MIERCOLES 6 DE DICIEMBRE DE 2000

Juárez, el fantasma del sexenio

Miguel Angel Velázquez Ť Se fue con el grito de ¡Juárez!, ¡Juárez! a su espalda. Así había llegado, así lo mencionó Andrés Manuel durante su discurso y esta vez ni la "V" de la victoria le sirvió para exorcizar aquel nombre ahora convertido en una sombra que seguramente lo seguirá durante los próximos seis años.

Vicente Fox arribó al histórico edificio de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y nada más al bajar de su camioneta lo lapidaron las voces de algunos habitantes del Distrito Federal: "Cuuuauhtémoc... Cuuuauhtémoc...", y aunque un tanto descontrolado, alcanzó a responder al griterío con la "V" de la victoria con la mano derecha, pero la gente reaccionó y la vocinglería se trasformó en un "Juárez... Juárez... Juárez..." que lo acompañó hasta la entrada al recinto legislativo.

No eran muchos los que gritaban, apenas unos cincuenta que habían burlado la vigilancia del Estado Mayor Presidencial y se apostaron a los lados de la calle de Allende y Donceles, pero cómo hacían ruido, cómo se escuchaban fuertes sus protestas.

Era la primera vez que Vicente Fox pisaba tierra extraña y los del DF le hacían notar su inconformidad a la entrada. Casi dos horas después salió del recinto, en donde esta vez el Himno Nacional se escuchó como más mexicano, más beligerante y el masiosare desgañitó gargantas.

Este es un acto republicano, se decía entre priístas, pero no muy recio porque por acuerdo decidieron no aplaudir, no escuchar, no mirar lo que sucedía en el acto al que asistieron, casi como micos orientales y, menos aún, manifestarse de acuerdo con cualquier dicho o hecho del nuevo gobernante del DF.

* * *

A las 9.30 de la mañana, en las oficinas de la fracción parlamentaria del PRI, los diputados se reunieron con su coordinadora para discutir la postura de la fracción en la sesión. La línea era no reaccionar ni para bien ni para mal durante el acto de toma de poder y para más detalle, hubo un legislador que amenazó con armar un "desmadre" si alguno de los priístas se manifestaba a favor de alguna de las propuestas de gobierno que escucharan. Entonces la reunión se convirtió en complot , en una cosa sucia, algo que olía a basura.

cardenas-arribo-tomaAl final de acto, Miguel González Compeán, vestido de negro como guarura, paseaba su complicidad pueril entre los pasillos de la Asamblea Legislativa y recordaba a sus compañeros que en unos minutos habría otra reunión en el Café Tacuba, con María de los Angeles Moreno, para sopesar cómo les había ido en la fiesta.

Total, una buena parte de los priístas que sólo aplaudieron cuando Andrés Manuel López Obrador hizo sonar el gabinete presidencial de Juárez, se sentían afectados por el silencio frente a otras propuestas de gobierno que hubieran merecido su aceptación y su aplauso, porque para ellos "el discurso de Andrés Manuel era bueno, tal vez muy bueno", aunque en la irreflexión, los de la línea dura no se dieron cuenta de que en su silencio acompañaron, para no variar, a los de Acción Nacional.

Pero ni falta hicieron sus voces. Desde casi todas las tribunas los reiterados aplausos a la memoria del general Cárdenas o de Juárez (tres veces) y el reconocimiento a la labor de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles en la capital del país hacían tronar palmas y los perredistas, y una buena parte de los invitados, bien que hacían notar su complacencia a las ofertas de la propuesta de gobierno.

Y conste que todo fue en orden. Nadie interrumpió, nadie lanzó improperios en contra de López Obrador o de Fox, se sentía el respeto de los legisladores por el nuevo jefe de Gobierno y el gran cariño por Cuauhtémoc Cárdenas, a quien la gente rodeó nada más para tocarlo, para verlo de cerca y decirle hola, ¿cómo le va?, o un simple: "seguimos siendo cardenistas, Cuauhtémoc".

De veras se sentía esa línea divisoria, pero también respetuosa, entre Fox y López Obrador. El mandatario del Distrito Federal lo ponía en blanco y negro en su discurso y Fox asentía con un movimiento de cabeza casi imperceptible cuando el de Tabasco advertía la diferencia entre los dos proyectos de gobierno.

Algún locutor, minutos después de concluido el acto, hacía notar cómo esta vez nadie se hizo el "payaso", ni trató de encarar a los diputados ni se pasó de la raya, y es que a decir verdad, el coordinador de la fracción del PRD en la Asamblea, Armado Quintero, tejió fino para hilvanar acuerdos que resultaran en una trasferencia del poder sobre terciopelo.

Las diferencias saltaban a la vista. Ahora, el jefe de Gobierno llegó en taxi, eso sí ecológico, pero taxi. El ya muy famoso Tsuru blanco se había quedado en el camino víctima de un bloqueo que López Obrador no pudo disolver y ni modo, echó mano de la tolerancia y salvó el escollo a pie y luego abordó el taxi para llegar a la casona de Donceles.

No, nada parecía igual. El presidente del PAN en el DF, José Luis Luege, bien atildadito, hacía la tarea en un asiento de galerías y subrayaba una y otra vez esa parte del discurso del tabasqueño donde advertía su deseo de achicar el aparato burocrático del gobierno, mientras Fox lo agiganta con puestos de nueva creación y mayor burocracia.

Por si fuera poco, López Obrador también fue a un altar, pero de la patria, donde otra vez, acompañado de gente que se reunió allí desde antes de las diez de la mañana, buscó la memoria de Juárez en su hemiciclo, para hacer sentir su vocación de servicio al país.

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Todo se mide en tiempos políticos y el poder de convocatoria de López Obrador se traduce en presencias de peso y de pesos: Carlos Slim, Juan Sánchez Navarro, Lorenzo Servitje, Roberto Hernández, Emilio Azcárraga Jean y también el poder del cielo en la tierra, junto al presidente del consejo de administración de Televisa, se situaba Norberto Rivera, el arzobispo primado de México, quien entrecerraba los ojos a la mención de cada uno de los mexicanos jacobinos enlistados en el discurso de López Obrador.

De cualquier manera hubo olvidos u omisiones. El discurso no hizo mención a los delegados políticos y a la Asamblea Legislativa, estructuras de gobierno fundamentales para transitar por durante seis años por las entrañas del monstruo.

En el acto de transmisión de poderes todo fue en calma, pero hoy el PAN abrirá fuego y en conferencia de prensa responderá al discurso de López Obrador y que nadie se equivoque, los azules no van a tirar con margaritas, los panistas se rigen por aquel viejo refrán que ahora cobra fuerza: "A Dios rezando y con el mazo dando".

Hace rato quedaron bien definidos los caminos y aunque puedan existir convergencias, los fines no parecen tener la misma meta. Ayer Fox recibió un Cristo como símbolo de su idea de gobierno, hoy Andrés Manuel López Obrador es depositario de un cuadro con la figura de Benito Juárez como arma de trabajo. Sí, hay diferencias. Así quedó para la historia, aunque los historiadores mañana lo nieguen.