MARTES 5 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Marco Rascón Ť
La ciudad, entre auge y austeridad
Entre el primero y el 5 de diciembre existen dos discursos contradictorios y complementarios: el del auge y el éxito católico del gobierno federal, y la austeridad perredista luterana en el Distrito Federal.
El discurso del empresariado que ha tomado el poder político es un tren en marcha que ha convocado al país a una nueva unidad nacional: el progreso y el cambio. Frente a éste, el perredismo se refugia en el de la "austeridad republicana" y el juarismo como eje económico y presupuestal en la capital.
El discurso del poder se divide así entre "liberales y conservadores": donde los conservadores neoliberales defienden el auge, los liberales juaristas se abocan a la austeridad económica como valor moral, tras la renuncia de la izquierda al análisis marxista y a la construcción de una nueva perspectiva socialista.
El choque de discursos, sin embargo, es complementario dentro del gran esquema de la globalización. El foxismo plantea entre sus tareas una descentralización, cuyo objetivo es reducir la importancia política y económica de la capital de la República. Es el viejo sueño de la clase empresarial regionalista que surgió desde 1983 en Chihuahua con el neopanismo, y que hoy ha tomado el habla coloquial de Vicente Fox, y ya es una corriente nacional que lo ha reconocido como su ideólogo y político, porque unió los intereses oligárquicos, nuevos y añejos, nacionales y trasnacionales, católicos y sinarquistas, guadalupanos y neoliberales en un nuevo imperio. Francisco Barrio y Luis H. Alvarez son los chihuahuenses precursores; los guanajuatenses, sus impulsores; y los de Monterrey, ganadores.
Esa derecha empresarial va sobre la capital y para destruirla no necesitaba gobernarla, sino someterla al castigo y a la austeridad.
La contradicción entre el discurso foxista y el perredista podría ser funcional a las necesidades de esa descentralización dirigida desde los centros regionales alternos a la capital en manos del empresariado. Esto significa que la austeridad republicana podría convertirse en un complemento y aportación del perredismo para el recorte de presupuestos, achicamiento del gasto, ampliación del padrón de causantes fiscales que el foxismo requiere para aplicar en otras partes, recortes de personal en el gobierno federal, descentralización de secretarías de Estado, congelamiento de la gran obra pública de la federación.
Quizá el Distrito Federal sea beneficiario de las participaciones locales, pero le será retirada obra pública en Metro, vivienda, drenaje profundo, introducción de agua y transporte, consideradas despectivamente "faraónicas" por el gobierno local.
Aplicar el cambio estructural administrativo, económico y fiscal para la descentralización tendría un alto costo político para cualquier partido, lo cual hoy asume el perredismo en nombre de la honestidad y de la izquierda, y será ésta, y no el foxismo, quien dé la cara a los capitalinos sobre la insuficiencia de recursos. Nada mejor para legitimar el discurso de la austeridad que lanzar un balde de agua fría dentro del mismo gobierno y a sus funcionarios; sobre las expectativas en torno a salarios, viviendas, derecho de manifestación y servicios, pues el progreso será discurso exclusivo de la federación y el foxismo: la riqueza se verá en provincia, aquí el conflicto.
El discurso de la austeridad perredista es complementario de la política foxista en la medida que se achicará el gasto y se reducirá el personal del Gobierno del Distrito Federal, se dejarán intactos los negocios del Grupo Modelo, Coca-Cola y Pepsico, y que representan casi un tercio del presupuesto de la capital.
Sin lógica frente al discurso foxista se opta por renunciar antes que encabezar la lucha social frente a la vieja idea empresarial regionalista que siempre ha definido al Distrito Federal como una ciudad perversa.
La resistencia social contra el foxismo tendrá como escenario fundamental las calles de la ciudad de México. Aquí será la gran batalla, pues los empresarios necesitan una capital ad hoc para consolidar su nuevo imperio. Para enfrentar esta realidad, el PRD no se propone generar alternativas de conducción a las crisis venideras, sino šreglamentar las marchas! La posición es frenar y disciplinar los movimientos sociales a la consigna de la "austeridad republicana", dicha ésta no como imposición neoliberal, sino como convicción moral de la izquierda contra la corrupción priísta, que ya se fue...
Hace 23 años el Fondo Monetario Internacional impuso a México las recetas de austeridad como estrategia de recuperación. La clase obrera, sectores populares y la izquierda en su conjunto lucharon contra la austeridad, pues con ella se construían los cimientos del neoliberalismo y se destruía el sistema de bienestar social garantizado por la Constitución. Los priístas fueron cómplices, Ƒla izquierda también?