Ť Oró en el Tepeyac porque los legisladores modifiquen la ley pronto
Pide Arizmendi respetar los derechos de indígenas
Rosa Rojas Ť El obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, oró ayer en la Basílica de Guadalupe por los indígenas, porque se reconozcan sus justos derechos, se termine el racismo y se acabe ?en Chiapas y en México? la "pesadilla" de la inseguridad y la violencia, "aumentada por grupos armados". Asimismo, porque "pronto nuestros legisladores hagan los cambios necesarios en las leyes, para que se les reconozca su derecho a ser distintos, siendo iguales a los demás mexicanos en dignidad".
Entre los sacerdotes que concelebraron la misa para los participantes en la Peregrinación Jubilar 2000, de Acteal al Tepeyac, miembros de las organizaciones Las Abejas y Xi'Nich (La Hormiga), estuvo el actual obispo de Saltillo ?antes coadjutor de Samuel Ruiz en San Cristóbal?, Raúl Vera, quien afirmó que una sociedad que se construye sin escuchar a los que son víctimas del pecado de la injusticia y la opresión, no tiene futuro.
Vera, quien al inicio de su mensaje agradeció a Arizmendi la oportunidad de participar en esa concelebración, dirigiéndose a los 275 indígenas choles, tzotziles, tzeltales y tojolabales presentes resaltó el valor de lo que ellos están haciendo desde su fe, desde las riquezas que son los valores de las culturas indígenas. Ustedes, les dijo, son un signo muy poderoso que está respondiendo a una "estrategia de eliminación", ante una mentalidad que considera que sólo lo que es eficaz y lo que produce "en sus categorías" es lo que debe sobrevivir, lo demás debe desaparecer.
Al tatic Samuel, agregó, la historia de la Iglesia católica le va a agradecer haberlos hecho sujetos de su propia historia en todos los sentidos.
Durante su homilía, Arizmendi hizo múltiples citas a la historia que recoge la Iglesia católica de las apariciones de la Guadalupana al indio Juan Diego, a sus palabras maternales de consuelo, a sus miserias y sus dolores, e invocó a la Señora del Tepeyac para que mire compasiva a esos hijos suyos, "los más pequeños".
"Ya han sufrido mucho. Aún no llega el día en que se reconozcan sus justos derechos y se respete todo lo digno y noble que hay en sus culturas. Siguen padeciendo un racismo que se resiste a desaparecer. Varios miles han sido desplazados de sus casas y de sus comunidades, sobreviviendo en condiciones infrahumanas. Hace ya casi tres años, un 22 de diciembre, 45 indígenas fueron victimados mientras oraban y ayunaban por la paz. La inseguridad y la violencia, aumentada por grupos armados, no les permite llevar una vida tranquila y serena."
Agregó: "Todo racismo es contrario al plan de Dios, pues El nos hizo diferentes, pero iguales en lo fundamental. Y lo que El y la Virgen de Guadalupe quieren, es que apreciemos tanto los valores propios como los de otras razas, para construir la unidad, no la uniformidad, dentro de la legítima variedad. No es acorde pues, con la voluntad divina, la opinión de algunos mexicanos que desearían que ya no hubiera más indígenas en todo el país, porque los consideran un lastre para el progreso". Sería, dijo, "un desastre cultural pretender uniformar al país".
Además, el obispo de San Cristóbal de las Casas manifestó que "Chiapas necesita unidad, porque las divisiones desangran y destruyen. Los partidos políticos, como su nombre lo indica, parten a las comunidades y las enfrentan. Los intereses económicos y políticos de los grupos impiden ver a los otros como hermanos, y se llega hasta a lamentables asesinatos. Los desplazados de sus hogares, que sufren hambre y miseria por la intolerancia violenta y armada de grupos contrarios, son una señal clara de la descomposición social de varias poblaciones, que han dejado de ser las comunidades que antes habían sido".
Aseguró que la paz que Chiapas necesita no es la que se basa en el dominio de las armas, en la imposición del más fuerte, en la represión y en la cárcel, sino la que nace del respeto mutuo de nuestros derechos; de que nadie dañe a nadie ni en su integridad física o moral; de que todos cumplan sus obligaciones; de compartir generosamente con quienes padecen necesidad, para que éstos no se vean presionados a violentar el orden social.
"Lo más contrario a la paz es el orgullo de quienes sólo saben culpar a los otros, descalificarlos y ofenderlos. No es posible la paz cuando hay corazones engreídos, incapaces de reconocer lo bueno que tienen y hacen los demás. Los que se creen como dioses, porque no reconocen sus errores, se imaginan tener la solución de todo y consideran sus posturas como las únicas viables, son un estorbo para la paz, pues no saben valorar otros puntos de vista, se hacen incapaces para dialogar y, por tanto, de construir puentes de comunicación".
La misa, programada de dos horas, se prolongó 30 minutos porque incluyó el ritual de la danza de dos hombres con largas plumas de aves en las manos ?esto es oración, no folclor para divertirnos, advirtió Arizmendi?, otra danza en la que participó la mayoría de los presentes, incluidos los concelebrantes, y la intervención de dos de los peregrinos que durante dos meses caminaron para llegar al Tepeyac.
José y Víctor agradecieron el apoyo recibido al pasar por las comunidades, pueblos y colonias, y consideraron que cumplieron su trabajo al ofrecer ante los mexicanos "y ante el Padre Dios" su esfuerzo y su sudor, y al dejar a su paso las semillas de esperanza, paz, libertad y vida para los pueblos indios. Víctor pidió a la sociedad civil que se comprometa a cuidar esas semillas "para que nosotros, los pueblos indios y la sociedad mexicana en su conjunto, podamos llegar a esa paz verdadera, pero primero nosotros, que por siglos no hemos tenido lugar en esta patria".
Otro peregrino leyó las plegarias a la Señora del Tepeyac: "Por la libertad de los indígenas presos políticos; por el cumplimiento corresponsable, por parte de sus firmantes, de los acuerdos de San Andrés; porque nuestros hermanos zapatistas sean tomados en serio y así, sin abandonar las justas causas de su lucha, puedan dejar las armas; porque en el periodo de cambio social que vive México el pueblo no caiga en la tentación de la insurrección violenta, y el gobierno no vuelva a caer en la tentación de la represión violenta".
Miembros de Las Abejas entregaron un pequeño recipiente con tierra regada con la sangre de los mártires de Acteal, que recibió el mayordomo de la basílica para depositarla a los pies de la Guadalupana.
Por la tarde, los peregrinos de Las Abejas y Xi'Nich emprendieron el regreso a sus pueblos en autobuses.