JUEVES 14 DE DICIEMBRE DE 2000

 


Ť Orlando Delgado Ť

Ortodoxia presupuestal

La primera reunión entre el nuevo secretario de Hacienda y los diputados federales no logró establecer acuerdos básicos que permitieran que el presupuesto y la Ley de Ingresos se aprobasen con base en un consenso general. Por el contrario, las escaramuzas verbales mostraron que el tono de la discusión será áspero: las explicaciones de Gil Díaz culparon a las administraciones priístas de entregar una "asfixiante situación en las finanzas públicas", mientras la bancada tricolor reclamaba por el incumplimiento de los compromisos de campaña; en realidad, la propuesta presupuestal no difiere de los que hemos tenido en los tres lustros anteriores.

El tema que recorre la propuesta gubernamental es el del mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos: el de las finanzas públicas que, sobre todo, busca que el déficit sea muy reducido (0.5 por ciento del PIB), lo que implica que el control se ejerza por el lado del gasto, en tanto no se haya establecido una reforma fiscal; esta reforma pudo haberse propuesto en este año, lo que le hubiese dado al planteo presupuestal un margen de maniobra mayor. Sin embargo, los foxistas prefirieron recorrer el mundo, en lugar de sentarse a trabajar en una reforma fiscal, y ahora resulta que todos los problemas se explican por los errores del pasado.

Para sostener que el equilibrio fiscal es fundamental, Gil Díaz señaló que "cuando el gobierno gasta más de lo que sus fuentes de ingresos le permiten, se incurre en un mayor endeudamiento público, que reduce y encarece los recursos crediticios disponibles para financiar la inversión privada". Este argumento, propio de los libros de texto de hace 20 años, olvida elementos centrales del funcionamiento económico del sistema financiero de nuestro país; los bancos privados, desde la crisis de 1994-1995, se han retirado del crédito y, como lo advierten ellos mismos, no será fácil que se recupere, pese a nuevos diseños de préstamos hipotecarios que proponen tasas fijas a 25 años de 23 por ciento. Los recursos crediticios, en consecuencia, no están disponibles.

Además, los continuos golpes de mano del Banco de México al mercado de dinero, los cortos, tienen precisamente el propósito de reducir la liquidez del sistema, encareciendo el costo del dinero y, por eso, desestimulando su uso. El encarecimiento del crédito es producto de la política monetaria, lo que hace todavía más complicado que los recursos de los ahorradores efectivamente sirvan para financiar la inversión privada; como lo muestra la información financiera de los bancos, esos recursos se usan para intermediar operaciones en el mercado, tales como compra de divisas, de acciones, de papel gubernamental, etcétera, esto es, especular en el mercado secundario.

También olvida que en buena parte de los países miembros de la OCDE, en los que la inflación se ubica en rangos entre 3 y 5 por ciento, presentan resultados en sus finanzas públicas con déficits superiores a 2 por ciento del producto; ello cuestiona claramente la argumentación del titular de Hacienda y la propuesta presupuestal que se fundamenta precisamente en un déficit en las cuentas públicas que se caracteriza como cercano al equilibrio, esto es, a una situación en la que el gasto no exceda a los ingresos.

La ortodoxia gubernamental resulta desproporcionada y, sobre todo, decepcionante; los electores votaron por cambiar las cosas y esta propuesta repite exactamente la misma situación que hemos visto, con algunas novedades como el fondo para los microcréditos o el programa de combate a la corrupción que, sin embargo, serán marginales. Una muestra de esa marginalidad fue el resultado de la discusión para que los bancos de desarrollo pasaran a formar parte del sector de la Secretaría de Economía, lo que terminó manteniendo las cosas tal como estaban, en la Secretaría de Hacienda y en el segundo piso; en este aspecto también los cambios serán para después, cuando se hayan logrado consolidar los "equilibrios fundamentales".

En este marco, el planteo del presidente Fox, relativo a que se ha encontrado una situación en el gobierno mucho mejor de lo que esperaba, lo que le muestra que se hicieron las cosas bien, concluyendo que lo que les faltó fue una política de comunicación social adecuada, no es ingenuo; revela que la continuidad será la divisa verdadera, pero comunicada como el cambio que los electores esperaban.