SABADO 16 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť Forma parte de los títulos publicados por los 40 años de Ediciones Era


El viaje, ''huracán de recuerdos'' de Sergio Pitol acerca de la perestroika

Ť Un mundo atroz y desolado fue el resultado de ese proceso social en la ex Unión Soviética

Ť El escritor veracruzano viaja a Italia para recibir el Premio Internacional Belluno en Venecia

Arturo García Hernández Ť En 1986 Sergio Pitol hizo un recorrido de dos semanas por la Unión Soviética. Quería ser testigo del ''deshielo político" propiciado por la perestroika, proceso impulsado por Mijail Gorbachov. Encontró un país efervescente de libertad, esperanza, creatividad. Las experiencias de aquellos días quedaron registradas en un breve diario que es la base de su libro más reciente, El viaje (Ediciones Era), que lo refrenda como uno de los autores más cosmopolitas del panorama literario mexicano.

Cuando Pitol releyó los apuntes que había hecho 14 años atrás, se sintió en medio de un ''huracán de recuerdos", pues en esas pocas páginas ''estaba encapsulada toda la sorpresa que me provocó aquel mundo que renacía, donde las conversaciones, las películas, las obras teatrales, el trato con los escritores, eran apasionantes".

Lo que Pitol vio fue un mundo en movimiento, donde las viejas concepciones del realismo socialista se estaban derrumbando y el vacío que dejaban era cubierto por otras más frescas en las cuales afloraba ''un enorme talento literario, plástico, cinematográfico".

Lamentablemente la burocracia comunista no supo interpretar esos cambios y se negó a promoverlos y emularlos: ''El resultado fue un mundo atroz, culturalmente desolado". Donde antes no se publicaba la literatura ''muy formalista" o la que no se ceñía a los cánones del realismo socialista, ''ahora no se publica si no es literatura de entretenimiento, los best-sellers".

Escritura de contrastes

En menos de dos meses de maratónicas sesiones que a menudo iban de las nueve horas de un día y terminaban a las tres de la mañana del siguiente, Pitol transformó el diario en un libro que, a fin de cuentas, constituye ''un homenaje a la literatura y a la cultura rusas".

En conversación, ayer, con la prensa, el escritor veracruzano recordó que en su niñez enfermiza sus únicos compañeros fueron los libros:

''A los 12 años empecé a leer a los escritores rusos. En el primer año de secundaria leí los seis volúmenes de La guerra y la paz, de Tolstoi. No sé que podía entender entonces de ese libro inmenso, pero no podía dejarlo. Esos libros me ayudaron a sobrevivir, a vencer las enfermedades e hicieron que mi niñez fuera muy feliz. Mi literatura se alimenta de eso y quizá ésa es la razón por la que trabajé con tanta pasión y tanto gusto El viaje".

Igual que obras anteriores como Pasión por la trama y El arte de la fuga, El viaje es un alebrije literario donde conviven la crónica, el ensayo, las memorias, el artículo, el cuento. Está construido ''entre el sueño y la vigilia", entre ''el carnaval y el desenfreno onírico".

Hago -dice Pitol- ''una especie de conjunto de textos que no tienen la misma tonalidad ni el mismo ritmo, y parecen muy ajenos unos de otros, pero me interesaba crear esos contrastes, ciertos efectos formales. Es quizá lo más radical que haya yo hecho en cuanto a estructura".

Sin embargo, el autor de La vida conyugal rechazó ser un narrador vanguardista: ''Nunca he sido un escritor de vanguardia, pero me he nutrido mucho de los procedimientos de la vanguardia". Aunque, resaltó Pitol, ''ahora ya no hay vanguardia, es uno de los signos de los tiempos. Ni siquiera en Francia o Alemania, que se jactaban de sus experimentos literarios o musicales, respectivamente. Y ya no hay vanguardia porque ya no hay dinero para apoyarla, porque no deja dinero".

El viaje forma parte de los títulos que conmemoran el 40 aniversario de Era, editorial donde Pitol publicó su primera novela, El tañido de una flauta, en 1971.

Sergio Pitol viaja hoy a Italia, donde el día 21 recibirá el Premio Internacional Belluno, que toma su nombre de una pequeña ciudad de la provincia de Venecia. El galardón, al que aspiran italianos y extranjeros, se le otorga a Pitol por el conjunto de su obra: ''He sido traducido al italiano y a la vez lo que me dio reconocimiento en Italia fue un prólogo muy amable y generoso de Antonio Tabucchi. Cuando me avisaron del premio me dijeron que también me lo daban porque habían visto en mi obra mi interés por Venecia, a la que trataba no sólo como un lugar, como un espacio, sino como la protagonista del relato".