JUEVES 14 DE DICIEMBRE DE 2000

 

Ť Octavio Rodríguez Araujo Ť

ƑQué es la izquierda?

uando hablamos de la izquierda, Ƒde qué estamos hablando? Durante varias décadas la izquierda era una corriente que luchaba por el socialismo. Hoy la izquierda es la que protesta, la que se opone a la globalización económica y al neoliberalismo, y la que nos habla de humanización del capitalismo y de la construcción ciudadana del mundo (que por mucho tiempo, desde los de Marx, han sido conceptos de la derecha).

Recientemente en París se efectuó un encuentro internacional precisamente titulado Por una construcción ciudadana del mundo, en el que participaron alrededor de mil 500 personas de 60 países. A un año de las protestas de Seattle y unos días después de las de Niza, once asociaciones (Actuel Marx, Espaces Marx Témoignage Chrétien y otras) convocaron a este encuentro para discutir lo que podría ser el contorno de otro destino común para los seres humanos y para los pueblos, según se lee en L'Humanité (04/12/00). Con muy pocas excepciones, como las de Alexandru Florian o de Catherine Samary, la mayoría de las intervenciones le dieron la vuelta a la perspectiva socialista o se concretaron a hacer análisis del socialismo, del movimiento obrero, del internacionalismo o de la lucha de clases en el siglo XX que está por terminar, pero no hacia el futuro. Hacia el futuro el tema de la sesión de clausura fue: ƑCuál construcción ciudadana del mundo?

El énfasis fue puesto, como lo dice la misma nota de L'Humanité, en los seres humanos (así, en general, y sin distinción de clase social) y en los pueblos. Se habló de radicalización de la democracia, de la mundialización de las solidaridades y, desde luego, de la construcción ciudadana del mundo. Esta abstracción (la de hablar de ciudadanos y no de clases sociales) pretendió justificarse en el hecho de que hay nuevos "actores" (como está de moda decir) que configuran el "movimiento social" y que tales actores son parte de la sociedad (así, en abstracto también) organizados en ONG, asociaciones humanitarias, sindicatos (cada vez menos) y otras que se distinguen de los partidos políticos "en crisis como lo está la política misma", según se dijo en el encuentro, aunque no se demostrara.

No pocas intervenciones, por cierto, descalificaron a los partidos políticos y su aspiración a tomar el poder, entre otras razones porque la transformación indispensable (no definida) no vendrá de las instituciones estatales ni políticas sino de la sociedad. Pero contra este argumento no se escuchó la necesidad de transformar a los partidos políticos, de hacerlos "más sociales" (es decir, menos burocráticos y menos de elites separadas de sus bases), para darles dirección política a los movimientos y organizaciones civiles que ciertamente actúan y ganan la nota en los noticiarios de vez en cuando, pero se quedan en la protesta sin proponer alternativa viable y no utópica.

En México la izquierda es también un concepto escurridizo, a veces asociado al PRD, otras veces al EZLN, otras a los movimientos que rompen las vidrieras de McDonald's. Y como no se sabe bien a bien qué es la izquierda, se incluyen en el concepto desde los anarquistas (que con frecuencia son de derecha) hasta los socialistas, pasando por los honestos (que curiosamente son menos de los que parecen), los democráticos, los amigos de los pobres, los defensores de los derechos humanos y de la ecología, los que plantean la reivindicación de Keynes o de la regulación de la economía, etcétera. Y esta izquierda, que quizá podría llamarse "nueva" una vez más, ha encontrado en conceptos "útiles" su justificación. Y en su pretendida actualización y adecuación al presente, esta "nueva" izquierda omite deliberadamente la mención al capitalismo, las clases sociales, el imperialismo y categorías semejantes, y por lo mismo, su crítica al capitalismo es en términos de sus desviaciones del modelo liberal ("porque neoliberalismo no es lo mismo que liberalismo") y de la democracia sustentada en este modelo.

Entre los conceptos útiles, tanto en el México de ahora como en el encuentro reciente de París, están el de sociedad civil, la pluralidad, las identidades sociales no clasistas y los ciudadanos, con lo que se escamotea la lógica totalizante del capitalismo y se afirma, aun sin querer, es decir, implícitamente, su inmutabilidad como sistema económico proponiendo, a lo más, limar algunas de sus asperezas, evitar desviaciones de lo que sería el modelo liberal (éste más como modelo que como realidad fáctica) o proponer un Estado que frene las desigualdades sociales y propicie la justicia social a partir de un gobierno menos malo que otro sin destruir previamente las bases de sustentación del Estado en los países capitalistas.