La Jornada Semanal, 10 de diciembre del 2000 

Germaine Gómez Haro
entrevista con Helen Escobedo
 
 

Estar o no estar
 
 
 
 

La trayectoria de Helen Escobedo incluye algunos aspectos muy valiosos de promoción de la cultura artística. Ha sido, además, diseñadora de vestuario, escenógrafa, museógrafa, precursora del arte-objeto, la instalación y la ambientación. Germaine Gómez Haro nos habla de todas esas facetas de la personalidad de Helen y, en esta ágil entrevista, le sacude el árbol de la memoria y obtiene una notable cosecha. Vale la pena hacer hincapié en una parte de su obra: "la de difícil clasificación, en especial sus collages sobre gráfica y fotografía intervenidos con dibujos de exquisita factura".







¿Cómo definir a una artista polifacética como Helen Escobedo? Escultora, diseñadora de vestuario y escenografía, museógrafa, precursora en México del arte objeto, la instalación y la ambientación. Creadora de obras híbridas de difícil clasificación, son notables sus collages sobre gráfica y fotografía intervenidas con dibujos de exquisita factura. Siempre presente, el dibujo es complemento fundamental de todos sus trabajos. Por si fuera poco, desde los seis años –y hasta la fecha– toca el violín... y la música que lleva dentro invade sus atmósferas plásticas.

Incursionó en el campo de la promoción cultural y en 1961 fue nombrada jefa de Artes Plásticas de uno de los recintos culturales más importantes de nuestro país: el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA) de la UNAM. A partir de 1974 se desempeñó como directora de Museos y Galerías de la unam, cargo que dejó en 1978 para supervisar el magno proyecto denominado Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria. En 1991 fungió como directora técnica del Museo Nacional de Arte y tras ello pasó a ser directora del Museo de Arte Moderno por un lapso de dos años.

Sin descuidar su intensa labor de promoción y difusión cultural, Helen Escobedo desarrolló una nutrida obra interdisciplinaria que ha recorrido museos y espacios alternativos en el ámbito mundial. Su interés se ha centrado en la creación de obra urbana, de la cual se deriva su búsqueda en torno a la escala humana. Esta investigación la conduce a la integración del arte y del espacio en la formación de "ambientes" denominados por ella "instalaciones permanentes" y "efímeras".

Actualmente se presenta en el MUCA una bien merecida y esperada exposición-homenaje a esta creadora-promotora, figura determinante en el panorama artístico mexicano de la segunda mitad del siglo. La muestra, titulada "Estar o no estar", se encuentra integrada por quince instalaciones-ambientaciones cuyo tema central tiene que ver con la presencia y la ausencia, la vida y la muerte, la permanencia y la fugacidad, la cercanía y la distancia, reflexiones que han rondado a la artista a lo largo de su trayectoria y que, de una u otra manera, afloran en sus eclécticas creaciones.

¿Cómo se siente con su regreso al muca, esta vez como protagonista de una gran exhibición?

–Estoy encantada y satisfecha con los resultados. Principalmente porque ha despertado mucho interés, como hemos comprobado en la libreta de comentarios, donde aparecen opiniones propositivas, cuestionadoras y divertidas. Sobre todo, lo que más me interesa es contar con el público local de cu, que es tan amplio y heterogéneo. Por eso coloqué el Bicivocho a la entrada, para llamar la atención.

–Platíquenos del Bicivocho.

–Es el artefacto más funcional de la exposición. Está muy bien concebido: se partió un vocho reciclado a la mitad y se le sacó absolutamente todo; se le adhirió parte de una bicicleta que lleva un periscopio para ver por encima de los camiones. Va perfectamente equipado para enfrentar la ciudad: lleva un tanque de oxígeno, mascarillas y un botiquín de primeros auxilios. Es un diseño mucho más seguro que los bicitaxis, que son realmente endebles. Funciona perfectamente: no estaría mal hacer una flotilla que circulara por la ciudad y hasta dentro de CU.

–Casi todos sus trabajos parten del reciclaje de elementos de orden cotidiano. Esto resulta evidente en la instalación que da inicio a la muestra: Ya no soy la que era.

–Así es. Aquí utilicé los restos de un muro que se cayó en mi casa. Vemos unos bustos cuya estructura está hecha de ese cascajo recobrado y reutilizado. Le goteo acrílico negro para sugerir ciertas facciones. Cada busto se refleja en un espejo que, en realidad, no es tal; es una lámina de plástico que se utilizó en el piso de una exposición anterior, por lo que la imagen aparece totalmente distorsionada. Así, al verse en el supuesto espejo, una se da cuenta de que ya no es la que era. Es una forma de tener presentes los cambios de una realidad absoluta. Dejé regado, a propósito, un poco de cascajo para que la gente haga la asociación y se dé cuenta que es el material que utilicé.

–Enseguida vemos unas especies de papalotes negros que penden del plafón. Al acercarnos observamos que están acompañados por una serie de dibujos que sugieren patrones de confección y diseños de indumentaria.

–Se llama Moda papalotera y hace alusión a la ligereza y propuestas absurdas de la moda. Pero también tiene que ver con la foto de un bombardero B2 que vi en el periódico. Sus líneas geométricas estilizadas me recordaron los patrones que he elaborado para vestuario y escenografía de teatro. Utilizo el diseño del bombardero para elaborar un patrón que, a su vez, se puede convertir en papalote. Aquí lo divertido es que esto va a servir como pretexto para la realización de varios performances que consisten en desfiles de moda alternativa, con la participación de actores e integrantes del Centro Universitario de Teatro.

–Tal parece que algunos de los bocetos que acompañan a las instalaciones se derivan de imágenes del periódico. ¿Las utiliza como fuente de inspiración?

–Sí, yo leo el periódico con tijeras en mano. Muchas de las imágenes que recorto pasan después al dibujo. También las utilizo para hacer collages intervenidos.

–Encuentro que cada instalación consigue conformar su espacio propio y, en su conjunto, la exhibición está perfectamente integrada.

–Yo me hice cargo de la museografía porque conozco este espacio como la palma de mi mano y sé cuáles son sus posibilidades. Así, se me hizo fácil levantar muros, bajar techos, oscurecer zonas, cerrar espacios, formar corredores.

–Se nota también un cuidado riguroso en la realización de cada instalación, hasta en el más mínimo detalle. Me da la impresión de que algunos de los artistas contemporáneos que trabajan instalaciones no son tan cuidadosos en la factura de sus obras. ¿Usted qué piensa?

–Yo creo que lo que sucede es que a veces no hay un estudio profundo del espacio que se va a intervenir y por eso no ponen tanto cuidado para que la obra se adecue. Yo busco, ante todo, la especificidad del sitio; me interesan los espacios alternativos que tienen "eco" propio, como minas viejas, parques públicos, ex capillas. Me pongo a escuchar lo que ahí está –o estuvo– e intento captar ciertas coordenadas que me ayuden a dar a ese espacio una nueva sonorización. ¡Ya estoy hablando como músico! En un museo o en una galería esto es mucho más difícil porque no hay esos "ecos". Lo que hice aquí fue reciclar materiales, elementos y mobiliario del propio museo; por ejemplo, las vitrinas que utilicé en Indumentaria para la guerra y la paz pertenecen al Museo del Chopo.

–El dibujo siempre está presente. ¿Es complemento de la instalación o tiene identidad independiente?

–Como se puede ver, muchos dibujos son de años atrás, de los ochenta y los noventa, ahora recontextualizados. Más bien ilustran estados de ánimo a propósito de las instalaciones. El dibujo me funciona así: ahí está la propuesta original, después viene la realidad –que es la obra en sí– y cuando ésta desaparece, queda el dibujo como único testimonio. Las instalaciones y ambientaciones que vemos aquí vienen acompañadas de sus bocetos, porque llevo años pensándolas, dibujándolas en mi libreta de apuntes. Sin embargo, no son una explicación. Para mí es importante que cada espectador haga su propia interpretación. Por eso no incluyo cédulas explicativas.

–Hay instalaciones que tocan lo "macabro" con gran ironía, como Malas noticias y Muerte sin fin. La verdad es que cuando me tocó entrar sola a verlas sentí escalofrío: son perturbadoras.

–Malas noticias es terrible. La hice originalmente hace unos años en Alemania, en un hospital clausurado. Yo elegí la sala de operación con sus camillas. Allá hacía alusión a las víctimas de las guerras con esos cuerpos yacentes hechos de puro periódico y malas noticias. En ésta hay variaciones, pues más que cuerpos me salieron como especies de larvas. Son cuerpos apenas sugeridos, deformes. Y los camastros son horrorosos, así como el instrumental quirúrgico –hecho con abrelatas, cuchillos, peladores, pinzas– envuelto con tapabocas. Respecto de Muerte sin fin aproveché la pintura mural del Valle de México desde Cuernavaca, del maestro Moreno –a quien pedí su autorización–, para proponer una visión apocalíptica de nuestra ciudad y sus habitantes. Cerré el espacio y lo oscurecí. Coloqué una cortina de malla negra frente al paisaje para simular el smog y acomodé en el suelo, recubiertos de tierra y hojas secas, quince bultos que semejan una serie de "petateados".

–Todo su trabajo está permeado por una constante denuncia: contra la injusticia, contra la barbarie ecológica, contra las incongruencias de nuestra urbe, contra la deshumanización y la frivolidad de la sociedad de consumo. En sus obras hay nostalgia, ironía, sarcasmo, humor negro y blanco pero, sobre todo, hay frescura y espontaneidad. Se observan, de pronto, aires apocalípticos pero... ¿también hay esperanza?

–Sí, definitivamente hay esperanza. Me considero una gran optimista y estoy encantada con esta exposición. Es más, ya quiero otra...