajo en el gobierno de López Obrador hay una gran cantidad de sobrantes y los recortes se hacen indispensables para aterrizar los proyectos del jefe de Gobierno.

Esto es verdad, pero de ninguna manera podría pasarse por alto, por un lado, la justicia laboral tan necesaria en estos tiempos del gerencialato y después el carácter humanista, sello particular de una gestión como la del actual jefe de Gobierno.

Tal vez López Obrador no esté enterado de las formas como actúan algunos de los funcionarios contratados, pero las cosas son de ese modo, según nos platica este empleado de "confianza" de quien prefiero no dar su nombre.

Pero el asunto no para allí, la gente de "confianza" en su malestar se empieza a organizar para tratar, por la vía legal, de hacer valer sus derechos, es decir irán hasta la demanda en caso de que se les despida sin cumplir con las mínimas reglas de justicia.

Y no piden demasiado, exigen, si van a ser despedidos, el trato correspondiente a su labor y su esfuerzo porque uno por uno, a fin de cuentas, logró establecer un sistema de gobierno que no fue rechazado por la ciudadanía y que llevó al PRD a reiterar su triunfo en la capital.

La decisión de adelgazar el tamaño de la burocracia capitalina, como se dijo, tiene que ver con los planes del nuevo gobierno, pero es necesario explicar, más allá de los bandos, el deber que pretende cumplir López Obrador.

Sobre todo esto hay otros trabajadores intocables. Mucha de la gente del sindicato del gobierno capitalino, de tan probada deshonestidad, seguirá en sus puestos de trabajo y continuará mermando la credibilidad del gobierno en el asunto de mayor preocupación para toda la población: la corrupción y la impunidad.

Un ejemplo claro de esta terrible situación la denunció también el propio jefe de Gobierno. Allí está el problema en la Tesorería. Si fueron los mandos medios y superiores quienes salieron despedidos, pero en las ventanillas, en las cercanías de cada una de las oficinas recaudadoras hay controles bien establecidos de gente dispuesta a seguir con la misma situación.

La corrupción es un todo que hay que erradicar y no darle, por ningún motivo, posibilidades de fortalecerse. Hay testimonios publicados de empleados sonrientes para quienes la campaña de honestidad no tiene ningún efecto porque pertenecen al sindicato.

De esa forma la organización de los trabajadores es hoy, según se ve, un peso mucho más difícil de llevar que el de los empleados de confianza. Si el sindicato se ha convertido en el aval de la impunidad, habrá que enfrentarlo. Las dudas al respecto podrían ser el fardo que hunda el barco de López Obrador.

Total, contra los empleados de confianza habrá que ejercer, como ellos dicen, una "venganza" inexplicable pero dura, profunda, total nada más eran de "confianza".

De simulaciones

Hay veces que uno ya no sabe qué pensar. Escuché al secretario de Gobernación hacer una defensa desesperada e increíble de las acciones religiosas de Vicente Fox. Dijo, por ejemplo, que el estandarte de la Virgen de Guadalupe o el crucifijo o la comunión en vivo y en directo el día de la toma de posesión no fueron preparados, y advirtió que en estos tiempos los políticos podrán ejercer la religión que profesen sin ninguna simulación.

No como antes que se escondían de para asistir a los actos religiosos hasta de su propia familia. Pero también habló del Estado laico, es decir que no es eclesiástico ni religioso y es independiente de la autoridad de los organismos religiosos. Tal vez por eso "simulaban", tal vez por eso.

Ahora que ya somos democráticos, según el secretario de Gobernación, cada quien deberá manifestar sus creencias en cualquier parte, aún en actos públicos, para no simular, es decir ahora vamos a simular ser un Estado en donde las creencias religiosas tienen su propio peso.

Lo más extraño de este capítulo estriba en que nadie, en ningún momento habló de la complicidad Estado-Iglesia que tanto daño hizo a este país. Pero eso no importa, a fin de cuentas no es más que historia, nada más.

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