Ť Un espectáculo multimedia, el acto estelar
La anunciada verbena popular quedó en una fría foxifiesta
Ť Las personas reunidas en el Zócalo nunca entraron en calor Ť El Presidente repitió los discursos pronunciados durante el día
Mireya Cuéllar y Jaime Whaley Ť Quizá era el vientecillo frío el que helaba los rostros, pero el pueblo nunca entró en calor. Apenas los cohetones que surcaron luminosos el cielo y los acordes de La Valentina le arrancaron un aplauso a las personas reunidas en el Zócalo mostrando que la Revolución Mexicana no está tan muerta como algunos querrían. De las muchas imágenes de la historia de México mostradas en los muros que envuelven la plaza son esas, las de la gesta revolucionaria, las que festejó una heterogénea concurrencia que se dio cita para celebrar el arribo de un nuevo gobierno.
También
pudo ser la espera. Mucha gente ?aunque no tanta como se esperaba? se dio
cita desde las cinco de la tarde y mató el tiempo apreciando las
pieles, los atuendos y los autos de los invitados a la comida que se ofreció
en el patio central de Palacio Nacional. "Aquí mucho Cartier y Mercedes
Benz, pero ni verbena ni popular", comentaba una mujer detrás de
la valla que impedía el paso, pero no las ocurrencias vertidas cuando
los miembros del cuerpo diplomático abordaban los autobuses que
los llevarían al Castillo de Chapultepec: ¡súbale,
súbale! hay lugares para Ciudad Azteca.
Poco a poco la plancha se vio menos vacía y después de las seis de la tarde inició el festejo. El montaje escenográfico y el discurso del Presidente tuvieron un tono refundacional, si así vale decir, en ese Zócalo capitalino, punto de nacimiento y confluencia de la mexicanidad. Primero fueron las palabras de Vicente Fox, las mismas que ayer repitió hasta el cansancio, salvo que en esta ocasión las rubricó con un ¡viva México!, desde el balcón central de Palacio Nacional: "Lo que hoy celebramos no es un cambio de gobierno, hoy celebramos el primer paso para dar a nuestro país un mejor futuro". Y le siguieron Eugenia León y Mijares (el de Lucerito), quienes con tonadilla de jingle promocional entonaron: "Nacerá una nueva forma de mirar la realidad... nacerá ese México distinto que podemos vislumbrar", composición por encargo, seguramente adecuada para fondear los discursos de la nueva clase empresaurial que desde ayer es gobierno.
Al empezar el festejo, Mijares entonó a capella el Himno Nacional, lo que propició la pregunta pública de Fox desde el balcón central "¿a poco es Mijares? ?sííí, respondió a coro el público?. "¡Ahí te voy Mijares!, ¡fuera saco!", reaccionó Fox, quien en seguida se quedó en camisa y se quitó la banda presidencial. Abandonó el balcón y bajó al estrado colocado en la plancha del Zócalo, al tiempo que mariachis vestidos de blanco ejecutaban el Son de la Negra.
Cerró con lacrimógena alocución Edith Hernández, pequeña escolapia traída desde Monclova, Coahuila, para recetar y recitar una letanía más propia de mitin panista. A la pobre Edithcita se la comieron los nervios y en tres ocasiones no pudo empezar su memorizado discurso hasta que el mandatario, en mangas de camisa, se le acercó para tranquilizarla. Fue hasta entonces que la chiquilla de 11 años pudo hilvanar sus palabras: "Ya es tiempo de contar con un Presidente que trabaje, que responda por su actuación". No faltaron las alusiones a las anteriores administraciones "corruptas", "deshonestas", "caciquiles".
Después
se apagaron las luces para dar paso a los mortecinos tonos morados y verdosos
que inundaron el frontispicio de Palacio Nacional, de los dos edificios
del Gobierno capitalino y del conjunto del viejo portal de Mercaderes.
Ahí desfiló la historia, desde los tiempos prehispánicos
hasta detenerse en los sucesos del 68.
Imágenes de cabezas olmecas, la serpiente de Quetzalcóatl, medallones, máscaras de jade, la fundación de Tenochtitlán, la Colonia, la evangelización, tiempo en el que en una gigantesca cruz se dibujó en el frontis de Catedral para de inmediato dar paso a la efigie de Juana de Asbaje y por el lado de Palacio ?que se aparecía en el horizonte como en aquellos dibujos infantiles con su bandera en el mástil de en medio ondeando hacia la derecha? aparecían los primeros frailes con todo y sus crucifijos. Algunos creyeron ver incluso, reflejado en los muros de agua, al indio Juan Diego.
El viento ?que no se esperaba en el convite? hizo de las suyas y difuminó las imágenes que de otra manera se hubieran visto claras y precisas sobre esos abanicos de agua por aspersión que se levantaban desde dos largas albercas colocadas en ángulo en los extremos del atrio de la Catedral.
La sucesión de imágenes continuó, voces con postulados de Morelos y la posición de Juárez ante el efímero Imperio. La invasión estadunidense del 47 y como parte del acto en el asta bandera monumental se empezó a izar el gigantesco lábaro patrio; los días del porfirismo y la locomotora de vapor que llegó con la Revolución y trajo un poquito de calor a la ceremonia. De ahí se dio un salto y la cronología aterrizó en el nacimiento de la radio, de la XEW, y se escuchó la voz de Ortiz Tirado con Damisela y luego Agustín Lara y Pedro Vargas entonaron Mujer. -Oiga usted cómo suena la clave, oiga usted cómo suena el bongó?. La incomparable voz de Toña La Negra acompañó las apariciones en los muros de agua de María Félix, la época de los tríos, las peleas del Ratón Macías, Cri-cri y sus personajes infantiles, los desaparecidos salones de baile capitalinos, donde se le rendía culto al danzón y al mambo. En tanto, sobre los edificios, se proyectaban las obras de Orozco, Rivera y Siqueiros, y la reunión culminó con coloridas explosiones pirotécnicas.
Para entonces, a Fox ya le habían acercado una chamarra, el frío calaba, y sin despedida alguna abandonó el templete acompañado de su hija Paulina ?la única que bajó del balcón? y se perdió en la oquedad de la puerta central, entre la gritería popular de "¡no nos falles!, ¡no nos falles! La desconcertada multitud, ante el súbito final, permaneció a la expectativa. Cuando el enjambre de luces del gigantesco mosaico pendiente sobre la desembocadura de 20 de Noviembre se encendió y ofreció "Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo 2001, les desea la Ciudad de México", se asumió que todo había concluido.