DOMINGO 17 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Néstor de Buen Ť
Los nuevos demócratas sociales
Estaba yo francamente preocupado por la idea de que los derechos de los trabajadores iban a verse vulnerados porque ya se ha declarado que el punto de partida de la política laboral será el famoso pacto de la nueva cultura laboral (NCL), producto de un acto de imaginación conjunta entre Fidel Velázquez y Carlos Abascal Carranza, presidente entonces de la Coparmex. Y es que los principios de la NCL no son precisamente propicios para los trabajadores. Rechazan la idea del conflicto, de la lucha de clases y buscan la conciliación de intereses pero bajo premisas de productividad, competitividad y calidad que piensan en el beneficio empresarial, pero no en el de los trabajadores. Lo que sin duda ha sido y será a partir de ahora la esencia de la política laboral.
El tema se venía preparando hace tiempo. En el discurso de Luis Donaldo Colosio del 6 de marzo de 1994, el entonces candidato del PRI se refirió, precisamente, a la NCL y, si la memoria no me falla, también a la necesidad de modificar las reglas de juego en materia de procedimientos laborales. Juan S. Millán, funcionario importante de la CTM entonces y hoy gobernador de Sinaloa, ha de haber sido el conducto, dada su proximidad con Colosio, para informarle de esas ideas.
Pero hay que recordar algunas cosas, particularmente a los protagonistas de esos hechos. Al hoy secretario del Trabajo corresponde la gracia de haber inventado la expresión en conversación cordial con un antiguo gobernador priísta, y también fueron protagonistas y lo son los representantes más notables del sector empresarial, particularmente de las cámaras industriales y comerciales y de la Coparmex. Con ellos aparecen los nombres tradicionales de los expertos de la CTM, de la CROM y de la CROC, centrales que a lo largo de muchos años, especialmente desde el Pacto de Solidaridad Económica de 1987, han venido celebrando acuerdos cuyo único resultado ha sido poner a los salarios muy por debajo de la línea de inflación.
Ahora me encuentro con la novedad de que el PRI, representado por Dulce María Sauri, y la CTM, por voz de su secretario general, Leonardo Rodríguez Alcaine protestan -y hacen muy bien en protestar- exigiendo que el presidente Fox cumpla su oferta de campaña, mejore los ingresos de los trabajadores y no someta a la clase obrera a un sacrificio injusto utilizando los salarios mínimos como ancla para detener la inflación.
En La Jornada del pasado miércoles 13 aparecen las declaraciones de Dulce María Sauri, que casi constituyen jurisprudencia: "La pretensión gubernamental de aumentar sólo 6.5 por ciento los salarios mínimos parece producto de un clasismo cerril incompatible con el papel que, constitucionalmente, está obligado a desempeñar el Ejecutivo como protector y promotor de los derechos sociales de los trabajadores". šNada menos, camaradas! Si lo hubiera dicho antes...
En la misma nota, el dirigente máximo del Congreso del Trabajo y de la CTM afirma que nunca aceptaron sus representados los aumentos pírricos que a lo largo de los años se hicieron a los salarios de los trabajadores. Pero en medio de un diálogo fuerte en el que el reportero le dijo que mentía, finalmente dijo que sí, porque eran cosas hechas, aunque no hayan sido hechas por el movimiento obrero.
Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el dicho. Y me llena de alegría que el PRI y la CTM hayan encontrado, špor fin!, su espíritu social. Ya es hora que al presidente Fox se le exija el cumplimiento de su oferta de mejorar la condición de los trabajadores. El aumento de 25 por ciento a los salarios mínimos que exige Rodríguez Alcaine es totalmente justificado. Claro está que puede chocar con la política de crecimiento reducido que ahora, cauteloso y discrepando bastante de lo que se dijo en los meses anteriores al 2 de julio, anuncia Francisco Gil, a quien no le faltarían razones para invocar múltiples antecedentes que fueron impuestos por los hoy críticos.
Ya me imagino al SUTERM encabezando una huelga general para exigir mayores aumentos de salarios de los que pretenda dar la maléfica Comisión Nacional de los Salarios Menos que Mínimos. Y estoy seguro que ese movimiento sería respaldado por todos los grupos sindicales que hoy conforman el Congreso del Trabajo. Veríamos, špor fin!, huelgas por solidaridad que difícilmente la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje se atrevería a declarar inexistentes.
Por supuesto que si dan los propósitos de la NCL las reglas que tendría que aplicar la JFCA bajo el mando de Virgilio Mena, serían las mismitas que los nuevos culturosos laborales han venido proponiendo a través de muchos proyectos para un código procesal laboral, el último nada menos que en octubre de este año. Y como al fin y al cabo soñar no cuesta nada, es posible que en un momento de inspiración el Congreso de la Unión, olvidando sus diferencias, se lance entusiasmado a la aprobación de una LFT totalmente neoliberal.
De que es posible, es posible.