FORMAS Y ESTILOS
La considerada por muchos fiesta de la democracia ha llegado
a su fin. Ha empezado la realidad del nuevo gobierno, ante el que la democracia
está a la expectativa de que efectivamente se le llene de contenidos
sustanciales.
Los primeros aportes a un nuevo estilo de gobernar hechos
por el presidente Fox son originales e inéditos, pero eso dista
mucho de significar que sean adecuados y prudentes.
México es un país y un Estado laico no por
capricho, sino por lecciones bien aprendidas de la historia. Nadie le puede
impedir al Presidente, como a ningún mexicano, el ejercicio de sus
creencias, pero ello no puede ni debe significar dotar a la investidura
presidencial de preferencias y alardes religiosos. La pluralidad mexicana
merece respeto. Las creencias personales quedan reservadas para la vida
privada.
La vida republicana tiene formalismos que están
por encima de las ocurrencias afectivas. Al rendir protesta en el Congreso
de la Unión, el Presidente colocó en primer lugar a su familia,
por encima de la nación. La innovación no fue afortunada.
Y precisamente por el autoritarismo que tanto ha insistido en erradicar,
y ayer fue de nuevo enfático en ello, la Presidencia de la República
no puede manejarse con base en caprichos personales. Sus palabras le están
indicando a él también un comportamiento coherente y respetuoso:
"Procedamos con sensatez y valentía a demoler todo vestigio de autoritarismo
y a edificar una genuina democracia".
Más allá de sus innovaciones, podemos considerar
especialmente alentador el conjunto de sus planteamientos y compromisos.
De ellos destacan su prometido respeto a las fuerzas opositoras y a los
derechos humanos, así como la conservación de la educación
laica y gratuita. Esperamos, en este aspecto en particular, que se mantenga
firme ante las presiones que habrá de tener para modificar esos
principios básicos de nuestra vida nacional.
Alentador resulta su compromiso de combate a la corrupción
--verdadera demanda nacional, verdadera urgencia de saneamiento--, en un
país donde ha imperado con absoluta impunidad.
Habrá que poner especial atención al compromiso
presidencial de no privatizar Pemex ni la Comisión Federal de Electricidad
y la forma en que habrá de llevarse el proyecto de apertura en ambas
empresas; por ahora parece haber quedado claro que se ha comprendido el
carácter estratégico que las dos tienen en los ya pocos espacios
de maniobra de nuestra soberanía nacional.
Especialmente plausible es también su compromiso
de dar prioridad a la solución de la problemática indígena,
y en especial al conflicto chiapaneco, para lo cual resulta señal
inequívoca el envío al Congreso de la iniciativa de ley elaborada
por la Cocopa, y la decisión tomada ayer, y que se empezó
a ejecutar de inmediato, de iniciar el repliegue militar en la zona del
conflicto.
Ha llegado ya el momento, para el Presidente y sus colaboradores,
de las decisiones firmes, de las propuestas y acciones efectivas, del acto
republicano de gobernar con seriedad y prudencia. Ello, desde luego, no
implica tampoco una solemnidad a ultranza, tan sólo respeto a ciertas
formas que están más allá de los estilos personales. |