SABADO 2 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť Pese a ser viernes y sin ley seca, fue mal día para restaurantes y bares


Fuera del centro, la ciudad estuvo semivacía

Ť Los actos por el cambio de poderes acapararon la atención de los capitalinos

Josefina Quintero y Agustín Salgado Ť Poca gente se animó a salir a las calles de la ciudad de México. A pesar de ser viernes de quincena, lugares como la Zona Rosa, la colonia Condesa y Coyoacán estuvieron semidesiertos a lo largo del día.

Calles vacías, restaurantes y cantinas con uno que otro parroquiano, contrastaban con las avenidas del Centro Histórico, que por la tarde concentraron a cientos de personas que se manifestaron en contra de la toma de protesta de Vicente Fox, y la plancha del Zócalo capitalino, que a partir de las seis de la tarde sirvió de marco para la llamada foxifiesta.

Por la mañana pocos fueron los que utilizaron el día de asueto para salir con la familia, y en contraste con el tráfico padecido un día antes por los capitalinos, las principales vías rápidas de la ciudad lucieron semivacías, entre ellas Paseo de la Reforma, por donde circuló la caravana foxista en la mañana y a mediodía sin que se realizaran cortes viales.

Los restaurantes que abrieron recibieron a sus comensales después de las 11 de la mañana y no pasaron más de dos horas cuando nuevamente las mesas quedaron vacías. Fue mal día para los meseros, a quienes este primero de diciembre restaurantes-vacios-1-jpg les escasearon las propinas.

La atención de los habitantes del Distrito Federal, sin importar las preferencias partidistas, se concentró en la toma de posesión de Vicente Fox. Unos criticaban, otros aplaudían, pero nadie dejaba de observar la transformación política que se dio en el país. Algunos le otorgaban el beneficio de la duda, otros se mostraban convencidos de que fue la mejor elección democrática de la historia de México. Y entre estos últimos, hubo decenas de automovilistas y habitantes de las colonias por las cuales atravesó el convoy presidencial que esperaron en los camellones y banquetas el paso del mandatario.

En las cantinas del Centro Histórico se siguieron por completo las transmisiones televisivas; las tiendas de aparatos electrodomésticos no ofrecían otra imagen en sus vitrinas que no fueran escenas del Palacio Legislativo, del campo Marte o del Auditorio Nacional, según la hora.

Uno de los meseros del Bar Latino, que se ubica cerca de la Glorieta de Colón, dijo: "Cómo no vamos a prender la tele; los clientes no sólo ven los partidos de futbol, también cuando había debates la prendíamos y a la clientela no le molestaba, pero este día casi no ha venido nadie".

En su mayoría, los choferes de taxis y microbuses sintonizaron las estaciones de radio dedicadas a la información, así que no hubo muchas posibilidades para quienes no tenían el menor interés en el cambio de poderes.

En las salas cinematográficas se veía alguna que otra pareja o grupo de amigos que, cansados de los acontecimientos políticos, buscaron distracción.

Fue alrededor de las ocho de la noche cuando los cafés empezaron a recibir algunos clientes que, no conformes con todo el despliegue informativo realizado, comentaban los sucesos del día.

Meseros y demás personal de centros nocturnos se mostraban escépticos de la clientela que recibirían a lo largo de la noche. Carlos, empleado de un bar de la Zona Rosa, dijo: "No creo que venga mucha gente, pero de todos modos hay que abrir, hay días malos y ni modo, qué se le va hacer". Pero en el cercado Centro Histórico, los establecimientos de comida tuvieron una afluencia regular, gracias a los capitalinos que acudieron al espectáculo nocturno en el Zócalo, pero se vaciaron una vez que terminaron los festejos.