LUNES 4 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť El huracán Keith los sorprendió y no alcanzaron a llegar a un refugio
Tres pescadores yucatecos volvieron a vivir, tras 24 días perdidos en altamar
Ť Un desperfecto en la máquina de su embarcación los dejó a la deriva del fenómeno natural
Ť El 16 de octubre recobraron las esperanzas al descubrir al barco Propemex 14, que los rescató
Luis A. Boffil Gómez, corresponsal, Mérida, Yuc., 3 de diciembre Ť Miguel, Ildefonso y Pedro, humildes pescadores yucatecos, todavía no creen en su suerte: volvieron a vivir. Los tres permanecieron durante 24 días perdidos en altamar, con algunos víveres, unos tambos de agua potable y a bordo de una embarcación sumamente endeble a los temporales que por estos meses suelen azotar las costas yucatecas.
Del 25 de septiembre al 17 de octubre los tres jóvenes, apenas en su segunda década de vida, vieron transcurrir mañanas y noches bajo la angustia, el temor y el peligro. En un momento pensaron lo peor. En sus atribuladas mentes recordaban a sus padres o a sus pequeños hijos y demás familiares. Narran que era duro imaginar que no los volverían a ver, saludar, platicar con ellos.
Y se encomendaron a su suerte, pero fieles creyentes, dejaron una pequeña "reserva" para la esperanza. "Al final, es lo último que muere", expresan Ildefonso y Miguel, ambos de tez morena, curtidos por el sol, recios y hasta con cara de chamacos.
La madrugada del 25 de septiembre Miguel Francisco Balam Cauich, de 23 años; Ildefonso Pool Canché, de 22, y Pedro May Polanco, de 23, se reunieron en el puerto de abrigo de Yucalpetén, comisaría de Puerto Progreso, 36 kilómetros al norte de Mérida, y abordaron la embarcación Angel Manuel, propiedad de un industrial del ramo pesquero. Luego partieron con rumbo a Isla Pérez, 30 ó 40 kilómetros al oeste de la comunidad porteña de salida.
Por espacio de tres días, los jóvenes trabajaron normalmente. Sin embargo, con su experiencia notaron que el clima se enrarecía y el mar se picaba. Por la radio que llevaban a bordo de la embarcación escucharon que el huracán Keith amenazaba la región sureste.
De inmediato, Miguel Balam, en su calidad de capitán de la nave, enfiló hacia un refugio llamado Isla Desterrada, que también conforma el parque nacional marino de Arrecife Alacranes. Pero no alcanzaron a llegar.
Un severo desperfecto en la máquina los dejó prácticamente a la deriva, mientras que los embates del huracán empezaban a bambolear la frágil embarcación.
Los pescadores narran que en esos momentos "la vida se les iba". Empero, la nave Angel Manuel logró resistir los embates del mar y las rachas fuertes de viento. Pero, sin más, quedaron al garete. Para colmo de males, la radio también "tronó". Y comenzó la desdicha.
Por casi 20 días, los desafortunados pescadores vieron pasar las horas interminables; quizá la buena fortuna de que otro barco los encontraría. Pero nada. Los escasos víveres empezaban a terminarse. El agua, las galletas y algún perecedero significaban el pan de todos los días.
"Sólo rezamos y pensamos en la familia"
La inquietud se tornó en angustia cuando los jóvenes descubrieron que la cubierta de la nave se llenaba de agua. "No podíamos hacer más: rezamos, rezamos y sólo pensamos en nuestras familias", comenta Ildefonso Pool.
"La mañana del 16 (octubre), estando en cubierta, descubrimos a la distancia un barco fondeado y decidimos que era ahora o nunca. Echamos un alijo (pequeña lancha) y nos pusimos a remar con desesperación. El riesgo era que la otra nave, al no vernos, partiera", indica Ildefonso.
Y vaya que remaron. Cinco horas duró la travesía hasta el barco anclado, el Propemex 14. Fue hasta ese momento que se enteraron donde estaban: en las inmediaciones de Cayo Arcas, Campeche. O sea, casi cien kilómetros fuera de ruta desde su punta original de partida 20 días atrás.
Los pescadores subieron a bordo, se alimentaron y narraron su experiencia a la tripulación. El Propemex 14 notificó a puerto y otra nave pasó a recogerlos. Para ese momento, familiares de los extraviados exigían ayuda para localizarlos, pero la búsqueda por mar y aire había resultado infructuosa hasta 48 horas después, ext enuados y semideshidratados, arribaron a Puerto Progreso. El reencuentro con los familiares fue emotivo.
Lo primero que hicieron los pescadores fue acudir a la iglesia más cercana y dar gracias. "Nunca perdimos la esperanza en Dios", dice Miguel. La odisea terminó y de su compañero Pedro May no han vuelto a saber nada.
-ƑRegresarán al trabajo?
-Somos pescadores, de eso vivimos -expresa Miguel con una discreta sonrisa.
-ƑCómo se sienten?
-Volvimos a vivir -remata Ildefonso.
Pero después de la odisea, de algo están seguros los tres aventureros casuales: "nacimos pescadores y no abandonaremos esta actividad, y allí seguiremos".
No es para menos. Son humildes, el dinero que perciben por estar hasta cinco días en el mar es magro, si acaso ganarán mil pesos mensuales por capturar el producto, traerlo al puerto y dárselo a su patrón.