SABADO 9 DE DICIEMBRE DE 2000
ƑLA FIESTA EN PAZ?
De la falsa apoteosis
Leonardo Páez Ť Si según las buenas intenciones que acompañan el inicio de todo nuevo régimen, el salario del Presidente de la República ascenderá apenas a 117 mil pesos mensuales, Ƒqué se le puede exigir a un torero que por una hora en el ruedo cobra cien mil dólares?
Se podrá argumentar que en su quehacer el Presidente no se juega la vida ni ingresa en dos horas lo que mete en taquillas el cobrón vestido de luces, pero la pregunta sigue vigente: Ƒqué exigirle a una figura del toreo que recibe 950 mil pesos por 60 minutos de trabajo efectivo, es decir, 15 mil 833 pesos por minuto o, si se prefiere, en diez minutillos más que el presidente mexicano en un mes?
Esfuerzos, disciplina, preparación, carisma e imán de taquilla al margen, ese torero debe salir al ruedo con un compromiso adicional: enfrentar auténticos toros de lidia, no su caricatura, puesto que sólo si de verdad se juega la vida adquiere sentido tan impresionante salario.
Desafortunadamente para el espectáculo taurino, hoy los salarios de los diestros no van en proporción directa al riesgo que corren, sino a la cantidad de gente que acude a las plazas al conjuro de sus nombres.
ƑY qué busca la gente cuando acude a una plaza?
Desafortunadamente nada que tenga que ver con la inteligencia de un individuo para resolver los problemas que le plantee un toro con edad y trapío -cuatro años cumplidos, no aproximados, y sus astas íntegras, con unos 480 kilos de peso real, no artificial-, sino un televisionudo concepto de ver torear bonito.
ƑPero ver torear bonito qué?
Pues algo parecido a un toro bravo, aunque no necesariamente sea ni toro ni bravo, sino novillote engordado en el que una docilidad repetidora sustituye a la bravura, esa capacidad de matar a quien se ponga delante si no domina cabalmente ni el miedo ni la técnica.
Por eso, mientras el gobierno capitalino no agarre, literalmente, al toro por los cuernos, es decir, meta en cintura a los llamados taurinos que quieren hacer y deshacer en su negocio, ignorando reglamentos, filosofía de servicio y equidad entre lo que cobran al público y lo que éste recibe a cambio de lo que paga, la llamada fiesta brava seguirá acusando falsas apoteosis, aproximaciones grotescas, toreografías sanguinolentas.
Además de una autorregulación con impunidad, Ƒcuál es el argumento que empresa y ganaderos esgrimen para que la autoridad no haga públicos los exámenes post mortem de las reses lidiadas? Ante las sospechas de falta de edad y pitones íntegros de las ganaderías que se han presentado en los primeros siete festejos de la temporada 2000-2001, Ƒel público sólo debe obedecer y callar?
El sigilo por parte de la delegación Benito Juárez, el vergonzoso sometimiento de varios jueces de plaza a la empresa, y la indiferencia de sucesivos gobiernos capitalinos hacia el espectáculo taurino, reducen a poco o a nada el que un juez ordene el indulto de un toro con aparente edad reglamentaria y obsequie cuatro orejas a otro de los alternantes, como en la histórica tarde del domingo pasado.