MIERCOLES 6 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Arnoldo Kraus Ť
Bioética y el papel de la prensaŤ
Ni la bioética ni la prensa han escapado a ese conflicto generalizado que recorre muchos ámbitos de la conducta humana, y que bien podría englobarse bajo el término "crisis de valores". De hecho, la primera nació como respuesta a una serie de actitudes equivocadas, provenientes de la medicina y de la experimentación, que ponían en entredicho la calidad del ser humano como humano. En un sentido más amplio, la bioética surgió como antídoto y freno ante el avance de la ciencia y la tecnología. Con el tiempo, su presencia se ha convertido en fiel de la balanza y punto de referencia para orientar, cuando así sea el caso, el valor de la ciencia.
Mientras que la ciencia y la tecnología carecen en muchos sentidos de conciencia, los pensadores encargados de "humanizar" el conocimiento se han convertido en una suerte de alter ego, cuyo fin es cuidar los intereses de los enfermos y los sujetos de experimentación. Son, a la vez, una especie de puente que permite palpar los rostros del saber. En la sociedad digital, preñada de cables visibles e invisibles, sin cara y sin tacto, la bioética será, cada vez más, punto de referencia imprescindible. Por su lado, la prensa debería ser un espacio ético incuestionable.
La mass media ha desempeñado, desde siempre, funciones dicotómicas en las vidas de las comunidades y de los individuos. Informa y desinforma. Esconde y expone. Beneficia y perjudica. Es honesta y es corrupta. Se rige por códigos deontólogicos y se prostituye por billetes. En muchas naciones, los vaivenes previos han resultado en la creación de comités de ética o la instauración de un ombudsman para que vigilen la marcha correcta y moral de la información. Y no es para menos: tanto a nivel nacional como mundial observamos cómo el poder y la mass media construyen, y al unísono, cavan fosas. Lo importante sería que los caminos de la moral fuesen el peso de las plumas y los guías de los editores. No sólo como puntos de referencia, sino como adalides de conciencia.
Los medios de comunicación han adquirido fuerza inusitada. Baste recordar lo sucedido con los casos Stanley y Ramos Tercero, en donde sentencias, juicios, cadalsos y muertes se configuraron en torno a las palabras de los comunicadores. Mientras que el epitafio podría decir "la prensa como juez y los seres humanos como sujetos desechables", la paráfrasis sería "no ceder a los intereses del poder, sino velar por la construcción de lo humano".
En este ámbito, las interacciones entre la prensa y la bioética son muchas e indispensables. No hay un día sin noticias relacionadas con problemas bioéticos. Médicos asesinados por practicar abortos. Viejos abandonados que mueren por falta de atención médica. Riñones que son extirpados sin permiso. Donación "voluntaria" de córneas. Distribución inequitativa de fármacos para el tratamiento de sida. Imposición del IVA a medicamentos para mejorar la pobreza, y así sucesivamente. En la sección de cartas de los diarios, los lectores denuncian una miriada de anomalías, desde negligencias, hasta ruptura de códigos éticos.
Hay quienes están convencidos que la bioética será la filosofía del siglo XXI. Y tienen razón. La ecuación es la siguiente: el incremento de la pobreza y de la desigualdad es terreno propicio para mayores violaciones a los códigos éticos y mayor número de problemas derivados de esa mezcla insana. Difícilmente podría imaginarse un terreno más hostil: pobreza, corrupción y amoralidad. En ese entramado, temas como la eutanasia, la clonación, el transplante de órganos y el sida, entre otros, serán problemas cotidianos y arena de arduas discusiones. La contradicción y las preguntas son evidentes: Ƒcuál debe ser el papel de la prensa y de los médicos ante estas dobles morales?
Informar es construir. Indagar y ofrecer datos es fortalecer al individuo y a la sociedad. En muchos sentidos la prensa debe ser conciencia y material para cuestionar, para cavilar. En este mundo tan dispar, tan infinitamente injusto, la información debe ser también fuente de desobediencia. Ese entramado, el de sembrar ideas como conciencia, como semilla de democracia, debería ser una de las máximas aspiraciones de los comunicadores. Vinculada a la prensa, la bioética, cuyo leitmotiv podría ser primero el individuo y después el otro individuo, debe usufructuar el valor de ese medio para cuidar y mejorar la condición humana. La voz de los doctores, cuyo oficio es inseparable de la política y de la bioética, tiene la obligación, al reflexionar sobre las circunstancias que determinan la calidad de vida de las mayorías, de utilizar los rotativos para salvaguardar la moral médica, preservar la dignidad humana, buscar justicia y sembrar dudas. Ť
Ť Este texto es un fragmento de la conferencia Bioética y el papel de la prensa, leído en el curso "Aspectos éticos de la investigación en salud". Instituto Nacional de Salud Pública y Universidad de Harvard. Cuernavaca, primero de diciembre