SABADO 9 DE DICIEMBRE DE 2000
La UNAM, "símbolo de la defensa por la solidaridad"
Garzón, por redefinir la soberanía
Karina Avilés y Georgina Saldierna Ť En relación con los reclamos judiciales que emprendió contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet, y recientemente contra el ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo, el juez Baltasar Garzón destacó ayer que el concepto tradicional de soberanía pierde sentido y alcance cuando se utiliza para propiciar la impunidad e impedir la persecución extraterritorial.
Recurrir "al perdón, al olvido o a la pérdida de memoria" para evitar la aplicación de la justicia tiene el gran riesgo de que antes o después regrese el "fantasma del pasado", puntualizó. La reconciliación sólo puede ser posible si se registra una catarsis colectiva que enfrente al Estado y a los ciudadanos al pasado bajo las reglas de la estricta legalidad.
En la ceremonia en que recibió la medalla Isidro Fabela -que por primera vez entrega la Facultad de Derecho de la UNAM-, Garzón señaló al Poder Judicial como uno de los principales corresponsables de que persista la impunidad de quienes cometieron delitos de lesa humanidad, pues ha estado más atento "a la obediencia política y a la complacencia económica" que al cumplimiento de su responsabilidad.
Destacó que el compromiso de la sociedad civil en la denuncia de crímenes ha propiciado "una auténtica revolución pacífica" que presiona a los poderes políticos, Legislativo y Judicial a tomar medidas antes no imaginables.
Condecoran al magistrado
El juez español llegó a México el miércoles pasado; su agenda de trabajo se ha mantenido bajo estricto secreto, salvo el acto que tuvo en el Palacio de Minería, donde recibió la condecoración. En medio de un discreto dispositivo de seguridad, el juez español llegó al recinto universitario a las doce en punto.
En el patio central lo esperaban el embajador de España, José Ignacio Carvajal; José Narro, en representación del rector de la UNAM, y el director de Derecho, Fernando Serrano Migallón. Su entrada al salón de actos estuvo marcada por un prolongado aplauso del selecto auditorio, compuesto por investigadores y maestros eméritos de la Facultad de Derecho, así como miembros del Consejo Técnico.
El directivo le entregó la presea de oro y luego de más aplausos se escucharon las reflexiones de Garzón. Comenzó con un reconocimiento a la UNAM, institución que representa "el símbolo de la defensa universitaria por la paz, la libertad, la solidaridad con los más desfavorecidos y la rebeldía frente a la injusticia del poder", como quedó "demostrado en la represión sangrienta del movimiento estudiantil de 1968".
Frente a estos acontecimientos vividos en México y repetidos en otros países en los últimos 50 años, la respuesta ha sido casi siempre la misma: "un silencio oficial ominoso y culpable que ha impedido la aplicación de la justicia", subrayó. En ese ámbito uno de los principales responsables o corresponsables ha sido el Poder Judicial, más atento a la obediencia política y a la complacencia económica que a asumir su relevante papel constitucional.
Advirtió que esta actitud del Poder Judicial pervierte el sistema democrático y destruye la confianza del pueblo en sus instituciones. Pero si actúa como instancia independiente, contribuirá al fortalecimiento del sistema democrático y alejará los comportamientos corruptos o partidistas, para colocarse al servicio de los ciudadanos.
Refirió que se viven los últimos momentos del siglo que dio luz a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero que también estuvo marcado por las sombras y la violencia, desde el genocidio judío por los nazis, hasta las violaciones masivas de derechos fundamentales en Latinoamérica.
Señaló que la realidad negativa fue producto no sólo de la desidia o los intereses políticos o económicos, sino también de la cobardía de los ciudadanos que huyen de la realidad. Afortunadamente, hoy el compromiso de la sociedad civil en la denuncia de abusos ha propiciado una auténtica revolución pacífica, añadió.
Esta revolución ha promovido una nueva conciencia ética y el derrumbe de las fronteras morales de la nacionalidad, la raza y la clase. Hoy, las violaciones a los derechos humanos no son ajenas a las comunidades internacionales, las cuales deben imponerse por encima de criterios obsoletos de no injerencia o agresión imperialista, sobre la base de la justicia penal universal.
Frente a los delitos de lesa humanidad, consideró que el otorgamiento del indulto o la condonación debería ser imposible, pues "permitir una injusticia significa abrir el camino a las que le siguen".
Hizo un llamado a los ciudadanos a mantener una actitud beligerante y abandonar el derrotismo ante ese tipo de crímenes. Les dijo que ha llegado el momento de contribuir a la refundación del "edificio de la democracia" mediante la creación de normas y estructuras que erradiquen la corrupción, la agresión y el uso clientelar del patrimonio del poder.