DOMINGO 10 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Carlos Bonfil Ť
El protegido
Los entusiastas de El sexto sentido, del realizador de origen hindú M. Night Shyamalan, encontrarán de nuevo a Bruce Willis en una historia de misterio, al lado otra vez de un niño de diez años, con el tema de lo sobrenatural como eje central del relato. David Dunn (Willis) es un hombre dueño de una enorme resistencia física, un hombre poco parecido al común de los mortales, pues en sus cuatro décadas de vida jamás se ha enfermado. No sólo eso: jamás se había dado cuenta de ello. En una escena "dramática", esposa, protagonista e hijo intentan recordar juntos si alguna vez papá ha padecido algo. La conclusión es perturbadora. El hombre es invulnerable, indestructible, unbreakable, como lo precisa el título original, que en español se vuelve escuetamente El protegido.
ƑProtegido por quién? ƑPor fuerzas sobrenaturales, extraterrestres, por un don divino? La explicación es mucho más azarosa, y se relaciona con el mundo de las historietas, con los comics de acción que devienen aquí objeto de culto. Con un oficiante mayor, Elijah Price (Samuel Jackson), que los colecciona y exhibe en su galería de arte. El propio David sería la encarnación de algún héroe de historieta, con fuerza sobrehumana y también con una vulnerabilidad secreta, su talón de Aquiles. En este caso al protagonista le señalan su debilidad (que mantendremos, como se debe, secreta), a la que se califica de "kriptonita". No es posible incursionar con mayor temeridad en un subgénero (el comic llevado al cine), donde sólo la comedia paródica o una avalancha de efectos especiales podrían garantizar resultados atractivos. Shyamalan se aleja en cambio del suspenso sobrenatural (realmente inexplicable e inquietante) de El sexto sentido, para narrar una historia absurda, presentar un desenlace arbitrario, y redondear el conjunto con reflexiones de candor imparable: "Vivimos tiempos mediocres --le señala Jackson a la esposa de Dunn--, tiempos en los que la gente ya no cree en lo sobrenatural".
Tiempos de paranoias colectivas, donde un hombre de familia, que atraviesa por muy soporíferos dramas conyugales, se vuelve súbitamente consciente de la violencia que le rodea. Presiente crímenes a punto de cometerse y no puede prevenirlos. Toda la cinta se vuelve así un catálogo de las actitudes compungidas y dolorosas de Bruce Willis soportando en sus hombros la miseria del mundo. Asiste impotente al triunfo del Mal sobre la Tierra, a violaciones y torturas, a asaltos a mano armada y actos terroristas, a atentados de odio racista, y sólo le falta enfrentarse al elemento capital sin el cual la historieta y la biografía del héroe quedarían incompletas: la irrupción de un supervillano. Esa es la sorpresa que reserva la cinta (y que tampoco revelaremos). No cabe sin embargo esperar de Shyamalan duelos titánicos ni de efectos especiales. El protegido es una cinta realista, por momentos intimista, deseosa de instalarse de lleno en la cotidianidad urbana señalando, con moralismo apenas disimulado, algunos de los vicios que aquejan a la sociedad moderna. Una cinta que insiste con simpleza: "La vida real no es como las historietas. No cabe en los cuadritos dibujados para contenerla".
El personaje de historieta con el que más identifica la cinta a Dunn es Sentry Man, El Vigilante, una variación de aquel ciudadano encolerizado que se hacía justicia por sus propias manos (Charles Bronson en El vengador anónimo, Winner, 1974), aunque Shyamalan tiene el buen tino de no hacerle materializar y satisfacer sus ansias revanchistas. El desastre habría sido tal vez total. Y habría contrastado con la elegancia de la fotografía de Eduardo Serra y con el misterio, tipo La dimensión desconocida (Twilight zone), que con destreza maneja la cinta cuando no se distrae y desgasta con elucubraciones esotéricas. Samuel Jackson logra una buena caracterización como opuesto exacto de Dunn, sobre todo en una escena en el interior de una tienda de historietas. Ahí consigue hacer olvidar el repertorio de obviedades que el guionista y director pone en su boca todo el tiempo.
Otro aspecto poco convincente en El protegido es la intensidad dramática. Un niño que amenaza a su padre con un revólver debiera provocar algo más que risa. La solución que da el director a esa escena y los diálogos que la acompañan provocan más hilaridad que angustia, y algo parecido sucede con otras secuencias dramáticas. Nada de esto se veía en El sexto sentido, su cinta anterior. No había ahí el lastre de historias conyugales mal explicadas, peor resueltas, e involuntariamente cómicas (Ella a El: "Dime si hay alguien más en tu vida, la respuesta no me afectará"), tampoco la oposición muy esquemática de personajes buenos y malos, y menos aún la tentativa de resumir el gusto por las historietas de acción de una manera tan deslucida y poco sugerente. Es de esperar que Night Shyamalan, un director bastante talentoso, tenga en el futuro la buena intuición de confiarle a un guionista más diestro el manejo de sus propias revelaciones.