MARTES 5 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť Adolfo Castañón entrega libro de gozosa lectura, Por el país de Montaigne


Pagamos con servidumbre nuestro miedo a la libertad

Arturo Jiménez Ť A los hombres nos angustia la incertidumbre y necesitamos que nos digan por dónde va la historia, sostuvo el escritor Adolfo Castañón, quien precisó: "Como dice Erich Fromm, tenemos miedo a la libertad y eso lo pagamos con una servidumbre cómoda".

A la inversa, para Castañón, montaignista (o montañista) de siempre y actualizador permanente de su obra sobre Michel de Montaigne, el mensaje de este ensayista francés del siglo XVI es el de un hombre libre ubicado en el conocimiento.

Y definió a Montaigne como un ser maligno que mediante el conocimiento y la lucidez venció a la maldad para convertirse en un "hombre placentero y benévolo".

Ahora, por cuarta ocasión en forma de texto impreso, el autor de Recuerdos de Coyoacán revisa de nuevo su geografía montañesca y entrega un libro de lectura gozosa, titulado esta vez Por el país de Montaigne.

Editado por Paidós como segundo volumen de su singular colección Amateurs, Por el país de Montaigne fue comentado en días pasados por Fernando Escalante Gonzalbo, Sergio González Rodríguez y el autor, en una somnolienta librería-cafetería que poco a poco ingresó en el asombro ante la invocación de ese clásico francés.

Para Adolfo Castañón (DF, 1952), narrador, ensayista y traductor, los Ensayos de Montaigne son una guía en el arte de vivir, o mejor aún, de sobrevivir, "en medio de una atmósfera agobiante y opresiva".

González Rodríguez, a su vez, comentó que en este, como en los últimos libros de Castañón, encuentra la madurez de la obra y de la experiencia al haber dejado atrás la necesaria etapa de la "adolescencia" grafomaniaca y la "incontinencia verbal".

Castañón, resaltó González Rodríguez, ha hecho un descubrimiento fundamental: ubicar un "centro intelectual" o "centro espiritual" en la escritura de Montaigne. Y ello implica, dijo, la recuperación de un "ideal humanista".

Según él, Castañón realiza una "vuelta a la anacronía", pero con una actitud que tiene que ver con el presente, y una traducción de los símbolos que encierran la vida y la obra del pensador francés. Y eso lo hace, agregó González Rodríguez, en esta época "poshumanista" en que autores como Montaigne no tienen preminencia.

Otro descubrimiento de Castañón en la obra de Montaigne, dijo, es el del "simbolismo de la torre", en referencia a ese lugar del castillo en que vivió el pensador francés: un espacio de equilibrio, un centro de observación de la vida y del mundo.

Para González Rodríguez, de Montaigne se obtiene el aprendizaje de un "arte de vivir", una visión del mundo desde el amor propio, individual, más que desde preceptos morales. En fin, concluyó, el de Castañón es un libro "breve, profundo, clarividente".

Fernando Escalante Gonzalbo, por su parte, centró su intervención en definir a la colección Paidós Amateurs y asentó que en ella sólo publicarán quienes no sean expertos. "Frente a la pedantería didáctica de las obras de divulgación, preferimos la diversión", dijo.

Al respecto, Castañón planteó: "El amateur es en el fondo un indeciso, un hombre que tiene como intención primera su voluntad, buena o mala". Antes, se había definido a sí mismo como alguien que escribe con libertad, sin presiones, que no recibe becas ni tiene títulos o diplomas.

"Me siento un amoroso", dijo, como Montaigne, un "país" por el que, asume, no ha terminado de viajar. Y por ello confirmó la sospecha: su intención de entregar a futuro otra revisión del hombre de la montaña y de la torre.