LUNES 27 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Estudio de la UOM sobre el fenómeno a nivel mundial
El trabajo infantil, un efecto de la pauperización de la globalización
Ť La empresa busca mano de obra barata y descalificada: Teresa Pérez
Ť Hay 250 millones de menores laborando en el mundo, según la OIT
Carolina Gómez Mena Ť En México, como en el resto de los países subdesarrollados, trabajo y explotación infantil son consecuencia de la pauperización originada por la globalización económica, establece Teresa Pérez, investigadora de la Universidad Obrera de México (UOM) en el preludio de su estudio El Trabajo Infantil en el Mundo.
La especialista expone que la restructuración económica experimentada en los países desarrollados e impulsada por las grandes trasnacionales provoca crisis económi- cas en las naciones menos favorecidas, por el intento de adecuar a éstas a las necesidades de acumulación de aquéllos.
"En la era de la globalización neoliberal el trabajo infantil se inserta en el mercado laboral mundial debido a que las empresas demandan mano de obra barata y descalificada para ahorrar costos y subsistir frente a la competencia, aunado ello a la pobreza acrecentada en las décadas neoliberales, que obliga a cada vez más familias a ofertar mano de obra infantil", expresa.
México sigue la pauta descrita, pues según la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT) habría en el país poco más de 10 millones de infantes trabajadores, cifra ligeramente mayor a la proporcionada por el Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), según el cual hasta hace dos años había cinco millones de menores de 15 años laborando.
No obstante, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) , en esa misma fecha los niños trabajadores eran sólo un millón 871 mil.
Teresa Pérez da a entender que sea cual sea la cifra correcta, el trabajo infantil es siempre condenable, además de que se sabe que existe un subregistro.
Plantea que para organismos internacionales como la Organización Internacional de Trabajo (OIT) y UNICEF, así como para los gobiernos nacionales, los trabajadores infantiles sólo son los menores que se encuentran dentro de la población económicamente activa (PEA), en otras palabras, los laboran en la economía formal. Otra falla es que en las encuestas, cuando el menor declara que trabaja y estudia al mismo tiempo se le cataloga como estudiante, ya que el trabajo infantil doméstico no es considerado como tal.
En nuestro país, relata la investigadora, se dan variantes de lo que el UNICEF califica como formas extremas de trabajo infantil, es decir, las peores, aquellas en las que hay constante violación de los derechos humanos básicos de los menores.
"Tenemos a los niños obreros que trabajan en los molinos de arena sílica; en la industria metalmecánica; en las maquiladoras de exportación (que ocupan particularmente niñas); en las fábricas de talco y chupones en las que se labora por turnos (día, tarde, noche) y los menores se encuentran expuestos a los agentes químicos, polvos y altas temperaturas que 'hasta nos queman los zapatos', y también los de las minas subterráneas, que están en contacto con pólvora, cargan bultos pesados y donde el trabajo es intensivo y realizan largas jornadas".
Según la OIT, en el mundo hay más de 250 millones de infantes laborando, de los cuales 120 millones lo hacen de tiempo completo y 130 en tiempo parcial, y casi 70 por ciento de estos niños desempeñan trabajos peligrosos.
Según UNICEF, uno de cada seis niños de los países desarrollados viven en pobreza relativa, es decir, por debajo de la línea de la pobreza según el estándar marcado por cada país.
El problema es más agudo en las naciones subdesarrolladas, puesto que "la globalización económica ha profundizado la brecha entre pobres y ricos".
En el caso de nuestro país, un 20 por ciento de la población concentra más de 50 por ciento de la riqueza generada, mientras que 50 por ciento retiene tan sólo 20 por ciento de ésta, afirma.
La investigadora de la UOM refiere que UNICEF distingue tres tipos de trabajo infantil: el desempeñado por menores que dentro de las familias campesinas o artesanas trabajan para ellas mismas por la situación de pobreza; aquellos explotados por un patrón, por ejemplo, una transnacional, lo cual que puede ser calificado como menos grave si es realizado durante algunas horas al día y en sectores que no perjudican la salud o el crecimiento; ocurre lo contrario cuando es de tiempo completo y en condiciones insalubres.
El tercer tipo es el extremo o el que atenta contra la educación, el derecho a no ser explotado y abusado, es dañino para el desarrollo físico, mental, espiritual y moral. Allí estarían las actividades ilícitas, la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas y la servidumbre por deudas.
La experta refiere que pese a que la pobreza es el factor determinante, éste es reforzado por la discriminación social y étnica. En Estados Unidos los niños traba- jadores generalmente son de origen asiático o latinoamericano.
Un ejemplo similar en México ocurre con los jornaleros de San Quintín y sus hijos. Allí la mayoría se desplazan desde Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Sinaloa, y los menores que realizan los trabajos más pesados son siempre los de Guerrero y Oaxaca.
Ellos son utilizados para las tareas de cosecha de hortalizas y fumigación, desprovistos de equipo especial para evitar el contacto directo con las sustancias tóxicas.