SABADO 2 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Conferencia de Carlos Monsiváis en el Palacio de Bellas Artes
Wilde, gran vencedor por la calidad de su obra y por ser paradigma de la diversidad
Ť Enfatiza el papel de la ironía, uno de los instrumentos más exactos de conocimiento social, dijo
Ť El juego de la eterna juventud, metáfora extraordinaria inventada por el artista irlandés
Arturo García Hernández Ť Es la
noche previa al día en que México ingresa a la era del ''orden y el respeto". Ultimas horas de gobierno del PRI, luego de 71 años en el poder. En lo que puede interpretarse como un exorcismo contra la tentación intolerante que quisiera emerger al cobijo del incipiente gobierno de Vicente Fox, la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas se desborda con motivo de la conmemoración del centenario luctuoso de una víctima universalmente emblemática de la intolerancia y el aniquilamiento de lo diverso, Oscar Wilde, muerto el 30 de noviembre de 1900, a los 46 años.
Profeta notable
Carlos Monsiváis ofrece los datos y la reflexión acerca de quien a lo largo de estos 100 años ha emergido del oprobio en que murió, para ser ''el gran vencedor porque su mundo se cifra en la calidad de su obra y en su condición de paradigma de la diversidad". Intercalando lecturas de textos de Wilde a cargo de José Luis Ibáñez y fragmentos de películas inspiradas en la vida o en los libros del autor de El retrato de Dorian Gray, Monsiváis hace un recorrido aleccionador por su geografía intelectual y vital, irremediablemente mezcladas: ''Wilde es el maestro de esa utopía: el sueño de convertir la vida personal en obra de arte".
Ibáñez lee fragmentos aforísticos del humor, el ingenio y la lucidez de Wilde:
-''En el matrimonio el afecto empieza cuando la pareja ya no se puede ni ver.
-''Los solteros ya no están de moda, son un sector en desventaja, se sabe demasiado de ellos.
-''Debe ser de lo más respetable, no le había oído mencionar en toda mi vida, loque actualmente dice muchísimo a favor de un hombre."
El espíritu de Wilde entusiasma a la concurrencia. Monsiváis ubica: ''De su obra sabe todo o bastante una minoría significativa y muchísimos más conocen detalles de su existencia (...) Su nombre jamás desaparece, multiplicado por citas citables y el reconocimiento a su inteligencia portentosa. El pone de realce el papel de la ironía, uno de los instrumentos más exactos de conocimiento social, y del de la paradoja, la técnica del descubrimiento de las verdades en el closet. A su teatro de musicalidad excepcional se vuelve con frecuencia y sus ensayos, cuentos y novelas aún atraen lectores. Es un clásico y un clásico familiar. El escritor que perfecciona y lleva a su culminación una forma de literatura, una forma de precisión y lujo verbales". En El retrato de Dorian Gray -instruye Monsiváis- Wilde se erige como ''el inventor de una de las metáforas más extraordinarias de la literatura, el juego de la eterna juventud. Y ''no obstante su prosa elaboradísima, es una de las visiones más ácidas de una sociedad y sus prohombres y sus columnas prestigiosas, sus empresarios y políticos y notabilidades, la decencia y la honradez y la pose inmaculada de la clase dirigente son su rostro puramente juvenil, mientras en la sombra la realidad sigue trabajando su verdadero semblante, el de las arrugas, las llagas y las pústulas".
Sin duda ''Wilde sigue presente en la cultura internacional y se globaliza a impulsos de la diversidad, la tolerancia y los avances de los derechos de las minorías. No fue voluntariamente un mártir, digan lo que digan sus sicoanalistas en estos cien años, pero sí es un profeta notable en la medida en que su obra se cumple en sí misma y se consuma de miles de maneras entre sus numerosos lectores".
De Profundis, acto para sobrevivir
Ibáñez lee fragmentos de los alegatos de Wilde en el juicio al que se le somete por entregarse a ''un amor que no se atreve a decir su nombre", el que siente por el joven Alfred Douglas. La noche está llena de significados: Wilde, la conmemoración de su centenario luctuoso, sus enseñanzas, son los invitados propicios para decir públicamente que en nuestra incipiente democracia la sociedad no va a renunciar, bajo ninguna circunstancia, a los espacios de tolerancia y pluralidad arduamente arrancados al oscurantismo, al prejuicio y a la superstición.
En su variado y extenso análisis, que incluye la referencia a herederos intelectuales de Wilde (Paul Bowls, Jean Genet, William Buroughs, Salvador Novo) Monsiváis pone especial atención en De profundis (Epistola in Carcele et vinculus), un texto que no se publicó íntegramente en su momento sino hasta 1960. Y entonces se revela su sentido profundo: ''Es una novela no ficción donde el personaje central se entrega al gran personaje secundario, su relación de los hechos (los que lo llevan a la fama y del prestigio al linchamiento moral e incluso a la muerte), la historia de un joven gay obsesionado por el placer sexual que se encandila con el escritor famoso al que esclaviza y pierde. La novela es portentosa en situaciones, sensaciones, sentimientos, descripciones sicológicas, escenas únicas (...) De Profundis es la metamorfosis de una tragedia muy real en una novela extraordinaria, en una asimilación de la culpa a través de la escritura y en una admirable acción de sobrevivencia".
La conclusión reconfortante: ''Wilde y sus aportaciones están vivos". Monsiváis da las gracias por su herencia al autor de La importancia de llamarse Ernesto, y a manera de despedida hace un jocoso pero inquietante llamado de alerta: ''Y bienvenidos todos ustedes al orden y el respeto".