DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť LA MUESTRA

Rosetta

Los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, autores definitivos en el nuevo cine belga de expresión francesa, realizaron hace cuatro años una cinta notable, La promesa, jamás estrenada en México, que ha podido sin embargo ser apreciada por la televisión en cable. Aquella cinta mostraba el conflicto entre un hombre alcohólico, encargado de "importar" trabajadores ilegales y traficar con ellos, y su hijo de quince años, quien se solidarizaba con los inmigrantes africanos, oponiéndose paulatina y vigorosamente a la autoridad paterna. La cinta tuvo un enorme éxito de crítica y público que le facilitó a los Dardenne acometer su película siguiente, Rosetta, galardonada el año pasado con la palma de oro del festival de Cannes y con el premio a la mejor interpretación femenina. Su esquema narrativo es parecido al de La promesa. Hay de nuevo una relación familiar muy tensa, sólo que los personajes son ahora femeninos. Una joven de diecisiete años, Rosetta (Emilie Dequenne), busca afanosamente trabajo y debe al mismo tiempo lidiar con su madre alcohólica y con un padrastro que la hostiga. De una a otra cinta se percibe, sin embargo, una fuerte variación estilística. Una cámara de mano muy ágil captura en sus primeras escenas la desesperación de la joven frente a un despido injustificado. El contacto del espectador con el personaje es de una inmediatez sorprendente, con la cámara a unos centímetros del rostro de la protagonista, siguiéndola en cada uno de sus movimientos bruscos, situándose incluso en el centro del pleito entre el patrón y la obrera. Luego de este inicio formidable, los Dardenne proceden al retrato de la joven individualista e introvertida, ansiosa de tener una vida perfectamente normal y sobre todo un trabajo estable. Este anhelo de inserción social contrasta con su carácter hosco y con su manera de desalentar todo acercamiento afectivo, en particular el de su joven pretendiente Riquet (Fabrizio Rongione).

Rosetta, cinta de realismo muy crudo, es no sólo un comentario sobre la incomunicación afectiva sino también sobre la crisis del desempleo. Rosetta vive con su madre en una casa remolque dentro de un camping, en la periferia de una ciudad belga, tal vez la misma Lieja de La promesa. El territorio inhóspito es un marco perfecto para esta historia de desencuentros sentimentales donde los personajes son capaces de mentir, simular y traicionar a cambio de mejores oportunidades de sobrevivencia. En una escena notable, Riquet está a punto de ahogarse y su compañera vacila entre rescatarlo del estanque pantanoso o dejarlo morir para poder remplazarlo en su empleo. La madre de Rosette muestra hacia su hija un comportamiento similar en otra situación igualmente grave.

La originalidad de la cinta reside en la sobriedad de su relato, de corte expresionista, dueño sin embargo de una pureza visual que en más de una escena remite al retrato de Mouchette (Bresson, 1966), la joven campesina que se suicida casi por apatía existencial. Con todo, la joven Rosetta posee cualidades muy distintas a las de aquella heroína trágica En primer término, su terquedad y su espíritu de inconformismo radical. Posee la misma determinación del adolescente Igor en La promesa, decidido a no tolerar los abusos de su padre, y esa tozudez parece situarla por encima de todo compromiso afectivo y de toda muestra de calidez sensual. A muchos espectadores desconcertará la aparente frialdad de la cinta, la personalidad inasible de su protagonista. No podrán sin embargo ignorar los aciertos de su fotografía original y exenta de artificios, el ritmo pausado que refleja la parquedad anecdótica; la formidable actuación de Emilie Duquenne y la complejidad de su personaje -siempre entre el sordo reclamo amoroso y la necesidad de protegerse afectivamente-, el paisaje interior que se prolonga en la desolación del entorno, todo aquello que conduce a una obra original y perturbadora. De lo mejor en la Muestra que hoy concluye.

Ť Carlos Bonfil Ť