LUNES 4 DE DICIEMBRE DE 2000

 


Ť Magdalena Gómez Ť

Chiapas, ventanas para la paz

Con la salida del Zedillo, los zapatistas pueden decir que lo peor ha pasado. Es realmente alentador dar cuenta del mensaje político que el EZLN dirigió al nuevo gobierno. Prácticamente retoma las condiciones que estuvieron presentes durante cuatro años para la reanudación del diálogo, y que jamás fueron cumplidas porque el empeño en hacer la guerra. De nuevo se vuelve a hablar de la vía política y pacífica para impulsar el cambio democrático. Con la honestidad que les es característica, se deslindan del proyecto foxista y asumen que son y seguirán siendo contrarios. En este contexto lo que puede llegar a ser un vínculo es precisamente el interés común en alcanzar la paz.

Esto sucede después de cuatro años de resistencia zapatista. Prácticamente cercados por el Ejército, mantuvieron su dignidad ante las más variadas formas de acoso, violación de derechos humanos y divisionismos impulsados por los gobiernos federal y local.

Los pasos iniciales para remover retenes militares si bien no significan un reposicionamiento, abren el camino para que los pueblos indígenas y sus comunidades observen que es posible terminar con el agobio que ha significado en su vida cotidiana la presencia del Ejército.

Cumplir las condiciones del EZLN para reiniciar el diálogo será, sin duda, "una ventana, un respiradero", como suelen decir en las comunidades indígenas cuando atisban un asidero para que la situación cambie.

Es igualmente significativa la decisión del EZLN de trasladarse a la ciudad de México, con o sin diálogo, para vigilar que el Congreso de la Unión realice una reforma constitucional conforme al contenido de los acuerdos de San Andrés. Recordemos el escándalo que hizo la delegación gubernamental zedillista cuando en 1995 se planteó un propósito similar. Suponían que impidiendo la presencia física del zapatismo en la capital del país les permitiría mantener su ilusión sobre la "chiapanización" del conflicto. No parece posible que esta vez se recurra a las "leguleyadas" para impedir la presencia del EZLN en la capital, presencia que ya forma parte de su decisión de hacer política abierta a lo largo y ancho del país. Cada paso que den en ese sentido abonará el terreno para que el diálogo logre su objetivo.

En este contexto cabe señalar que si bien fue positivo el anuncio del presidente Fox de que enviará en unas horas al Congreso de la Unión la propuesta de Cocopa como iniciativa de reforma constitucional, es altamente preocupante que en el mismo mensaje pondere y enfatice su política indigenista-institucional, al margen del cumplimiento de los acuerdos de San Andrés. Sus primeras acciones en ese aspecto entrañan una violación anticipada a la autonomía demandada por los pueblos indígenas, que en los hechos resulta suplantada mediante la presencia de unos "indígenas" proclives a los acuerdos cupulares y sin vínculo alguno con sus pueblos. Alguien debería recordarle al nuevo Presidente que el cacicazgo no sólo ha sido mestizo y que ser indígena no es sólo asunto de lugar de nacimiento. Así, la oficina al lado de la del Presidente y el supuesto consejo que al más puro estilo priísta se pretende instalar son caminos que antes de unificar al movimiento indígena nacional lo polarizan. De persistir en esas decisiones se creará tensión en el muy incipiente y frágil proceso para reiniciar el diálogo. El nuevo y muy respetable delegado para la paz, don Luis H. Alvarez, debería advertirle al titular del Ejecutivo que los acuerdos de San Andrés implican un nuevo marco constitucional que entraña, a su vez, una reforma institucional que concrete la autonomía. Por ello, no se debe plantear una nueva política indigenista en paralelo y sin conexión alguna con el proceso de paz.

Transitar del ''beneficio de la duda'' a la restauración de la confianza implica que se recupere tiempo, y junto al reposicionamiento del Ejército y el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, en su fase de reforma constitucional, se den pasos para desmantelar a los grupos paramilitares, liberar a los presos de conciencia y analizar el estado actual de la estructura del diálogo; por ejemplo, Ƒcómo se va a integrar una nueva instancia de intermediación?, Ƒcómo se abordarán las mesas que habían sido pactadas sobre otros temas cruciales, como democracia, justicia y desarrollo social? Estos y otros temas tendrán que ser abordados por ambas partes.

Por lo pronto, la primera pelota estará en la cancha del Congreso de la Unión. Ojalá sepa estar a la altura de las circunstancias y no pretenda reditar toda la gama de prejuicios e ignorancias con las que el zedillismo enfrentó el debate sobre derecho y cultura indígenas.

Es justo demandar al Poder Legislativo una postura seria y responsable en favor de la paz. Nadie pretende tratarlos como simple oficialía de partes. Habrán de analizar como iniciativa la propuesta de Cocopa y encontrarán en ella una vía idónea para incorporar a nuestra Constitución la naturaleza pluricultural de la nación. Fuera ya del ambiente negativo que impulsó el zedillismo con los fantasmas de la supuesta "balcanización", atentados a la soberanía o el de la defensa a ultranza del neoliberal artículo 27 constitucional reformado, para negar a los pueblos indígenas el acceso al uso y disfrute de los recursos naturales. En este último punto está la clave para el desarrollo de los pueblos indígenas antes que en los llamados microcréditos.

Como nación le debemos a los pueblos indígenas un voto unánime de los representantes en el Congreso de la Unión por el reconocimiento de sus derechos.