JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť
No hacer de la necesidad virtud
Son comunes las interpretaciones que sobre los últimos acontecimientos de protesta social y política acontecidos en Seattle y en Praga definen su composición y su ideario como una nueva forma de lucha contra-hegemónica. Sus acciones son presentadas como ejemplo a imitar, ensalzando la heroicidad de sus miembros y la osadía de sus propuestas. Se consideran una respuesta social-popular inteligente a la dinámica neoliberal desplegada por el capitalismo trasnacional.
La violencia con que fueron reprimidos los participantes de los diferentes movimientos sociales congregados en ambas ciudades, así como su amplia repercusión en los medios de comunicación social, han terminado por sobredimensionar el alcance de dichas protestas, alterando su origen y su contenido. Es esta dimensión del problema, mutación de origen y contenido, lo que obliga, a costa de ser impopular, a poner en tela de juicio dichos análisis. Por consiguiente, se trataría de ubicar en su justo lugar el surgimiento de ambos movimientos de protesta. Puestos en esta dirección, debemos señalar que su existencia responde y es resultado de una política cuya aplicación profundiza en la dinámica "neoliberal" sobre la cual se acelera el proceso de flexibilidad laboral y desregulación del mercado impuesta desde fines de los años setenta.
Unidas ambas acciones de protesta por un referente común, la lucha contra el "neoliberalismo", concepto laxo en el ámbito de la lucha política, su existencia es efímera en cuanto responden a coyunturas concretas, reuniones de organismos internacionales de corte neoliberal, de grupos financieros, de empresarios, de trasnacionales, etcétera.
Igualmente, son manifestaciones de protesta heterogéneas en su composición, donde coexiste una gran diversidad de movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales. Unidos por un común denominador, la lucha contra el neoliberalismo, pretenden boicotear, frenar, y en lo posible paliar, una acción institucional-política que está siendo ejecutada y cuyos efectos son el aumento de la explotación y del proceso de empobrecimiento general de la población mundial. Defensivos en origen e ideario se forman a posteriori, son consecuencia y no principio.
No forman parte de una opción de cambio social o embrión de proyecto político alternativo, no vertebran una propuesta de transformación, son movimientos sociales de protesta. Por consiguiente, legítimos en tanto expresión de la libertad de disentir y de organizarse, pero en ningún caso cabe considerarlos expresión de un movimiento político alternativo y contra-hegemónico.
Pensar que la heterogeneidad de los movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales que han convocado y han estado presentes en dichas jornadas de protesta, unida a la diversidad ideológica, política, social, étnica, cultural y de género presente, son suficiente evidencia para concluir que estamos en presencia de una nueva etapa es más bien una irresponsabilidad. No asistimos al nacimiento de una alternativa contra-hegemónica, tampoco al renacer de una sociedad civil más organizada y dispuesta a combatir las políticas impuestas por el capital financiero mundial. Por el contrario, y no se trata de ser pesimistas, presenciamos un capítulo más de una acción política deshumanizadora a la cual hay que enfrentar con rigor y no convirtiendo acciones de protesta, ciertamente atrevidas y osadas, merecedoras de todo reconocimiento, pero no por ello constitutivas de organización contra-hegemónica. Pensar en esta dirección sólo puede traer como consecuencia la esterilidad y la frustración.
Trastocar, en este caso, los orígenes de un movimiento social y de protesta nos puede llevar a reivindicar la existencia de las dictaduras. Efectivamente, gracias a que ejercieron las prácticas de la tortura, la muerte, y la represión, fue posible el surgimiento de asociaciones para la defensa de los derechos humanos, las madres de la Plaza de Mayo o de familiares de detenidos-desaparecidos. Sin dictaduras no habría opción para ello. Bienvenidas sean. Hagamos, pues, de la necesidad virtud.