SABADO 2 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť La foxifiesta, un enorme Siempre en domingo


Primer día de una luna de miel que se pretende eterna

Ť Se montó un show pensado para las cámaras de televisión

Ť En San Lázaro, la oposición se portó como niño sin pañal

Julio Hernández López Ť Fue como un Siempre en domingo enorme. Con emociones y diversión para toda la gran familia mexicana.

El Día de San Vicente I: Adorador temprano de la Morenita del Tepeyac, chómpiras desayunante con niños tepiteños de la calle, desacralizador de instituciones vanas como el Congreso de la Unión y sus rituales, tan desaparecibles ayer como algún día el propio Poder Legislativo entero, estrella del show familiar y religioso montado con crucifijo y todo en el Auditorio Nacional, revisor circunspecto del poder militar desfilante ante sus movedizos ojos, comensal apresurado en uno de los patios de Palacio Nacional, gran jefe de la historia patria dibujada con moderna tecnología en la verbena nocturna de populismo cursi y amenazante, hombre de elite en la cena del Castillo de Chapultepec.

Fue el primer día de una luna de miel que se pretende eterna. Todo pensado en función de las cámaras televisivas. Show por siempre, seis años de espectáculo si fuese posible. PAN ya hubo el 2 de julio; ahora el binomio habría de completar su parte circense. Ya había sido Fox el domingo pasado, con Jorge Muñiz, el famoso Coque, una especie de Pedro Infante cantador, ordeñador y dicharachero. Ayer combinó múltiples personajes e historias, en vertiginosa sucesión: Tizoc, en la Basílica; Pepe el Toro, en Tepito; el Señor Ministro, en San Lázaro; el Padre Hidalgo, con crucifijo en lugar de estandarte, primero en el Auditorio N verbena-zocalo-jpg acional y luego, en la noche, en el Zócalo, con los "Viva México" septembrinos adelantados; Juan Camaney con camisa arremangada conviviendo con familias populares en ese mismo Zócalo donde Eugenia León y Manuel Mijares derramaron melcocha entonando cánticos al estilo OTI; y La Revelación del Año en la noche del chapulín, entre jefes de Estado y demás elite nacional e internacional.

In God we trust

El día comenzó con el todavía presidente electo postrado a los pies de la Morenita. Quince minutos de devoción profunda a pesar de las cámaras de televisión, los periodistas encimados y la guardia militar abriendo paso con métodos poco propios de la liturgia católica. Gracias, Morenita, la misma del estandarte inaugural de campaña, aquel entregado por una de las hijas y que presuntamente habría de acompañar todo acto de proselitismo pero que hubo de dejar a un lado por la incomprensión de algunos fijados. ƑPor qué celebrar en privado un acto íntimo, de corte personal, cuando la prensa en pleno podría difundir esa bella estampa de devoción a todo el país? Eso sí, el vehículo foxista se detuvo en todo alto en su trayecto hacia la Basílica. Nunca apareció, por desgracia, la luz en rojo de la historia nacional.

šTorito... Torito...!

El atole no fue servido con el dedo, de tal manera que algunos niños de la calle, previamente preparados para la representación, pudieron desayunar brebaje caliente con tamales. No se anunció en ningún cartel de ese lugar, Tepito, si los tales alimentos harinosos habrán de mantenerse cuando la mano dura del eventual procurador Macedo llegue hasta esas áreas narcofayuqueras o cuando el rigor fiscal del secretario Gil Díaz apriete contra los vendedores del rumbo. Pero el gesto fue sensacional: atole (y tamales) cada seis años para los niños de la calle, siempre y cuando no pierdan tal condición biológica con el paso del tiempo.

La Constitución la redacto yo

Y cuando al fin Vicente rindió protesta, la Constitución manifestó una transformación misteriosa. El artículo 87 resultó embarazado: al texto obligatorio, de rigurosa observancia, que en ese apartado se consigna textualmente -para que así, y sólo así sea pronunciado-, el cuasi presidente constitucional le agregó ocho palabras a las 61 originales (šHombre, apenas un 13 por ciento de modificación!, podría justificar algún secretario empresario). No es tan simple el desliz como para corregirlo en el memorándum de una sesión de consejo de administración. En esencia, aunque ni siquiera los priístas fueron capaces de alegarlo, a pesar de los manoteados argumentos de Eduardo Andrade a los que no dio curso su líder Beatriz Paredes, el ciudadano Vicente Fox, presidente electo, tomó posesión de su cargo de manera contraria a lo que la Constitución establece. La irregularidad de origen podría ser premonitoria: Fox decidió, por sí mismo, sólo por sí mismo, alterar el texto estricto que la Constitución ordena. Así, frente a los presuntos representantes populares, Fox se erigió en legislador personal, y decidió agregar a la fórmula ritual sus propias palabras: que también mirará "por los pobres y marginados de este país". Los primeros marginados fueron los propios legisladores. Más delante, si se oponen a los proyectos presidenciales, podrían pasar de la marginación a la desaparición, como ha sucedido en otros países dados a hacerse de la vista gorda con los primeros signos preocupantes de encimamiento del poder presidencial sobre el Legislativo.

Honorable familia de mi casa

Por lo pronto, ayer mismo, los tales legisladores desaparecieron del primer lugar en la dedicatoria tradicional que se hacía hasta en ceremonias de menor rango. El "Honorable Congreso de la Unión" se pronunció hasta después que saludó a sus hijos, en ese repetido esfuerzo de mostrarse, al estilo estadunidense, como un hombre de familia, ajeno a formalismos, dispuesto a echar algún chistorete a la menor provocación, por más solemne que sea una ceremonia.

El primer solito del septuagenario

Apenas les soltó papi de la mano y los pequeñines de la tercera edad se portaron mal: Querida, se encogieron los niños, podría haber sido el título de la película rodada ayer en San Lázaro. Faltos de proyecto, varios de ellos se dieron el lujo de desahogar sus resentimientos como niño sin pañal. Algunos interrumpieron el discurso del Presidente entrante e inclusive le insultaron, como también lo hicieron con Zedillo. Se asieron (de asirse, no de hacerse) de Juárez para oponerlo a coro a las palabras de Fox respecto a la laicidad de la educación, y en otros momentos corearon el nombre de México como quien hubiese servido con abnegación ejemplar a tal causa. Su representante, Enrique Jackson, a la hora de los discursos partidistas -antes de que llegaran Zedillo y luego Fox- había marcado una línea conceptual interesante, de madura oposición. Pero, como siempre, de las palabras a los hechos hubo la distancia de un Bronx. ƑEl PRD? También protestó, con más precisión en temas y actitudes, pero relegado a un papel secundario. A fin de cuentas, Fox mostró una faceta poco tranquilizante ante las impugnaciones. Hizo un discurso interactivo, reaccionando ante gritos y señalamientos, e inclusive aplicando inflexiones y miradas para subrayar provocadoramente su postura frente a los opositores.

El crucifox

La escena ya está bien ensayada: la hija aparece poniéndole en las manos un símbolo religioso y, si se arma un escándalo por tales audacias, se apela a la comprensión con la que se debe ver todo arranque familiar. Antes fue el estandarte de la Guadalupana, al arrancar campaña electoral. Ahora fue un crucifijo, en la gran fiesta del Auditorio Nacional, con los secretarios, coordinadores, asesores, y demás, al fondo del escenario. Un crucifijo para acompañarle en sus nuevas tareas al frente del Estado mexicano laico. Eso sí, nadie habrá de negarle al Presidente sus habilidades como gran conductor de talk show. Con timing, con desenfado, con soltura escenográfica plena, presentando a sus sonrientes funcionarios, haciéndoles bromas y encargos. Hasta en las mejores familias.

Desfile, comida y golpes

Los dos actos posteriores pueden resumirse con facilidad. Parada militar en el Campo Marte y comida en Palacio Nacional. Si acaso, en este último, el detalle de las mujeres, adornadas con pieles, que ya habían estado con tal atuendo en San Lázaro, sufriendo el fuerte sol que caía en el patio sin cubierta donde se habrían de servir los alimentos con más de dos horas de retraso. Afuera, mientras tanto, golpes y disparos al aire, en el seco enfrentamiento entre granaderos y opositores a la privatización de la industria eléctrica y a otras delicias de la era neoliberal, en una oportuna y excelente oportunidad dada a la policía capitalina de ir mostrando lo que es mano dura.

PAN y verbena

Evita Hernández no quería hablar. Pero le tocaba recitar, con ayuda de un apuntador electrónico, un discurso que a su corta edad -tal vez doce o catorce años- sonaba a explotación infantil, a demagogia precoz. Hablaba y hablaba, con tono tembloroso de voz, angustiada, entonando penosas loas a la democracia y su nuevo dios sexenal. Antes, desde el balcón central de Palacio, Fox había hecho un discurso que cerró con aires de 15 de septiembre, lanzando vivas a México. Luego, el presidente se quitó mancuernillas, fistol y reloj y se arremangó la camisa para salir a sentarse en una pasarela especialmente montada en el Zócalo, con una intención presuntamente popular pero ciertamente discriminatoria: rostros morenos, indumentaria sencilla, aire de pobres escogidos con sentido escenográfico. Ahí habló la temblorosa Evita. Enseguida hubo maravillas tecnológicas, con rayos láser, luces y agua. La historia de México exhibida en murallas, en artificios deslumbrantes.

En la noche, en el alcázar de Chapultepec, un brindis rápido y a convivir con sus invitados especiales.

Fue un día de fiesta. De gran fiesta. Tanta que ni siquiera se habían tomado provisiones respecto a Chiapas -que pudieron haberse anunciado con efectismo en San Lázaro- sino hasta en la tarde, víspera de la conferencia de prensa de hoy del EZLN. Pero, la foxifiesta sigue: hoy, molito en Oaxaca y cabrito en Monterrey; el domingo, birria en Metepec, estado de México, y tortas ahogadas en Guadalajara. šAh, un Siempre en domingo de seis años!...