MARTES 5 DE DICIEMBRE DE 2000

 

Ť José Blanco Ť

Expectativas renovadas

La sociedad mexicana inaugura un nuevo tramo histórico. Este tramo será nuevo probablemente por lenta transformación, como lenta ha sido en general la transición, dado el carácter fuertemente conservador de amplias capas de la sociedad, incluidas diversas corrientes que se piensan a sí mismas como de izquierda. Las expectativas de la sociedad se han renovado profunda y ampliamente, y en ello ha jugado un papel decisivo el discurso de toma de posesión de Vicente Fox. Difícilmente hemos oído en el pasado, como hoy, en un marco de suyo lleno de esperanzas, un discurso tan colmado de compromisos y de generación de expectativas. Ya se sabe: la brecha entre la meta incumplida y lo que realmente sea alcanzado, dará el tamaño de la frustración. Por eso resulta notable el tamaño inmenso de los compromisos contraídos en ese discurso.

Fox se comprometió con el respeto pleno a la división de poderes, con el avance decisivo en el combate a la pobreza y a la desigualdad social, con la eliminación de la corrupción, la rendición de cuentas ante el Congreso y ante la sociedad, y la abolición de todas las formas de autoritarismo y de violación a los derechos humanos; con el respeto a la ley y la aplicación cotidiana de la misma, y con la solución del conflicto en Chiapas, la justicia a los pueblos indígenas, el crecimiento con estabilidad macroeconómica, la "revolución educativa", y la lucha contra el narcotráfico. Con la reforma del Estado y la vigencia real del estado de derecho; con la equidad en la distribución de la riqueza y la reconstrucción de un consenso nacional para la continuidad de la reforma política; se comprometió asimismo con la consolidación del avance democrático y con la descentralización y la revitalización de la federación y con el abatimiento de la inseguridad pública; con la irrestricta libertad de expresión y con la extinción de toda forma de discriminación. Un programa de objetivos abrumador. Debemos suponer que Fox y su equipo han medido posibilidades y riesgos.

Ciertamente, como se ha dicho en este espacio, es la hora de la sociedad, no la de los partidos políticos. Ciertamente debemos entender que sin el concurso de la sociedad y en especial de los partidos políticos representados en el Congreso, el programa es, sencillamente, imposible. Como nunca la sociedad lo sabe, ahora que a nadie entregó el Poder Legislativo. Por eso, probablemente, como nunca la sociedad estará vigilante.

Pero también, el primer día de contacto entre el Congreso y el nuevo Poder Ejecutivo se halla lejos de ser paradigmático de la colaboración absolutamente indispensable que la sociedad espera.

Los objetivos del programa de gobierno anunciados por Vicente Fox recogen en lo fundamental los sentimientos de la sociedad y del conjunto de los partidos. Acaso deba destacarse una excepción, para una parte del PRI y para el PRD, representada en la creencia suya de una incompatibilidad insuperable entre estabilidad macroeconómica y justicia social. Este tema, por tanto, debe ser debatido sin cuartel: es la base principal del calificativo indiscriminado de "neoliberal" a la política macroeconómica en curso.

Salvo eso, la convergencia en objetivos es amplísima. Por necesidad, las diferencias habrán de centrarse en los medios --las políticas y las estrategias-- para alcanzarlos.

Fox lleva razón al decir: "No se puede hacer política rindiendo culto a nuestras diferencias". Es menester "pasar de un pluralismo polarizante a una relación plenamente civilizada entre los distintos actores políticos".

"Todos estamos limitados por la correlación de fuerzas, lo que significa que ninguna expresión política podrá impulsar cambio alguno en forma independiente.

"En una sociedad plural no cabe la intransigencia, las visiones únicas ni las verdades absolutas. La tolerancia es imprescindible para consolidar la pluralidad en nuestra sociedad y para avanzar en una transición concertada, en cuanto a modalidades, fines, etapas y plazos.

"Lo que está en juego en los próximos seis años no es sólo el cambio de un partido en el poder. Está en juego algo mucho más significativo y profundo: las esperanzas de millones de mexicanas y mexicanos".

Por esas razones, el estilo perredista que en esta sesión inaugural exhibió el PRI, y que el propio PRD eludió, y algunas formas y tonos utilizados por el Presidente, resultan de entrada incompatibles con esas definiciones. Los priístas cargan en este momento una herida profunda, como diversos signos lo manifiestan. Es menester, entre otras cosas, un cuidado extremo en el trato y en las formas por parte del nuevo gobierno, porque sin el PRI de hoy el ambicioso programa anunciado está destinado al fracaso. Y sería menester, asimismo, coherencia del PRI con el excelente discurso pronunciado por Enrique Jackson minutos antes de la toma de posesión. Millones de mexicanos esperan su hora.