DINAMICA DE PAZ
En
los tres últimos días la circunstancia del conflicto chiapaneco
ha registrado más avances hacia la paz que en los últimos
cuatro años.
El primero de diciembre, al tomar posesión como
presidente constitucional, Vicente Fox anunció que enviaría
al Congreso el documento elaborado por la primera Comisión de Concordia
y Pacificación (Cocopa) para convertir en reformas constitucionales
y legales los acuerdos de San Andrés Larráinzar.
Tal anuncio, así como el retiro de retenes militares
de las comunidades zapatistas en Chiapas, que empezó ese mismo viernes,
fueron respondidos un día más tarde por la dirigencia del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la cual,
por voz de Marcos, comunicó sus condiciones para volver al diálogo
--convertir en ley los acuerdos de San Andrés, retiro del Ejército
de las zonas de conflicto, liberación de los zapatistas presos y
anulación del decreto expropiatorio firmado por Ernesto Zedillo
para convertir en zona militar tierras de la comunidad de Amador Hernández--
y anunció su determinación de enviar una importante delegación
a la ciudad de México, en febrero próximo, para impulsar
la aprobación por el Congreso de la iniciativa de la Cocopa. Ayer,
Fox celebró la respuesta de los indígenas rebeldes y expresó
la voluntad de su gobierno de cumplir con las condiciones planteadas por
los zapatistas para volver al diálogo.
A esos signos positivos y alentadores deben sumarse otros
elementos de distensión: la disposición de los integrantes
de la Cocopa a propiciar el diálogo entre los miembros del Legislativo
y los representantes rebeldes, así como el anuncio del gobernador
electo de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchía, en el sentido de que
está estudiando, desde ahora, los expedientes de los zapatistas
presos en Cerro Hueco a fin de liberarlos a la brevedad, una vez que tome
posesión del cargo, el próximo 8 de diciembre.
Esta dinámica virtuosa, que hace aparecer como
posible la consecución, en Chiapas, de una paz con justicia y dignidad,
y que abre perspectivas a una nueva relación del Estado mexicano
con las comunidades indígenas, no debe quedar circunscrita a una
interlocución entre zapatistas, Ejecutivo (federal y local) y Legislativo,
sino que merece el respaldo y la participación de la sociedad, la
cual, con sus movilizaciones, impidió, en diversos momentos del
conflicto, una escalada bélica que habría resultado nefasta
para el país.
Finalmente, los auspiciosos signos de paz y distensión
que ofrece el momento presente contrastan con el desinterés y la
provocación oficiales que caracterizaron la política zedillista
hacia Chiapas durante todo el sexenio pasado. Es pertinente tener en la
memoria esa y otras expresiones de autismo y soberbia presidencial, así
sea para garantizar que actitudes semejantes no se repitan jamás
ante ningún drama social como el de los indígenas chiapanecos.
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