SABADO 2 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť EL TONTO DEL PUEBLO
Fox en La Realidad
Ť Jaime Avilés Ť
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De la biología automotriz. Hace cuatro años, según confesión de una de las partes, Vicente Fox fue a Monterrey a buscar el apoyo de Alfonso Romo para su campaña a la Presidencia de la República. Hace también cuatro años, una delegación del Partido de los Verdes y de la Asociación Ya Basta (ambas de Italia) fue a La Realidad a pedirle al subcomandante Marcos algo insólito: su permiso para la instalación de un generador hidroeléctrico en aquella aldea emblemática de la resistencia de los pueblos indios contra el neoliberalismo. Ayer, poco después de las once de la mañana, Fox, presidente de la República, y la turbina de los italianos zapatistas, compartieron un largo y cálido aplauso. La historia es más o menos la siguiente.
Era casi la noche de anteayer, jueves, y digo casi porque el cielo estaba casi oscuro aunque los relojes marcaban las seis de la tarde, cuando un convoy formado por un camión de carga y seis camionetas llegó al puesto de control que en febrero de 1995 el Ejército Mexicano instaló junto a la pista de despegue y aterrizaje de Guadalupe Tepeyac. Tanto los soldados como los agentes de la migra que allí aguardaban a los visitantes ignoraban la asombrosa bipartición, o más bien multipartición, que por los caminos del sureste de México había sufrido la caravana llamada Del Sueño a La Realidad.
Y es que el martes pasado, poco después del mediodía, la citada caravana había zarpado del Zócalo del Distrito Federal compuesta sólo por el mismo camión de carga y por un único y solitario autobús del Sindicato Mexicano de Electricistas. En el camión, huelga decirlo, iba la famosa turbina con sus dos toneladas de peso y alrededor de 40 mochilas repletas de ropa italiana. Dentro del autobús viajaban, luego de cruzar el Atlántico, cerca de 40 jóvenes italianos, militantes de la Asociación Ya Basta y dirigentes de Refundación Comunista y de los Verdes, y aunque algunos eran técnicamente sexagenarios, la verdad es que eran más jóvenes que los más jóvenes por haberse atrevido a emprender la hazaña que tras el punto y aparte se contará.
Ocurre que, dados tanto el peso de la turbina como la ancianidad del carguero camión, la caravana salió de la ciudad de México a 60 kilómetros por hora, cosa que no causó la admiración de nadie, pero al entrar en la autopista a Puebla no aumentó su velocidad, sino al contrario, la redujo a 50 kilómetros por hora, y la mantuvo tenazmente a lo largo de los próximos mil kilómetros de la ruta, cruzando con la prestancia de una tortuga los estados de la propia Puebla, del maravilloso Veracruz, de la arrugada y sinuosa Oaxaca y de la siempre desdichada y sufriente Chiapas, a cuya región de los Altos finalmente llegó en un viaje espantoso de 25 horas continuas.
Entonces, al bajar del autobús en San Cristóbal de Las Casas, los jóvenes italianos se vieron los unos a los otros y comprobaron que todos estaban verdes, pero mucho más verdes que los Verdes, porque el motor del cacharro despedía gases venenosos que habían flotado 25 horas dentro de la cabina a punto casi de matarlos. Por esta prodigiosa causa, repentinamente se produjo la multipartición que el tonto del pueblo ha mencionado algunas líneas antes. Tocado por la varita mágica de la sociedad civil zapatista y chiapaneca, el autobús se convirtió en todas las camionetas necesarias para trasladar no sólo a los italianos sino a un montón de habitantes de toda la mexicana República, que estaban allí para sumarse a la empresa.
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De la biología política. Pero la caravana que iba, como ya está dicho, Del Sueño a La Realidad, no sólo experimentó una multipartición mecánica sino que, tocada por la varita mágica de las circunstancias, adquirió una nueva y fundamental significación política. Si en un principio era una misión de paz, ideada con el doble propósito de cumplir la palabra de honor de los zapatistas de Italia, y al mismo tiempo enviar un mensaje diplomático al nuevo gobierno mexicano (para solicitarle con generosidad y bonohomía que retire las estúpidas expulsiones impuestas el lunes 13 de mayo de 1998 a 140 militantes de Ya Basta por el estúpido "gobierno" que ayer, para honra y prez de la inteligencia humana, felizmente se fue al carajo), de pronto, repito, fue revestida de un significado especial: fungir como cinturón de paz para proteger la esperada reaparición pública de los altos mandos del EZLN.
Con estas nuevas características, automotrices, políticas, diplomáticas y humanitarias, la caravana, pues, continuó su fatigosa aventura, y el jueves a las tres de la mañana, tiritando porque el frío en San Cristóbal era de órdago, partió como antes a 60 kilómetros por hora, pero a la una de la tarde, luego de un opíparo y suculento desayuno en alguna cafetería de Comitán, se detuvo en el puesto de co
ntrol del Ejército y de la migra estacionado desde el 10 de mayo de 1998 a la altura del ejido zapatista de Amparo Aguatinta. Y allí, los italianos, los mexicanos e incluso la turbina, que en este caso fungiría como mudo testigo de los hechos, presenciaron la última estupidez internacional del estúpido "gobierno" que ya no existe.
Los agentes de migración tomaron el pasaporte de la diputada Tiziana Valpiana, que claramente ostentaba la palabra "diplomático", y se lo devolvieron a su propietaria junto con un citatorio para el próximo lunes a las once de la mañana en San Cristóbal de Las Casas, donde los jefes de la oficina de zona le preguntarán (si Fox nuestro señor no dispone otra cosa) por qué se metió a la zona de la guerra, como si no supieran, o nadie les hubiese informado a tiempo, que la distinguida parlamentaria se encontraba allí con la representación oficial de su partido, de su parlamento y de su país para entregar un mensaje de paz a los más pobres de los pobres que son, al mismo tiempo, los más dignos de los dignos, porque resistieron seis años infernales las más oprobiosas e inmundas represalias del más estúpido "gobierno" habido en México jamás.
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De lingüística y luz eléctrica. Pero el caso es que tanto la diputada Valpiani, como Mauro Bungarelli, dirigente de los Verdes, y Luca Casarini, activista de Ya Basta, fueron castigados por la vía del citatorio y la caravana prosiguió su camino hacia La Realidad. Yo venía detrás de ellos y me detuve a comprar unas galletas y un refresco en una casita de Amparo Aguatinta, donde la anciana que me atendió dijo que desde hace dos meses hay en esa comunidad un campamento permanente de la Policía Judicial Federal, cuyos integrantes -en sólo dos meses, repito- han violado ya a varias mujeres indígenas, sin que autoridad alguna ponga freno a su desaforada lujuria.
Mientras yo anotaba estos datos y llamaba a La Jornada a través de un teléfono rural carísimo, para transmitir equívocamente que Alfio Nicotra, también dirigente de Refundación Comunista, había recibido otro de los citatorios, cosa que en verdad no ocurrió, la caravana dio vuelta a la izquierda y se internó en la brecha que atraviesa el ejido Poza Rica, y a partir de ese punto redujo su velocidad a sólo diez kilómetros por hora. De modo que para cubrir el tramo final, de Poza Rica a La Realidad, demoró siete horas más, y el camión de la turbina estuvo a punto de caerse por un barranco, pero al final se salvó.
Al pasar por el retén de Guadalupe Tepeyac, donde nadie -como también ya está dicho- se percató de las diversas metamorfosis que había sufrido, la caravana fue atendida, con una eficiencia y amabilidad extraordinarias, por dos agentes de migración que se comportaron como embajadores de México de aquel tiempo en que, según Monsiváis, era una "lástima que en México no hubiera embajadas de México". Y mientras fungían como diplomáticos de alta escuela, el jefe militar del puesto -nada más pero nada menos que el general responsable de los campamentos de Guadalupe Tepeyac- auguró que a partir del primero de diciembre las cosas empezarían a cambiar por lo que toca a la presencia del Ejército Mexicano en esa región del conflicto.
El hecho es que la caravana continuó adelante y en sólo dos horas recorrió los 16 kilómetros que faltaban hasta La Realidad. A las ocho de la noche, italianos, mexicanos y turbina fueron recibidos -bajo la mirada entre severa y más turbia de un solo periodista- por un bullicio de hombres, mujeres y niños que gritaban a destiempo: "šZapata vive, la lucha sigue!", pero entonces, los militantes de Ya Basta respondieron con un juego de palabras que es menester traducir, pues dijeron a coro: "šZapata vive, la luche sigue!", y aquello que mexicanos y mayas oímos como "luche", en verdad se escribe sin la ache intermedia, esto es "luce", y significa en la lengua de la Cicciolina, simplemente "luz", o sea que la consigna significaba, pues, "šZapata vive, la luz sigue!", cosa que a fin de cuentas da igual, porque estaba tan oscuro aquello que nadie percibió la sutileza.
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De los acuerdos de San Andrés. La mañana de ayer viernes, en punto de las ocho, italianos, mexicanos y mayas en resistencia todos contra la misma pesadilla universal, procedieron a bajar la turbina del camión. Pero tres horas más tarde, cuando por fin consiguieron pasarla a un camión más chiquito, en todo el pueblo estalló un aplauso largo, trémulo, cálido, un aplauso que no sólo alborotaba el aire caliente y húmedo en torno del camioncito, sino que se multiplicaba en el interior de muchas casitas dispersas por aquí y por allá, dentro de las cuales, pasmosamente, no había nadie, no obstante lo cual sonaba un entusiasta batir de palmas que venía de las bocinas de múltiples aparatitos de radio que transmitían, desde la ciudad de México, la toma de posesión de Fox.
Treinta o cuarenta minutos más tarde, cuando Fox, en el gesto más afortunado de su discurso, dijo aquello de "šNunca más un México sin ustedes!", italianos, mexicanos y mayas se encontraban lejos de los aparatitos de radio, y no alcanzaron a escuchar que la iniciativa de la Cocopa, que sintetiza el espíritu de los acuerdos de San Andrés, será turnada al Congreso el próximo martes.
Con esas palabras, y con el compromiso de que no gobernará usando ni la represión, ni el espionaje contra el pueblo, Fox movió ayer su primera pieza dentro del tablero de ajedrez llamado Chiapas. Fue una jugada elemental de apertura. Hoy por la tarde, aquí en La Realidad, el EZLN devolverá el saque.
Entre tanto, en la cárcel de Cerro Hueco, los presos políticos zapatistas cumplen hoy, hoy, hoy, cinco días en huelga de hambre, en un gesto que se prolongará por lo menos una semana y que no pretende sino lograr que Pablo Salazar Mendiguchía, quien tomará posesión como gobernador de Chiapas el viernes 8, ordene su liberación inmediata, como prometió durante su campaña.
Y también, entre tanto, la prensa de Tuxtla publica editoriales coléricos, jurando y perjurando que los paramilitares no existen. Y también, entre tanto, los paramilitares del norte de Chiapas mantienen una frenética ofensiva contra los indígenas zapatistas de Chilón. Y también entre tanto faltarían al menos 20 páginas como ésta para enumerar las terribles atrocidades cometidas en estas tierras por Zedillo, y que han vuelto pequeños, pequeñísimos, los acuerdos pactados hace cuatro años en San Andrés...