Ť "No habrá divorcio entre pueblo y autoridades"
Ante Juárez, el gobernante rechazó desplantes autoritarios
Ť Refrendó sus compromisos de atender a los más pobres, enfrentar a la delincuencia e impulsar la participación ciudadana
Laura Gómez Flores y Angel Bolaños Ť Ante más de tres mil personas reunidas en el Hemiciclo a Juárez, Andrés Manuel López Obrador se comprometió a gobernar con tolerancia y sin desplantes autoritarios, cumplir sus promesas de campaña de atender a los más pobres, enfrentar la delincuencia e impulsar la participación ciudadana, pues "no habrá divorcio entre pueblo y autoridades".
Caminando
desde la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, sin una lluvia de papeles
de colores a su paso, apenas una salpicada de confeti al terminar su acto,
López Obrador llegó al monumento erigido en honor del Benemérito
de las Américas en la Alameda Central. Ahí, cambió
el discurso que traía escrito por otro improvisado y "de forma más
directa", pues ya no se dirigía a los representantes del pueblo,
sino al pueblo mismo, para pedirles "que me tengan confianza, no les voy
a fallar".
Pero en su primer acto público como jefe de Gobierno iba por más, quería una alianza y, así, invitó a los ciudadanos a trabajar de manera conjunta en la concreción de su programa de gobierno, desde sus casas, trabajos o escuelas, pues se requiere de organización para avanzar y hacer realidad el lema de "por el bien de todos, primero los pobres".
Casi media hora transcurrió desde que abandonó la Asamblea Legislativa hasta que logró subir al templete dentro del medio círculo del Hemiciclo. Al llegar, al unísono, las bandas de música de Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta y Tlalpan lo recibieron con fanfarrias, y luego por los altavoces se escuchó el slogan de su campaña: "Quiere, protege y defiende a la gente, López Obrador, honestidad valiente", que corearon sobre todo mujeres y niños.
En su discurso, que duró apenas nueve minutos, el jefe de Gobierno aseguró que no "se le subirá" el poder, porque cuando hay ideales la gente no cambia, sólo se transforman los que no tienen convicciones o principios, y una prueba de ello, dijo, es que no andará con guaruras, retando así a sus adversarios: "me pueden montar todas las provocaciones que se les ocurra, pero eso no me va a hacer cambiar de parecer, y mucho menos vamos a variar en nuestra firmeza de principios, pues vamos a seguir con la misma línea de compartir el poder y las responsabilidades con la gente, para hacer de México, la ciudad de la esperanza".
Los gritos y las porras no se hicieron esperar. Las voces de mujeres y hombres se escucharon al unísono: ¡Obrador, Obrador!, y él, sonriente y confiado en los pasos a dar, de tiempo en tiempo se sujetaba con ambas manos a los bordes del atril; golpeaba repetidamente con el puño derecho sobre su base; apuntaba hacia la multitud con la izquierda en un firme vaivén, y enfatizaba sus palabras inclinándose hacia la gente.
Los delincuentes tendrán que irse
"Les vamos a mandar, con hechos, el mensaje a los delincuentes, de que en esta ciudad no se va a poder operar, se van a tener que ir a otra parte, porque aquí va haber legalidad, justicia y orden". Y venían otra vez los aplausos, las porras y el ondear de banderines amarillos con las siglas del PRD, agitados por cientos de personas que al final buscaban acercarse para saludar al nuevo mandatario, sin lograrlo, pues nadie dejaba su posición de privilegio para darle la mano o una palmada en la espalda y desearle "buena suerte".
Al término del acto en el Hemiciclo a Juárez, López Obrador se trasladó al antiguo Palacio del Ayuntamiento, donde llegó acompañado de una multitud y las bandas de música, aun cuando él mismo pidió que no lo siguieran, "para no trastornar el tráfico".
Ahí, donde despacha desde ayer, acompañado de su secretario particular, René Bejarano, y sus hijos José Ramón y Andrés Manuel, "probó" la comodidad del sillón y revisó los siete teléfonos que se encuentran sobre su escritorio, de los cuales, dos son rojos, y "ojalá nunca los utilicemos", dijo apenado al darse cuenta de la presencia de algunos representantes de los medios de comunicación.
A las 15:30 horas el mandatario capitalino abandonó sus oficinas para dirigirse, en compañía de sus hijos, a su casa para comer en familia y regresar alrededor de las 18 horas para sostener una reunión de secretarios y, posteriormente, asistir a la verbena organizada en la Plaza de la Constitución para celebrar el inicio de su gestión.