VIERNES 15 DE DICIEMBRE DE 2000

 

Ť Horacio Labastida Ť

Los comunicados del EZLN

Las comunidades zapatistas de Chiapas y el EZLN, que por medio del subcomandante Marcos informan al pueblo mexicano y al resto del mundo lo que sienten y piensan sobre los grandes problemas de nuestro tiempo, incluido naturalmente el indígena, reflejan siempre prudencia, honestidad y la fina ironía que suele introducir en sus comentarios su distinguido vocero, aunque la importancia de tal información radica en las palabras llenas de verdades que saltan de inmediato a la conciencia de quienes las escuchan. Sucedió así el 1o. de enero de 1994, cuando la rebelión mostró a la República la enorme mentira gubernamental del ingreso al primer mundo; los mañosos y oscuros velos cuidadosamente extendidos para ocultar la descomunal miseria de las masas y la cínica indiferencia de las autoridades ante tan grave situación viniéronse abajo cuando los guerreros de la selva ocuparon la bella y lascasiana ciudad de San Cristóbal, dignísima tribuna desde la que valientemente anunciaron su radical oposición a la política opresiva y entreguista del presidencialismo autoritario en boga. Fue aquel día maravilloso porque todos vieron un escenario revolucionario que purgaba el ya secular y cíclico engaño que burla y mancha a los mexicanos: desde entonces la falacia oficial padece ahogos, quebraduras y frecuentemente cae y rebota entre los trastos viejos del quehacer público. No cabe duda de que en aquel enero, en la tierra que acunó al heroico Belisario Domínguez, con el estandarte de la patria entre sus manos, los zapatistas, enfurecidos a causa de las injusticias, pudieron repetir la contundente frase de añosas escrituras: ''mi justicia tengo asida y no la cederé'', según lo han acreditado día a día en el transcurso azaroso y aperplejante de los últimos seis años.

Vinieron después, hacía 1996, los célebres debates y acuerdos adoptados en la reunión de San Andrés Sacamch'en de los Pobres. El gobierno federal aceptó una serie de compromisos básicos y, sobre todo, ocuparse de que las demandas indígenas quedaran consagradas como derechos legítimos en la Constitución Política: derechos ciudadanos de elección de autoridades conforme a sus propios procedimientos, así como los sociales, económicos y culturales, y otorgando a los pueblos la calidad de entidades de derecho público en todo lo relativo a sus relaciones con los gobiernos federal y locales, sin olvidar por supuesto su autodeterminación en el Estado mexicano; todo esto en la evidencia de que el conflicto zapatista gestó en el país la necesidad de establecer una nueva relación con los pueblos indígenas.

Admitir la pluriculturalidad y a su interior la reivindicación del indio fue paso generador de una esperanza que se apercibió a escala mundial. Sin embargo, las semillas tan afanosamente sembradas no han florecido. Negó el gobierno los compromisos que suscribiera en San Andrés y se opuso a tramitar el proyecto de ley que con el material recabado elaboraron los legisladores integrantes de la Cocopa, aceptado por el EZLN en 27 de noviembre de 1996. Poco después el texto fue rechazado por la Secretaría de Gobernación, sin perjuicio de relaborarlo en términos que los zapatistas repudiaron; esto ocurrió en enero del año siguiente, manteniéndose la decisión de suspender el diálogo con el gobierno e iniciando el largo silencio roto en noviembre pasado al enviar una carta al ahora ex presidente Ernesto Zedillo y comunicar al presidente Fox, el 2 de diciembre en curso, la postura zapatista ante su gobierno. La carta a Zedillo hace un análisis por igual del fracaso de su gobierno y de la felonía de su trato al EZLN, acentuando las persecuciones y muertes que sufrieron los pueblos; entonces le recuerda que a partir de su salida de la Presidencia "sabrá usted, señor Zedillo, lo que es ser perseguido día y noche... Porque a partir de ahora será muy larga la fila de quienes le quieran cobrar cuentas y agravios". La pesadilla que usted representa para nosotros agregan, termina, mas en su caso "la pesadilla no hará sino continuar..." Y el 2 de diciembre fueron una vez más ciertos y sabios: no basta con enviar el proyecto de la Cocopa al Congreso; para reanudar el diálogo es indispensable la salida del Ejército a sus antiguos cuarteles, el fin de la guerra de baja intensidad que acosa, el castigo de los autores materiales e intelectuales de los genocidios cometidos en Acteal y otros lugares, la desaparición de los paramilitares y el respeto a los derechos humanos de indígenas y no indígenas, sin perjuicio de declarar que de ninguna manera están de acuerdo con las políticas neoliberales y conservadoras que el actual gobierno alienta y propicia. Otra vez los zapatistas izan para México los emblemas de democracia, libertad y justicia.