DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť Rosario Robles lo declaró huésped distinguido 


Recibió Castro las llaves de la ciudad

Ť Mienten quienes afirman que entramos en una etapa de bonanza, dijo la jefa de Gobierno ante el mandatario cubano

Elia Baltazar Ť La ciudad de México declaró a Fidel Castro, presidente de Cuba, su huésped distinguido. Y de manos de la jefa de Gobierno, Rosario Robles, recibió las llaves simbólicas de esta capital, que "ya no es aquella" en la que el joven comandante fraguó su aventura revolucionario hecha realidad a bordo del Granma.

castro-robles-4-jpgLa ciudad es otra, dijo Castro, más grande en su tamaño y en sus problemas, le pareció. "Una ciudad que ha crecido y que hasta tiene un Metro de no sé cuántos kilómetros". Sin embargo, "sí noto algo que hace más agradable visitarla, y es su pueblo, que al cabo de unos años veo más culto y educado".

Castro eleva el volumen de su voz para agradecer los honores de esta capital, que ayer lo vitoreó bajo los balcones del antiguo palacio del Ayuntamiento, donde Robles lo declaró huésped distinguido, en una ceremonia que reunió a su gabinete e invitados.

Allí la jefa de Gobierno manifestó su rechazo al bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a Cuba, declaró su admiración por el pueblo cubano, "que ha dado al mundo una lección de rebeldía y dignidad", y al que reconoció "su derecho a la autodeterminación", pues "el futuro de Cuba sólo compete a los cubanos".

Pero allí también había que aclarar ante el comandante la postura de la administración local perredista, ante las circunstancias actuales del país. Y Robles lo hizo: "México vive días de intensidad política. No se trata solamente de la novedad por el cambio de poderes en el Ejecutivo federal. Se trata de un proceso del cual es parte el Gobierno de la ciudad de México". Y para quienes lo olvidaron, quiso recordárselos: "La lucha por la democracia, que tiene en mi antecesor Cuauhtémoc Cárdenas a uno de sus más significativos impulsores, ha fructificado en cambios de indiscutible importancia".

Rosario Robles advirtió, además, que "mienten quienes afirman que todo está definido y que ya hemos entrado de lleno a una nueva etapa de prosperidad y bonanza". Y aclaró que se trata sólo de "la continuación de un discurso que nos anunció que México había ingresado al primer mundo, cuando estábamos en la antesala de una de nuestras peores crisis económicas".

Castro miraba en el ejercicio de su oratoria a la jefa de Gobierno que el martes concluye su mandato, y que en ese momento auguraba el futuro: "No son pocas las señales de que el impulso de cambio político acabará sofocado por la continuidad de políticas económicas que, en aras  de la eficiencia y la competitividad, seguirán postergando el reclamo de justicia de millones de mexicanos empujados a la miseria por ese modelo".

Después, Castro admitiría: "En qué problema tan delicado me ha colocado aquí la jefa de la administración, con su realmente excelente discurso. La mía es una tarea difícil, en la medida en que soy un invitado al país prácticamente por todas las fuerzas, por los dirigentes del partido vencedor en las elecciones, por el presidente (electo, dijo), por el partido que estaba en el gobierno y también, por supuesto, invitado por muchos amigos del tercer (partido), y del cuarto y quinto y sexto".

No obstante, advirtió: "Me parece percibir, por encima de todas las diferencias, de todos los criterios, la idea de que aquí hay muchos problemas sociales por resolver. Pero también veo el sentido de la responsabilidad de todos, para trabajar desde sus principios".

Que florezca la tolerancia

castro-robles-jpgRobles también refirió en su discurso la historia paralela de México y Cuba, los héroes compartidos y los retos en común: "Construir una sociedad en la que el desarrollo económico sea, desde sus entrañas, justo y equitativo, y que no produzca pobreza y marginación. Construir una sociedad en la que por ningún motivo se sacrifique la libertad y sí florezcan los espacios de tolerancia e inclusión, en la que el otro, el diferente, goce de absoluto respeto y aporte su diferencia a la tarea común".

Jefa de Gobierno y presidente cubano arremetieron, cada uno en su momento, contra el neoliberalismo, sus cantos de sirena, sus costos sociales y sus peligros a futuro. Cada uno reclamó el precio que han pagado los países de la región latinoamericana bajo este modelo y llamaron a la integración y la unidad.

"Somos 511 millones, sumados los caribeños, y hablamos el mismo idioma", dijo Castro. Y "ante esta vorágine de nuevas realidades, Latinoamérica necesita ser una entidad común de propósitos y de acciones", expresó Robles: "Estamos obligados a hablar con una sola voz y actuar como un mismo bloque".

No faltó de parte de Castro la arremetida contra el imperio del norte, su preocupación por los inmigrantes mexicanos y su protesta por las condiciones económicas impuestas por los organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional.

Suelto en su oratoria, Fidel Castro se despidió de la ciudad ofreciendo disculpas por los dispositivos de seguridad que acompañan sus actividades, por los empujones y manotazos que recibieron aquellos que pretendieron acercarse a él, a su salida del Palacio Legislativo de San Lázaro, luego de la toma de protesta de Vicente Fox. "Pero aquí sí me siento seguro".