Ť Violín, guitarra y caja de ritmos acompañaron a la portentosa voz
En suave ambiente dark, Murphy cantó ante unos cuatro mil fans
Ť El video The Grid, de Joana Woodward y el músico, abrió el concierto en el Salón 21
Juan José Olivares Ť Peter Murphy, ex líder de una de las mejores bandas de rock en la historia y artífice --como solista-- de la cultura glam con sus más de cuatro discos, llevó hasta el lugar más recóndito su voz, en un sublime, sencillo, místico y profundo recital de hora y media, realizado en el Salón 21, ante unos cuatro mil asistentes.
La atmósfera tersamente dark, que se apoderó del local de Polanco, hipnotizó poco a poco a cada uno de los seguidores de este ente de misticismo que, únicamente con la ayuda de un ecléctico violín, una guitarra abstracta, una caja de ritmos y una cavernosa y portentosa voz, creó un universo de intimidad y nostalgia al recordar todas y cada una de sus intensas poesías de cabaret expresionismo alemán.
Murphy
interpretó sus éxitos de solista en unas simples y volátiles
versiones, que terminaron por convencer a sus seguidores, quienes se le
entregaron cual dios terrenal, cual gurú-mesías.
La sesión inició con la proyección del alucín-video The Grid (La Cuadrídula) de Joana Woodward y Murphy, que originalmente fue proyectado en el UK Tour de 1980, de Bauhaus, y que muestra parte de la esencia de lo que fue el movimiento gótico-dark en esa década: el nacimiento de un licántropo.
Minutos más tarde sale el vampiro (no puede dejarse de ver como tal), con atuendo sencillo ("extremadamente hermoso", diría una joven), una canción a capella anunciando el tipo de concierto que se entregaría y la llegada de sus músicos: Peter Distephano, quien lo acompañó en su anterior visita, guitarra; Hugh Mars, violín, y Peter Butane, en la caja de ritmos.
Y se escucha All nigth long con la suave textura de una bien controlada sonoridad bucal, precisa, intensa que martilló hasta los huesos, para hacerlos vibrar. Keep me from harm, y los seguidores ya sentían el ambiente intimista que creaba Murphy, ya entregado, a sabiendas que tenía enfrente a sus súbditos-incondicionales que le coreaban y aplaudían cada movimiento de su silueta diáfana.
Murphy se colgaba su guitarra acústica para interpretar Indigo eyes y Subway, con la ayuda del spaninglish de los mexicanos, al tiempo que Hugh Mars usaba su violín como lira y Distephano su guitarra como violín, hiperclavados, provocando andanadas que elevaron a los vestidos de negro, pero no a los de seguridad (de nombre SOS), que esperaban cualquier oportunidad para sacar de forma ojete a los muchachos que creían "impertinentes". Ya hay que confiar más en la banda.
No obstante, las pulsaciones murphianas seguían para cumplir su cometido: llegar hasta el corazón y I'll fall with your knife para que las sensaciones cayeran hasta el límite irrisorio de su verdad acústica y de su poder de convocatoria y adoración. Volvía a colgarse su lira para regalarnos Marlene Dietrich's poem y Strange kind of love, que todos y todas, cantaron.
Dragnet drag y el violín se hacía más intenso, y la figura penetrante se incrustaba junto a su voz en los delirantes muchachos y muchachas que se conformaban con sentir de cerca a su razón de creerse dráculas: Peter Murphy. Hay que comentar que aunque el sonido del micro no era muy nítido, la voz de Murphy creaba la sensación de escucharla en discos compactos.
El músico inglés gritaba Recall y Gluting like a whale para despedirse efímero con la distorsión de la guitarra de Distephano que alargaba el encore. La luz ausente, pero el aura de Peter, traslúcida, permanecía en el proscenio. Y regresó con la incesante cadencia del violín propio para la rola Cuts you up, que provocó la gritería; era la que todas esperaban. Luego, Just for love y otro adiós.
Pero volvió y Wild bird flock me, pájaros salvajes que eran sus seguidores sublimados por una presentación casi plástica, moldeable e íntegramente insondable. Gracias de nuevo a Peter Murphy.