JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000
Wilde: vencer el oprobio
Ť Angel Bernal Ť
Relata André Gide en su libro Oscar Wilde (Editorial Lumen, 1999), que en 1885 la Labouchére's criminal Law Amendement Act -Acta de enmiendas a la ley criminal de Labouchére- consiguió tipificar la homosexualidad como delito, circunstancia que una década después permitiría a la justicia de Inglaterra procesar y condenar a dos años de trabajos forzados, por ''sodomita'', al autor de El retrato de Dorian Gray.
Desafiar a la sociedad de la época victoriana, a finales del siglo XIX, implicó para Wilde anteponer su libertad individual a la intolerancia y la moral colectiva, y ser sometido a prisión. Así, afirmaba el escritor nacido en Dublín:
''Ser completamente libre y hallarse al mismo tiempo sujeto al dominio de la ley, he aquí la eterna paradoja de la vida humana, sentida por nosotros a cada momento.''
Estación del dolor
El affaire que propició la caída del autor de Salomé, por sostener ''una amistad inconveniente'' con lord Alfred Douglas Bosie, hijo del marqués de Qeensberry, comenzó en abril de 1895 en el tribunal de Old Baley (Londres). Luego vendría la ''estación del dolor'' que le tocó habitar y, desde la cárcel de Reading, escribir De Profundis esa carta dirigida a Bosie para hacerlo partícipe del valor y la belleza de las vicisitudes terrenales.
Wilde escribió: ''Donde hay dolor es lugar sagrado. Algún día la Humanidad comprenderá lo que esto significa. Hasta entonces, nada se sabe de la vida''.
Una de sus divisas, que incluyó en su De Profundis fue: ''El arte es un símbolo, porque el hombre también lo es''. Hoy, el escritor marginal ''gana estatura y se transforma en un clásico de la letras inglesas'', dijo José Emilio Pacheco durante su disertación acerca de Oscar Wilde efectuada el pasado jueves 23, en la Casa Refugio Citlaltépetl, con motivo del comienzo del homenaje por el centenario de su muerte.
Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde murió un 30 de noviembre de 1900. Sus restos mortales se depositaron en el cementario de Bagneaux y nueve años después fueron trasladados al Père Lachaise. El autor de El príncipe feliz conmocionó a Inglaterra y terminó sus días en París, víctima de la deshonra y el olvido. Sin embargo, su legado artístico y humano irradia su esplendor por el mundo. Por ser gay e irlandés padeció ''una doble marginalidad'', aseveró JEP, traductor de De Profundis.
Wilde nos enseña que la infamia sólo es sectaria y la libertad, universal.