LUNES 18 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť "Ya se destapó", decían; prosiguen celebraciones
Alivio de los pobladores tras cada exhalación de Don Goyo
Ť Los choferes ya se quieren ir, pero les pagan mil pesos por autobús
José Gil Olmos, enviado, Santiago de Xalitzintla, Pue., 17 de diciembre Ť La exhalación que el Popocatépetl lanzó a las seis de la mañana, trajo un poco de alivio a la población que se niega a salir de sus moradas ubicadas a las faldas del volcán. Sólo los habitantes que viven a diez kilómetros del cráter -más de 4 mil, según autoridades estatales- siguen desalojados y, por tercer día, se mantuvieron en los magros refugios instalados en los poblados vecinos a Don Goyo.
Hoy la tierra no se movió, y el Popo sólo sacó fumarolas de agua y ceniza a varios kilómetros sobre la punta de su cabeza. Las volutas de humo gris se veían desde lo lejos y casi eran festejadas por los habitantes de Xalitzintla, que al igual que el volcán sacaban un aire de alivio desde el fondo de sus pechos cada vez que había una exhalación. "Ya se destapó", decían.
Este domingo nadie se movió de sus tierras. Nadie quiso refugiarse en los albergues, y los llamados de evacuación del secretario de Gobernación, Santiago Creel, y del gobernador Melquiades Morales, fueron desatendidos por lo pobladores, que siguieron celebrando misas y procesiones a la Virgen de Guadalupe.
Los cohetes para ir a misa fue el sonido que despertó a muchos. Desde el púlpito de la iglesia de San Nicolás de los Ranchos, a un lado de Xalitzintla, el sacerdote Roberto Jiménez pidió a sus feligreses usar los autobuses que estacionaron las autoridades en el pequeño zócalo para alejarse del peligro.
Oyen la oración, pero no la aceptan...
Sus oraciones fueron escuchadas, pero no aceptadas: "Ya no se fue nadie; no quieren dejar sus casas; yo tampoco, y ya me regañaron", confiesa en tono de cómplice desde su farmacia la coordinadora de salud del pueblo, María de los Angeles Apanco, y asegura que ahora sí hará caso a las autoridades del pueblo de San Nicolás.
Junto con Xalitzintla, este pueblo es uno de los que se ubican en la barranca de Huiloa y serían de los más afectados por el río de lajas y lava que el Popo lanzaría en caso de erupción.
Aunque es temprano, por la radio se escuchan las súplicas de las autoridades para que los habitantes de estos poblados desalojen la zona, ante la impredecible condición del Volcán.
Más de 800 autobuses y microbuses han sido enviados para mover a la gente, pero las unidades siguen estacionadas en la carretera o en los poblados. Muchos choferes alegan que ya quieren irse, pero los organizadores les esgrimen que están pagando mil pesos por autobús y 500 por micro, y por eso no pueden regresar a Cholula o Atlixco, de donde los trajeron.
A unos 15 kilómetros se observa nuevamente que el volcán saca una nueva exhalación. Don Eleuterio Sevilla recuerda la mala experiencia de la ultima gran evacuación -21 de diciembre de 1994- cuando tuvieron que abandonar sus casas.
"No es que seamos necios pero, mire, la última vez que el volcán explotó decidimos salirnos porque veíamos cómo salía la lumbre de la punta y, luego, cómo venían rodando las piedras prendidas por toda la montaña", explica, moviendo las manos, a la altura de su pecho, emulando una de las rocas.
"No es que seamos morosos -prosigue-, pero la otra vez, pues tuvimos que dejar nuestras mulas, caballos, los cochinos, gallinas y guajolotes. Nos fuimos con todo y familia varios días al albergue de Cholula y, cuando regresamos, todo estaba vacío. ƑSabe cuánto cuesta un caballo? Como ocho mil pesos. El caballo es muy importante para nosotros; con él trabajamos y nos movemos", dice señalando el automóvil de los reporteros, haciendo una comparación.
-ƑPero no le da miedo?
-šClaro! Pero no podemos abandonar lo poco que nos queda. Estamos jodidos, p ero no queremos estar más.
Don Eleuterio sonríe para aminorar el cierre de su explicación: "Bueno, ustedes están haciendo su trabajo, pero también alarman a la gente. Miren -señala hacia el volcán-, está tranquilo, y en la tele dicen otra cosa. Bueno... yo entiendo que ustedes hagan su trabajo, que tengan que hablar, que tengan que decir algo, pero... Bueno, cada quien en lo suyo, pero yo digo que no va a pasar nada ƑO ustedes qué dicen?".
La fiesta
Una fila de camiones de la 25 Zona Militar aguardan a un costado de la presidencia municipal, y una docena de soldados aprovechan la mañana para jugar una cascarita de futbol. Al fondo de la calle una banda de música ambienta la procesión de la Virgen de Guadalupe, que va de visita por nueve casas. Es mediodía y los músicos aprovechan el tiempo de las oraciones para tomarse una cerveza. Los cohetones explotan en el aire y, más al fondo, detrás de la barranca, el Popocatépetl suelta una nueva fumarola.
Los reporteros que deambulan por el zócalo se aburren y, ante cualquier voluta de humo, miran hacia el cráter con la esperanza de algo más. Nada, Don Goyo sigue tranquilo. Ante la inactividad, un reportero se muestra esperanzado de que llegará el secretario de Gobernación, Santiago Creel, a Xalitzintla, después de la reunión en Cholula. Poco le dura la ilusión y al mediodía lanza su desesperanza: "Ya me dijo el comandante que no vendrá, vámonos".
Los albergues
Más arriba, por el Paso de Cortés, el acceso ha sido cerrado por el Ejército. Del lado de Atlixco, las comunidades de San Pedro Benito Juárez, San Juan Tototepec, Colonia Agrícola y Huexcoapa fueron desalojadas desde el viernes y sus moradores enviados a cuatro albergues de Izúcar de Matamoros.
Una mampara del Ejército instalada en el Cecyt de esta última población señala que fueron mil 730 los albergados el viernes por la noche. Pero también informa que más de 300 ya regresaron a sus casas.
En los refugios de Atlixco y Cholula también hay noticias de que los campesinos han retornado a sus comunidades, principalmente a Xalitzintla y San Nicolás de los Ranchos, localizados fuera del cordón de diez kilómetros de alto riesgo.
"Nos queremos regresar porque allá tenemos nuestros animalitos, pero ya nos dijeron que no podemos porque hay peligro", dice don Ignacio Durán, que vive en San Pedro Benito Juárez, ubicado a sólo seis kilómetros del cráter.
Recuerda que el viernes por la noche tuvieron que dejar sus casas porque se veía el fuego saliendo del cráter. Pero ahora dice que ya está tranquilo, porque todo el día ha sacado fumarolas, lo que significa que "ya no tiene tapada la boca".
La familia de don Ignacio y otras cien más se encuentras refugiadas en las aulas de la escuela Lázaro Cárdenas, que han sido destinadas para albergar a los campesinos de la región en alto riesgo. En el patio del colegio los elementos del Hospital Militar del 16 regimiento de caballería mecanizada dan alimento a los cientos de niños y mujeres que, con platos y vasos desechables, son formados en fila. Otros médicos revisan a un grupo de mujeres y los jóvenes juegan en la cancha de basquetbol.
De los peroles sale arroz, pollo, frijoles y agua de sabor. "La ración alcanza para los niños, pero a nosotros no", dice don Ignacio mientras espera su turno fuera de una de las aulas.
Los salones de clase son el refugio temporal, pero no tienen las condiciones elementales. Con las ventanas rotas y los pupitres amontonados en las esquinas, una sola cobija es, para cada campesino, colchón y cobertor.
48 horas
Rumbo a Cuautla, Morelos, las noticias por la radio hablan de que en las próximas 48 horas el secretario de Gobernación, Santiago Creel, determinará si continúa la fase de emergencia, previa al desalojo obligatorio.
En Izúcar de Matamoros ya no se ven a los militares, policías y autobuses esperando nuevas órdenes para la evacuación. La tarde dominical transcurre apaciblemente. Sobre la carretera, a lo lejos, se mira al Popo lanzando una nueva fumarola y unos turistas paran su auto para tomar una foto. En el recorrido de más de 300 kilómetros, el volcán se ve como una chimenea que atrae a las nubes. Pero de cerca es una montaña encendida que asusta a los foráneos, mas no a los lugareños.
"No va a pasar nada", dijo desde la mañana en Xalitzintla don Eleuterio Sevilla, y don Ignacio Durán, de San Pedro Benito Juárez, repite lo mismo por la tarde. Pero en la noche, en la televisión, Santiago Creel manifiesta: "Hombre precavido, vale por dos; no hay que confiarse a pesar que el volcán se ve tranquilo... Hay que esperar 48 horas".