JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Orlando Delgado Ť
Mercado de trabajo y política monetaria
La tasa de desempleo abierto llegó en octubre a la impresionante cifra de 1.97 por ciento de la población económicamente activa (PEA), la más baja en la historia de este indicador. En cualquier lugar del mundo, esto significaría que se habría alcanzado el pleno empleo, ya que ese reducido porcentaje aludiría al desempleo friccional, el que existe en las personas que están cambiando de trabajo; en México, sin embargo, el dato está muy lejos de dar verdaderamente cuenta del problema del desempleo o, más en general, del problema fundamental del mercado de trabajo.
Dos estudios recientemente publicados precisan que la tasa de desempleo abierta no resulta ilustrativa de la situación prevaleciente en el mercado laboral: "En México la brecha entre oferta y demanda de trabajo, ante la ausencia de un seguro de desempleo..." (OIT, "Los principales desafíos que enfrenta el mercado de trabajo en México en los inicios del siglo XXI", pág.16). "No hay duda así que la existencia de un enorme y creciente sector informal constituye actualmente la característica primordial del empleo en el país" (E. Hernández Laos, "Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en México", en: Comercio Exterior, octubre de 2000, p. 865).
De acuerdo con el texto de Hernández Laos, el peso del sector informal urbano ha crecido vertiginosamente: en 1980 era de 24.7 por ciento, en 1985 alcanzó 39.9, en 1990 subió a 44 por ciento, y en 1995 llegó a 48 por ciento; si la cuantificación se extiende a toda la economía, esto es, al sector urbano y rural, la informalidad alcanza proporciones de 70 por ciento de la PEA. Con esta situación resulta verdaderamente ridículo demostrar, como E. Elizondo, vicegobernador del Banco de México, lo intenta en el diario Reforma (27/11/00), que la política monetaria impulsada en los últimos años no sólo no ha afectado al empleo, sino que conforme la inflación se ha ido reduciedo el desempleo ha seguido la misma trayectoria.
Los desempleados abiertos, según la Encuesta Nacional de Empleo Urbano que realiza el INEGI, son fundamentalmente jóvenes, mujeres en su mayoría, por lo menos con estudios terminados de bachillerato, sin experiencia de trabajo y que son hijos de familia. Estos son los buscadores de empleo que se dedicaron de tiempo completo a conseguir trabajo y que no lo lograron. Quienes buscaron empleo, al tiempo que ocupaban una posición en algún empleo informal, no fueron registrados como desempleados abiertos ni tampoco lo fueron los millones que se encuentran en el sector informal.
El INEGI sabe perfectamente esto, lo cual lo lleva a calcular tasas complementarias: entre otras, la tasa de presión general y la tasa de ocupación parcial por razones de mercado. La primera "registra el porcentaje que representa la población desocupada y los ocupados que buscan trabajo con el propósito de cambiarse o tener un empleo adicional, respecto a la PEA", en tanto la segunda "representa la población desocupada y la ocupada que labora menos de 35 horas a la semana por razones de mercado, respecto a la PEA". Los datos para octubre de estos indicadores fueron 3.3 y 3.2 por ciento, sin duda superiores a la tasa de desempleo abierto, pero ciertamente alejados del abrumador problema del subempleo.
El mejor indicador de que existe abundante fuerza de trabajo disponible es el salario que, como bien se sabe, ha acumulado un deterioro impresionante de su poder adquisitivo; ciertamente esta pérdida es mayor en el caso de los mínimos, pero también está presente en los salarios medios contractuales. El impacto del sector informal en algunas actividades se expresa en reducciones de los salarios contractuales superiores a la media, como por ejemplo en la industria de la construcción y en el comercio; lo contrario ocurre en sectores en los que la actividad informal es menos significativa, como las manufacturas y las maquiladoras.
En la elección del gabinete económico se puso especial cuidado en que el nuevo secretario de Hacienda fuera capaz de convencer a los mercados financieros de la continuidad en el proyecto económico general, lo que evitaría corridas especulativas que afectaran la paridad. Las declaraciones y el currículo de Francisco Gil muestran que, en efecto, el proyecto neoliberal continuará, lo que quiere decir definición de la evolución de las variables monetarias en relación con el objetivo de inflación propuesto, que es compatible con una supuesta reducción del desempleo y que, en consecuencia, sólo se requerirá corregir sus efectos "no deseados" con microcréditos a los changarros. šNuevos hombres, para una vieja política!