SABADO 9 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Luis González Souza Ť
Paz a la vista
Cuando el río suena, agua lleva. Muy a su manera, el río de la guerra ya casi cumple siete años de sonar recio en Chiapas. Y al mismo tiempo se confirma lo destructivo de sus aguas: desde la historia profunda de México, hasta cualquier posibilidad de futuro como nación digna y unificada. Es la guerra y sus causas lo que balcaniza, no las demandas de autonomía indígena.
Tan es peligroso el río de la guerra en Chiapas, que fue lo primero en ocupar al gobierno de Fox. Y es lo primero en perfilar una buena cosecha del cambio operado en las elecciones del pasado 2 de julio. Lo que no descarta la aparición en otros asuntos de frutos más bien podridos. Ya la sociedad decidirá, con sus propios hechos, si predomina la cosecha saludable o la cosecha venenosa.
Bien cultivado, el fruto de la paz no es poca cosa. Supondría la superación de grandes lacras, como el racismo, la explotación y la antidemocracia más rampantes. A su vez, una paz cultivada con los fertilizantes de la justicia y la dignidad, operaría como la catapulta del México por muchos tan soñado: un México multicultural, soberano, democrático y, entonces sí, próspero.
El cultivo de una paz justa y digna no es algo nuevo. Desde que estalló la guerra en Chiapas, la sociedad se movilizo y en cierto modo logró pararla. El EZLN aceptó no sólo eso, sino transformarse en una fuerza política conforme a los resultados de la correspondiente consulta a la misma sociedad que frenó la guerra. En cambio los gobiernos del viejo régimen, sobre todo el de Zedillo, se dedicaron a continuar la guerra bajo disfraces y pretextos múltiples. De la guerra abierta pasaron a la guerra de baja intensidad, y luego, a una guerra de alta hipocresía. Así colocaron a todo el país en los linderos del precipicio, mismo que dejaría sin sentido alguno a cambios como el del pasado 2 de julio.
Consciente de ello (suponemos), el gobierno de Fox ha comenzado por alejarse de ese precipicio. Su instinto de conservación parece tan grande como su instinto empresarial. Antes, sin embargo, tuvo que reescucharse el "silencio" zapatista a través de varios comunicados nada silenciosos, poco antes y después de la coronación presidencial de Fox.
En el comunicado del 30 de noviembre, el subcomandante Marcos termina de desenmascarar la hipócrita "doble estrategia" del gobierno zedillista: discursos de paz con hechos de guerra, pese a haber podido optar por la paz desde el inicio de tal desgobierno. El epílogo es contundente: los zapatistas mantienen su digna resistencia, Zedillo se va con la cola entre sus garras paramilitares. Y ante la disyuntiva de acabar o reciclar la "pesadilla" zedillista, el EZLN, por conducto de Marcos, vuelve a ofrecer la paz: "Nosotros haremos todo lo posible para que sea el mañana lo que florezca".
Los detalles aparecen en los comunicados del 2 de diciembre. Sobresale el anuncio del viaje que harán al DF, en febrero próximo, Marcos y 23 comandantes zapatistas a fin de encabezar una movilización de la sociedad para que el Congreso de la Unión conozca directamente las razones por las que debe aprobar "la llamada iniciativa de Ley Indígena de la Cocopa". A la aprobación de esa iniciativa se agregan dos "señales" que se esperan del gobierno de Fox para poder pensar en un nuevo diálogo de paz: 1) la liberación de todos los zapatistas presos en cualquier cárcel del país y 2) una desmilitarización que comience con "el retiro y cierre" de siete posiciones del Ejército en Chiapas (Amador Hernández, Guadalupe Tepeyac, Río Euseba, Jolnochoj, Roberto Barrios, La Garrucha y Cuxuljá). Siete de un total de 259 posiciones con las que hoy cuenta el Ejército directamente. El compromiso con el "nuevo amanecer" de Chiapas apareció en varios de los discursos inaugurales del gobierno de Fox. El mismo día de su toma de posesión comenzó cierto repliegue de militares en Chiapas. El martes pasado Fox envió al Congreso la iniciativa de la Cocopa. Además, ayer mismo inició el prometedor gobierno de Pablo Salazar en Chiapas.
Renacen, pues, factores de paz. Pero falta el principal: una mayor y mejor movilización de la sociedad. Mayor y mejor que la realizada en enero de 1994. Entonces se evitó la matanza militar de los indígenas zapatistas. Ahora es preciso evitar una masacre legaloide o demagógica, si alguien la intenta (y si vale prevenirla de esa manera).