VIERNES 8 DE DICIEMBRE DE 2000

 

Ť Horacio Labastida Ť

López Obrador y el poder político

En un ensayo que Antonio Caso escribió alrededor de dos meses después del magnicidio de Madero y Pino Suárez, el entonces joven filósofo hizo una reflexión válida aún en el México moderno. Sucede, escribió en El bovarismo de la ley (24 de abril de 1913), que en ocasiones un apóstol delata las fallas del gobierno; el pueblo lo sigue y triunfa la revolución, y cuando el flamante jefe asume el poder, reaparecen los pecados anteriores, dando lugar a que otro apóstol lo haga caer, ascienda al mando y repita el ciclo perverso de la democracia mexicana.

En las circunstancias de la posrevolución, el escenario descrito por Caso para el siglo XIX, replícase desde que Obregón y Calles se prometieron mutuas reelecciones, promesa concluida en La Bombilla (1924), asesinato que abrió puertas al dedazo de la jefatura máxima del hijo de Guaymas. El régimen del dedazo, vigente en el periodo Portes Gil-Abelardo Rodríguez, fue perfeccionado en 1947, cuna de la corporativización del Estado y los sectores sociales, gracias a la varita de virtud charrista, que Miguel Alemán manejara hábilmente.

A partir de ese año, y con un dedazo tonificado, los caudillos del presidencialismo autoritario se sucedieron sexenalmente en una atmósfera de elecciones fraudulentas sustentadas en el sufragio aclientelado que el pasado 2 de julio se metamorfoseó en el voto mercadotécnico, analizado desde 1964 por William A. Robson en The Governors and the Governed. La sucesión de apóstoles, cada uno siempre superado por su heredero, actuó en el teatro político de la repetida gran mentira que disfrazó el presidencialismo autoritario personero de elites económicas enhebradas al capitalismo trasnacional. El pueblo quedó reducido a mera expresión lingüística en los informes y discursos del titular en turno de la Presidencia: cada uno insistía en la falacia de su predecesor hasta el hartazgo ciudadano en que se acunaron los sentimientos de cambio revelados al permitirse la alternancia del PRI al PAN en Los Pinos.

En tal situación pública, Ƒcuál es la novedad que hoy simboliza Andrés Manuel López Obrador? La fundamental es que su elección nació de un voto ciudadano libre, sin vicios de aclientelamiento o mercadotecnia, que lo hizo cabal representante de la democracia electoral verdadera, en la jefatura del DF, comprometiendo su autoridad con la voluntad de la población. En consecuencia, el uso que haga del poder tendrá que modelarse en los sentimientos de las gentes, a fin de que la democracia electoral que lo llevó al triunfo se haga democracia gubernamental, o sea una democracia en la que el gobernante sirva a las mayorías gobernadas y no a los señores del dinero. Afortunadamente, así lo expresó López Obrador al tomar posesión de su cargo: sabe que el poder que ostenta no es más que el poder de una sociedad en lucha por liberarse de la opresión impuesta por Santa Anna hace 166 años, al derrotar a la ilustre generación de Gómez Farías y José María Luis Mora, en 1834, opresión que persiste, ahondada, en nuestros días. A las 6:30 horas del miércoles pasado, López Obrador y sus colaboradores iniciaron una tarea llena de los obstáculos creados por las estructuras que apuntalan los privilegios y fueros que sembró el obregonismo al disparar los cañonazos de 50 mil pesos, fuego iniciador en la actualidad de la extensa corrupción que daña por igual a la sociedad política y a la sociedad civil. Despejar tales estructuras exige el quehacer heroico que sólo el pueblo y sus auténticos lugartenientes pueden llevar adelante. Los enemigos son fácilmente identificables. En el primer frente están los funcionarios y no funcionarios que con el pretexto de la globalización han derogado de facto los supremos mandamientos constitucionales que dan vigencia al derecho eminente de la nación sobre sus recursos, así como la facultad de administrarlos que se otorga al Estado, para garantizar un desarrollo justo en beneficio de las mayorías y no de las minorías opulentas, ordenamientos burlados al ponerse en venta tanto el patrimonio nacional como las tierras ejidales y parvifundistas, poseídas ahora en las zonas prósperas por subsidiarias extranjeras y sus agentes locales; de esta manera se acata al interior del país la ideología neoliberal que abanderan las metrópolis acaudaladas de nuestro tiempo, ideología que alienta, entre otros aspectos, las utilidades empresariales reduciendo en todo lo posible salarios y sueldos de las masas trabajadoras. El resultado de las políticas neoliberales está a la vista: en torno de la capital de la República y de unas cuantas ciudades más, hay hambre y desesperanza entre millones de campesinos, obreros y clases medias.

La ventaja de López Obrador es que cuenta con el pueblo defeño, dispuesto a recobrar la grandeza mexicana. Esta es, nada menos, la enorme responsabilidad de quien ahora gobierna el Distrito Federal, por orden de la democracia verdadera.