Por siempre viva el secreto de la lumbre
Eduardo Guzmán
La Tierra gira enferma. El Sol está cansado. Vivimos
en un mundo desbaratándose. Y Los que Van Delante no lo ven. Los
que Van Delante en realidad van hasta atrás, a la cola de la conciencia
universal de la vida; pero mandan. Por su tantísimo poder acumulado
para comprar y matar con la misma munición de oro podrido, mandan.
Industrializan la realidad al tamaño de su conveniencia. El verbo
que Dios nos dio es convertido por ellos en un changarro para putear: paz,
es una manera de sobrevolar el odio y la injusticia militar de Los que
Van Delante sobre Los de Atrás; progreso, es una manera acelerada
de morir y matar con miedo, sin memoria ni raíz. Y así, sobre
esos equívocos se levanta enana la grandeza de la civilización
moderna, tan especializada en escarbar misterios, pero tan ignorante, soberbia
y atroz para descifrarlos.
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Los de Atrás son mayoría. Babélica
y dispersa mayoría. Numerosos contingentes de Los de Atrás
extraviaron su conciencia en las madrizas de la historia. Los uniformaron
borrándoles su identidad y fueron arrojados a sostener las plantas
bajas de la modernidad. De Los de Atrás, sólo algunas naciones
supieron y pudieron guardar su fuego hasta nuestros días. Son los
indios del mundo. De Australia, de África, de la India, de Asia,
de América. ¿Cómo pudieron, desde su origen remoto,
llegar hasta hoy?, ¿para qué?, ¿qué rasgo profundo
los hace iguales? En su asombrosa diversidad, tatuada por la diversidad
de los climas y la geografía del planeta, los pueblos indios poseen
un rasgo común: recuerdan su origen. La ruta de sus antepasados
remotos es sagrada y está viva porque ellos atizan esa lumbre con
su baile, canto, siembra, peregrinación: con su vida cotidiana.
Su enlace con la raíz le da fuerza y orientación a su existencia,
armoniza su relación con todo lo que les rodea, porque saben que
forman parte del Todo y pueden entonces con la más exquisita poesía
agradecer y pedir vida y salud para todos los seres vivos del mundo. Ellos
son los cuidanderos del fuego ancestral. Sus tradiciones milenarias han
resistido en diverso grado el acoso de la civilización occidental;
pero se hallan malheridas. La fuerza de la tradición milenaria es
vulnerable a los microbios de la modernidad. En unas cuantas generaciones
el paradigma de la civilización occidental puede barrer con el conocimiento
acumulado durante miles de años por un pueblo y con el hábitat
al cual está fundido.
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El sobrecalentamiento del planeta Tierra es la fiebre
alta que padece la Madre que nos parió a todos. Lo que Los que Van
Delante no pueden entender más allá de la retórica
de la palabra envilecida, es que somos lo mismo, los distintos rostros
de la humanidad. De la gran familia del hombre que somos todos los seres
humanos, el Misterio puso por delante como guía al adolescente ambicioso.
En dos mil años y feria averiguó y construyó maravillas
hasta enceguecer y desconocer e intentar matar a su madre. Ese muchacho
es ya mayorcito pero no sale aún de su adolescencia espiritual.
Su borrachera. Su fandango sicópata. Su laguna mental. Nos encarrila
a todos rumbo al derrumbre. ¿Era esa su misión?, ¿qué
solución tiene la vida? Quitarle con la guerra el timón a
ese pinche muchacho es casi imposible: es un industrial de armas nunca
tan mortales como ahora. Educarlo, quizá, pero no se deja. Las lecciones
que recibe, como decíamos al principio, las industrializa al tamaño
de su conveniencia: respetar hoy a las culturas indígenas que no
tuvo tiempo de liquidar, es integrarlas a la iglesia de la Diosa Productividad
y convertir sus territorios en antros de ecocidio. Y hay organismos internacionales
para legalizadamente con biólogos en la bolsa continuar el saqueo
de las entrañas de la madre. ¿Qué solución
tiene la vida? Muerte en guerra, poesía, esperanza, no sabemos...
pero sí: muerte en guerra, poesía, esperanza.
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Lo que hay adentro hay afuera. Lo que hay delante hay
atrás. Lo que hay arriba hay abajo. Yo soy otro tú. Pues
yo también. Y entonces, cómo nos desenredamos de tanto enredo
y cómo luego nos unimos. Si desear y poseer hasta el delirio nos
enredó, abandonar esos afanes podría hacernos crecer y recordar.
Pero Los que Van Delante no cesan de poseer todavía más hasta
el derrumbe. Pues muerte en guerra. Y poesía. Con canto, con danza,
con amor. ¿Cuánto de lo vivo abarcará la muerte gracias
al olvido del hombre, cuánta destrucción? No sabemos. Es
un misterio. Apenas nos asomamos a él. Quizá nos estamos
derrumbando todos como un montón de piedras. Y aún así:
Poesía. La vida no se apaga nunca. Por siempre viva el secreto de
la lumbre.
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Quizá nos estamos derrumbando todos como un montón de piedras.
Amachínese bien en su canción, mi buen,
o sea, suéltese.
La talega del ego
y la garganta de grasa
escúpalas del cuerpo,
el temor, del espíritu.
Un instante nosotros nomás de coyote hambriento,
mas la vida no se apaga nunca.
Quizá nos estamos derrumbando todos como un montón de piedras
por un abismo.
Seremos en el lecho seco del fondo camino pedregoso
hasta que el viento arriando niebla nos bautice y comience todo
líquenes, musgos y tortugas nómadas.
Eduardo Guzmán: escritor, poeta, huicholero
como pocos. En San Luis publica una revista, medio literatura de cordel-medio
fanzine, para
que la gente del desierto, tanto pastor sereno
y sabio, lea de aquí y de allá, pues su
publicación no reconoce fronteras ni reglamentos. Además,
junto con los wixárika, Eduardo colabora por encargo, propio y de
la gente de Santa Catarina Cuexcomatitlán, en cuidar del jícuri
para que
no se lo acaben, para que le den buen uso, allá
en Wiricuta, en el desierto de Coronado, y en velar
por que el territorio huichol, que se extiende del mar
en Nayarit hasta el desierto de San Luis, se fortalezca como un corredor
cultural y de cuidado integral del entorno y de la vida toda. Ahora este
cuidado, promovido muy centralmente por Conservación Humana y que
respaldó el gobierno de San Luis Potosí, le ha valido al
pueblo wixárika un reconocimiento ecológico a nivel internacional,
en el marco de la celebración Regalos Sagrados para un Planeta Vivo,
en Katmandú, Nepal, los días 15 y 16 de noviembre. Este premio
lo otorgaron Felipe de Edimburgo, el Fondo Mundial para la Naturaleza (el
wwf por sus siglas en inglés) y
la organización británica Alianza de Religiones
y Conservación. Esta última es también
una
de las primeras instituciones en reconocer abiertamente
el derecho de los wixárika
a ejercer su propia religión.
Juan Rulfo