VIERNES 15 DE DICIEMBRE DE 2000

 

Ť Silvia Gómez Tagle Ť

Las voces para un nuevo diálogo

En 1992 un grupo de indígenas de Xi'Nich caminó más de mil 100 kilómetros desde Palenque, Tabasco, hasta la ciudad de México para expresar su descontento. Ocho años después los indígenas de Xi'Nich y Las Abejas volvieron a recorrer a pie mil 374 kilómetros en 53 días, para recordarnos que sus demandas todavía están pendientes. No sólo en Chiapas no tuvo repercusión la reforma electoral de 1996; tampoco en muchas regiones del país, y todavía no se han asimilado los cambios provocados por las elecciones del 2 de julio. Las regiones indígenas en general son zonas que con extrema pobreza, se encuentran mal comunicadas, su territorio es montañoso y poco propicio para desarrollar una agricultura productiva, los servicios de salud y de educación son deficientes... Políticamente han sido regiones vulneradas por la represión, la presencia militar y el caciquismo, donde no se imparte justicia y con frecuencia se violan los derechos humanos.

La desesperación en que se han encontrado los pueblos indios y campesinos ha propiciado el surgimiento de algunos movimientos armados que han gozado del apoyo de la población, porque han expresado, de alguna manera, la lucha por la dignidad y la libertad política, pero a pesar de haber tomado las armas no han optado sistemáticamente por la violencia y menos por el terrorismo.

En estos nuevos tiempos en que tanto el presidente, Vicente Fox, como el gobernador de Chiapas, Pablo Salazar, reconocen que no se puede consolidar la transición a la democracia sin tomar en cuenta a los pueblos indios, es necesario indagar el fondo de los problemas que viven esas comunidades y las razones que motivaron el surgimiento de los grupos armados.

Esto no significa apoyar la lucha armada, sino entender los mecanismos de una política violenta que ha imperado por muchos años, a veces desde la Colonia, a fin de desactivar esas fuerzas locales que se pueden convertir en un grave riesgo para la transición democrática, en un momento en que el debilitamiento del PRI les permite mayor libertad de acción y en que los caciques estarán dispuestos a defender a toda costa sus privilegios. Al facilitar otras alternativas de acción y de comunicación política, la vía armada se quedará poco a poco sin argumentos. Recordemos que en los setenta la acción más eficaz contra la guerrilla fue la reforma política de 1977 y la ley de amnistía.

Por ello es indispensable entablar un diálogo constructivo e inclusive escuchar las razones de los pueblos en su propia voz y también buscar interlocutores diversos que permitan construir un lenguaje común para un diálogo que nunca ha existido. No se trata sólo de dar a los indios más y mejores servicios públicos, carreteras, créditos para el changarro o el vocho. Seguramente todo eso es necesario, como lo es para todos los mexicanos en extrema pobreza, pero el sentido profundo de las demandas indígenas, de las cuales el EZLN ha sido uno de los voceros más importantes, aun cuando no es el único, son los conceptos de autonomía y dignidad de los pueblos indios.

Esto supone, antes que otra cosa, reconocer el sentido comunitario de la vida y los proyectos de los indios. Crear una oficina cerca de la Presidencia para la atención de éstos o nombrar a un director del Instituto Nacional Indigenista que tiene una identidad y una militancia indígena puede ayudar a promover el diálogo, pero no representan un nuevo espacio de diálogo en sí.

Ese espacio tendría que construirse entre las comunidades indígenas y el Estado para generar un nuevo lenguaje que permita empezar a elaborar propuestas de reformas legislativas, leyes secundarias y acciones gubernamentales.