MARTES 5 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Enrique Montalvo Herrera Ť
Fe, poder e irracionalidad
La Arquidiócesis de Yucatán organizó el foro Ciencia, razón y Fe, los días 23 y 24 de noviembre como parte del Jubileo del año 2000. En él participaron destacadas personalidades de la Iglesia católica, entre ellas el cardenal Pío Laghi, de la Congregación para la Educación Católica. El acto fue inaugurado por el gobernador de la entidad, Víctor Cervera Pacheco, quien dijo que "la ciencia y el arte no están reñidos con la fe, pues la fe nos permite externar conocimientos, externar mensajes a la humanidad y a mantener la limpieza del espíritu" (diario Por Esto, 24/11/00).
El núcleo principal del foro giró en torno a los lineamientos de la encíclica papal Fides et Ratio. Podríamos decir que constituyó un intento de divulgar su contenido entre la sociedad yucateca.
Es muy saludable que los católicos se aboquen a conocer su religión y a reflexionar sobre las propuestas de documentos tan importantes dentro de aquélla.
El referido foro, sin embargo, al igual que la mentada encíclica trasciende la cuestión meramente espiritual y se inserta claramente en las cuestiones terrenales, de ahí que merezca un análisis en términos políticos. La presencia misma del gobernador en la inauguración del acto, el uso de espacios públicos, la forma de dirigirse a la sociedad en general y, sobre todo, el tema central que parece perseguir Fides et Ratio, el de la verdad, reafirman el carácter eminentemente político.
En el documento citado, el Papa trata de reivindicar la existencia de una verdad absoluta. Aun cuando dice aceptar los diversos métodos filosóficos, inmediatamente precisa: "Una filosofía consciente de este estatuto constitutivo suyo respeta necesariamente también las exigencias y las evidencias propias de la verdad revelada. La historia ha mostrado, sin embargo, las desviaciones y los errores en los que no pocas veces ha incurrido el pensamiento filosófico, sobre todo moderno. No es tarea ni competencia del magisterio intervenir para colmar las lagunas de un razonamiento filosófico incompleto. Por el contrario, es un deber suyo reaccionar de forma clara y firme cuando tesis filosóficas discutibles amenazan la comprensión correcta del dato revelado y cuando se difunden teorías falsas y parciales que siembran graves errores, confundiendo la simplicidad y la pureza de la fe del pueblo de Dios". (Carta encíclica Fides et Ratio, pgr. 49.)
De lo anterior se deriva que para el Papa sólo es posible o válida la filosofía católica o sea la que se desarrolla supeditada a los dogmas de la Iglesia católica. Reduce así la filosofía, en el mejor de los casos a una especie de homilía "racional".
El Papa trata de reivindicar la existencia de una verdad absoluta, frente a otras posiciones filosóficas, a las que sólo menciona en general y descalifica gratuitamente sin entrar en diálogo verdadero con ellas ni aludir directamente o citar a sus autores.
Sólo hay una verdad y es la "revelada", y sólo es válido pensar a partir de esa revelación. Sólo hay un sentido posible en la vida (el trascendente cristiano), quien quiera buscarle otro está equivocado. El cardenal Laghi vino a repetirlo:
"-ƑDe qué le serviría al hombre el conocimiento si no posee la fe que le permita creer y superarse?
"-El avance de la ciencia alejada o disociada de la fe borra de los corazones cualquier intento de profundizar en la existencia humana". (Diario de Yucatán, 24/11/00.)
Se trata de propuestas tremendamente dogmáticas, con las que resultaría inútil e imposible entrar en diálogo. Frente al dogma sólo queda la posibilidad de aceptarlo o no, ya que no está a debate científico. Y el Papa sólo acepta el pensamiento que se supedita a los dogmas de la "revelación" y de la "trascendencia".
Merece la pena analizar el sentido de esta propuesta papal: Ƒpor qué descalificar a cualquier otra verdad? Para imponer la propia. ƑY para qué imponer la propia verdad? Para ejercer mejor el poder, nos diría Michel Foucault. Quien aspira a ejercer el poder o a mantenerse en él tiene que darle a su "saber" el estatuto de verdad. La "verdad" es un instrumento del poder. Por ello quien lo ejerce trata de imponer su verdad como la única y la absoluta, "la verdad no es libre por naturaleza, ni siervo el error, sino que su producción está toda entera atravesada por relaciones de poder". (Michel Foucault, Historia de la sexualidad, México, Ed. Siglo XXI, 1977, Tomo I, p. 76.)
ƑHacia dónde va esta imposición de la verdad? No se encamina hacia la vivencia de los valores propios, como en los cristianos de los orígenes, que no se proponían conquistar el mundo. Por el contrario, se orientan por "la vocación mundana de la Iglesia, su voluntad de con-vencer, de imponer su propia verdad moral incluso con el brazo secular". (Paolo Flores D'Arcais, "Dio esiste?", MicroMega, Almmanacco di filosofía, No. 2, maggio-giugnio 2000, p. 32.)
En otras palabras, la cuestión hoy es la conquista del poder terrenal, por la vía del control de las conciencias.
El problema de estas posiciones es que conducen a actitudes de intolerancia. Quien se considera dueño único de la verdad aspira a imponerla, incluso a través de las leyes civiles. Y de ahí al totalitarismo sólo hay un paso. Lo grave es que esta es la actitud que ha asumido un sector de la Iglesia católica.
Ante estas actitudes un filósofo cristiano de la talla de Leszek Kolakowski, quien ha vivido las consecuencias autoritarias de tales posiciones en su país (Polonia), sostiene que imponer "los 'valores cristianos' en la Constitución está fuera de lugar por razones más que sustanciales. Se trata de una expresión que no pertenece al lenguaje de la fe, sino al de la sociología o de la teoría ética (...). Quienes reivindican su inclusión en la legislación muy probablemente estén convirtiendo el cristianismo en una ideología, cosa que radicalmente no es. Los 'valores cristianos' en la Constitución no evangelizan las instituciones laicas, sino que paganizan el cristianismo". (Kolakowski, "Valori cristiani o Chiesa totalitaria?", en Micro Mega, 2/2000, p. 127.)
No deja de preocupar en México este empeño tan reiterativo de imponer por la vía legal los "valores cristianos". Lo más grave de todo es que este proceso se viene desarrollando en nuestro país a partir de la idea de que, como ha llegado al poder el partido católico, se hace necesario por consiguiente, "aprovechar la ocasión" para cristianizar las leyes, para imponer una especie de religión de Estado.
Quienes así piensan se olvidan de que, como apunta el mismo Kolakowsi, lo que amenaza hoy al cristianismo no son precisamente las "desviaciones" de la verdad, sino el dinero y los efectos del neoliberalismo, valores éstos que el nuevo líder católico hoy en la Presidencia, Vicente Fox, pretende impulsar a toda costa.
Como se ve, la posición de la Iglesia católica se encuentra hoy llena de grandes contradicciones. Lo que sí resulta cada vez más obvio es que es "la vocación mundana (Ƒinsuprimible?) de la Iglesia la que contamina su diálogo con el no creyente y con la filosofía". (Flores D'Arcais, art. cit., p. 32.)
En la medida en que lo que la orienta son sus objetivos de poder y expansión, queda muy lejos la cuestión de la búsqueda de la verdad, que inicialmente aparecía como el centro. La cuestión de la verdad se perfila entonces como un dispositivo para someter a creyentes y no creyentes, a los comportamientos dictados por los valores políticos y espirituales de la Iglesia.
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